Sommes-nous devenus des fanatiques de la science ?
05 mars 2024

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VEGA Yolanda
Préparation au séminaire d'été
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Buenas tardes, agradezco la pregunta porque me permite el intento de situar diferencias entre el discurso de la universidad, en el que se apoya el discurso de la ciencia, y el discurso del analista.

 

En la conferencia llamada Serenidad Gelassenheit de 1955, Heidegger opone el pensamiento meditativo al pensamiento calculador. Si pensamos que la ciencia es directa hija del pensamiento calculador, al mejor estilo positivista, no es lo mismo, (ni lo serán sus consecuencias), que si pensamos que la ciencia es una interrogante nunca clausurada.  Pero esto último, hoy en día, parece más filosofía, que no es ciencia ni psicoanálisis, aunque sí sea, discurso de amo que busca de manera oficial, la verdad, a partir de extraer el saber del esclavo para volverla epistemología y venderla en la universidad.  La ciencia buscaba en sus inicios la verdad, cuando fue creada, cuando era filosofía, antes de volverse técnica y rentable. La ciencia de hoy no busca la verdad. Busca productos innovadores, para el mercado.  Innovadora es el eufemismo que por acá se emplea para motivar a los investigadores a “hacer ciencia”.  La verdad del sujeto la busca el psicoanálisis.

 

La ciencia se produce, en principio, en la universidad, pero no ahí únicamente, sin inversión (privada o estatal), la ciencia caduca. Se produce en el mercado. El mercado y los productos del mercado son aquello de lo que la mayor parte de la humanidad ha devenido fanática. Fanáticos del consumo entonces. Fanáticos del mercado. En una nueva economía psíquica, propuesta por Melman (2002), fanáticos del objeto en lugar de aficionados del deseo. O de traumatizados por la imposibilidad del ideal. El Ideal. Trataré de volver sobre el ideal porque hay un ideal científico por supuesto.

 

La mercancía está ligada al discurso amo. La mercancía hace semblante de objeto a. Hace falta preguntar si aún se trata de objeto causa de deseo, o si se trata más bien de objetos de goce. Objetos desechables, cada vez más temporales, que empatan (excepto en las toxicomanías talvez) con la metonimia del deseo. Esto es objetos de consumo, expendidos, prescindibles.

 

La ciencia sirve para diferenciar el psicoanálisis en su construcción teórica, clínica, práctica, diferenciarse por ejemplo de las ofertas científicas de curación. Con consecuencias.

 

Sí, sí gran parte del mundo se ha vuelto fanática de la ciencia en relación al malestar mental, afectivo. Con el aval científico se exagera la medicalización en mi país. Se diagnostica y medica en abundancia.

 

La ciencia da tranquilidad a los familiares de las personas sufrientes. La ciencia y su discurso permiten dejar de cuestionar, dejar de pensar, y no exigen hacer cambios. Pero fundamentalmente, la ciencia quita responsabilidad al sujeto y a su entorno. “-Es genético”, suele ser la respuesta lapidaria a quién se atreva a preguntar ¿por qué?

 

Nada está en riesgo de perderse si el origen del sufrimiento es genético. No hay que cambiar en nada. La posición psíquica se puede seguir manteniendo. La medicación lo solucionará.

 

Entonces,

La verdad solo se puede decir a medias, como un medio decir, como un enigma. Esto es lo opuesto a la ciencia, que debe decirlo con claridad todo. Este todo es destacado por Lacan en esta clase cuando dice que el discurso universitario proclama: ¡sigue sabiendo! ¡sábelo todo! ¡Olvídate de la verdad, solo llega a seguir sabiendo, acumula, acumula conocimientos!

 

Por ejemplo, los pedidos, (hechos por los mismos científicos) de detener la investigación aplicada de la IA hasta construir legislación, los asocio con la pregunta de Lacan sobre “¿quién puede soñar con detener el movimiento de articulación del discurso de la ciencia en nombre de cualquier cosa que pudiera resultar de él?”

 

El astudado (astudé) tiene que producir algo, un trabajo de fin de curso, por ejemplo, al que se le pide que constituya el sujeto de la ciencia con su propia piel. Poner en el lugar de la verdad, entonces, la orden pura del amo. Sigue sabiendo, Pascal: estamos todos embarcados en el discurso de la ciencia.

 

En el psicoanálisis no se oferta una final feliz, una feliz solución, no progreso hacia eso.

 

En el discurso del analista en el lugar de comando está el objeto a.  En el discurso de la universidad (base o apoyo del discurso de la ciencia), en ese lugar, está el saber (S2). En el discurso del analista el compromiso es seguir la huella del deseo de saber. No la certeza, la seguridad clausurada de los enunciados de la ciencia. El amo, él solo, no ha inventado la pulsión epistemológica, el deseo de saber. Tampoco lo provoca el psicoanálisis, el cual solo ofrece un lugar desde donde considerar este deseo de saber.

 

En el discurso del amo no hay relación entre lo que constituye causa de deseo y su verdad. Entre ambos está el goce como barrera, prohibido en su fundamento. Imposibilita el fantasma.

 

En el discurso del analista se pide que todo lo que se puede saber (S2) funcione en el registro de la verdad. Que el saber interrogado en función de la verdad pueda llegar a tener algún sentido por fin.

 

Entonces, contrasto: “Yo soy un pequeño analista” (p 115 Paidós). “Je suis un petit a d’analyste” (p 124 ALI) con “là où on ne se pose pas la question, c’est qu’il y a le professeur[1] (p 223, La Angustia, ALI).

 

En el nivel donde el saber hace función de verdad, estamos condenados a no poder denunciar nada sino un medio decir.

 

En discurso de analista, lo que adviene del saber al lugar de la verdad es el mito cuya ley interna es el medio decir. Como toda clase de enunciación de la verdad. La que se muestra en cosas opuestas que giran de manera alternada una, alrededor de la otra, el ying y el yang, por ejemplo. La tontería es la verdad. (Un mito es un contenido manifiesto. El contenido latente está en S1, la interpretación que se va a hacer).

 

Devenir fanático del discurso de la ciencia en la universidad será lo opuesto al discurso del analista. Pensar la transmisión del psicoanálisis en la universidad, entonces, ¿implica qué?

 

Ubicar cada discurso, guiarse por el deseo de analista en el entorno del discurso universitario. Tener bien claro el lugar que comanda las intervenciones, los productos y la verdad. Ubicar el goce. Recordar las responsabilidades desde la ética. Tener ubicado el ideal, los ideales. Permanecer en el funcionamiento neurótico. Identificar que hay un ideal científico, esto es un ideal universitario. Interrogar si se ha creado incoherentemente un ideal psicoanalítico. Preguntar entonces si ¿habrá que seguir a algún amo en el trabajo de la universidad si el deseo es de analista?  Estar, al menos conscientes de lo que se hace, de lo que se transmite, de lo que se inquieta en los estudiantes. Estar conscientes de las limitaciones y de las responsabilidades. No se trata de satanizar la ciencia, se trata de darle su lugar, como de dar su lugar a cada discurso y a la circulación de ellos. De diferenciarse, de asumir las consecuencias sin canallería, sin perversión.  Permanecer en la lógica neurótica que necesita del relato del mito como el saber, en el lugar de la verdad.  Con las limitadas dignidad y coherencia que esa relación con la verdad podría proporcionar.  Que no apunta al final feliz, que sería el éxito científico de acumular saberes vendibles, tal vez.  Solo seguir la brújula del deseo, asumiendo la falta que lo posibilita.

Gracias.

 

[1]Ahí, en donde no se plantea la pregunta, es ahí que hay profesor. (Lacan, 1962-1963, transcripción de la ALI, p 223. Clase del 13 de marzo de 1963. La angustia).