¿Una fidelidad sin fe?
¿Una fidelidad sin fe?
Se puede verificar que lo que se espera del psicoanalista es una fidelidad a su disciplina a pesar de que ésta no le adelante ninguna instancia capaz de mantenerla. Ni siquiera, además, el resultado práctico puesto que curación o fracaso pueden ser restos independientes de esa instancia. Ciertamente lo más usual para sostenerse es el apoyo que se toma en aquel que fue su propio analista, su manera de proceder o sus textos, pero no es menor la repudiación de estos, el pasarse a cualquiera de los enemigos del ex – amado, incluso pasar a una práctica totalmente diferente. Decirlo así es resumir la historia del movimiento en torno a Freud y, más cerca de nosotros, Lacan.
Por mi parte así habré visto todo, como la dispersión de una bandada de gorriones en búsqueda de un posadero mejor garantizado, espantada de sentir la soledad y la responsabilidad de la incertidumbre. Tengo en mi memoria a un hombre eminente, de formación jesuita, es decir bien armado, riguroso tanto en la cura como en el aprendizaje, y luego pasar a la haptonomía. Un problema individual, se diría sin equivocación, salvo que su multiplicación en formas diversas hace pensar que la decepción amorosa puede ser tan alienante en sus efectos como la neurosis de origen.
El mismo Lacan, después de todo, ¿no parecería él pasar sus últimos seminarios refunfuñando contra un asunto del cual no lograba desenredarse, además de que los resultados prácticos parecen fallar un encuentro con la cita? “Lo que ha sido instalado por la palabra, debe poder demolerse por la palabra”, dice él. ¿Será tan seguro, o tendríamos que vérnosla con una fijación cuya malformación se ha convertido en la guardiana de la vida misma? Mal retorcida quizás, pero sin embargo retorcida, es decir ilesa.
Digo todo esto en la comodidad intelectual de nuestra asociación, sin el temor de desarreglarla.
Traducción al español: Iris Sánchez