Debriefing
Debriefing
Cada vez me sorprendo de que el contenido de la lección expuesta en el Seminario no se aplique a las modalidades de la exposición en sí misma.
Ejemplo trivial: “no hay sujeto sino de la palabra”, dice la lección. Ahora bien, su exposición exacta, incluso brillante, es un escrito leído con aplicación. ¿Cuál es el sujeto del escrito? ¿Habría uno? ¿Desde dónde se escribe lo que se escribe? ¿Cuál es el autor? preguntaba Foucault.
¿El escrito tiene que ver con la verdad, tormento de la palabra? Y si es así, ¿cómo? Me da vergüenza recordar un abecé que me hace bobo, y cuando nos reunimos en torno a textos hablados, y a propósito de su primera edición, de los cuales Lacan escribiría: “esos textos no son para ser leídos”. ¿Para qué entonces?
Para ser oídos, por supuesto, salvo que el escrito, vuelve sordo manifiestamente. ¿A qué? A la vacuidad de la palabra, del habla que puede llegar a ahogar la materialidad de la letra y así un supuesto sentido. Todos sabemos lo que señalo, ¿y de qué manera podríamos celebrar un saber con la condición de que él no se aplique?
Evidentemente es típico del neurótico, moderno, por añadidura. Conmemoramos antes de retornar, apaciguados, a nuestros pequeños asuntos. Amo a papá, con la condición de que él sea impotente.
¿Es ese el mensaje de nuestros Seminarios? Evidentemente eso se hace a costa del aburrimiento, condición obligada de todo homenaje. Sacar de ahí algún placer sería contrario a la fiesta de la impotencia. Por supuesto, ésta se vuelve también la mía, salvo que ésta puede servirse de trucos para superarla: alcohol, drogas, partes, goce de órganos y ya no del cuerpo, etc.
La inocencia aparente de nuestros Seminarios pudiera al menos ser instructiva, y es por eso que la felicitación de aquellos que contribuyeron no se da sin el anhelo de formar parte del club de aquellos que saben ya no estar titiritando por el amor del texto, como se amaría a una Dama.
Charles Melman
30 de agosto de 2021
Traducción al español: Iris Sánchez