Una gentil abuelita, judía por añadidura
Una gentil abuelita, judía por añadidura
Había una vez en un edificio del XIno. distrito de París, una gentil abuelita, apreciada por haber sido directora de guardería, calificada por su diploma de médico, amada por su obsequiosidad, aunque a veces había sido objeto de insultos racistas.
Tontos como siempre.
¿Qué era el judaísmo para ella? Una fe apacible, pesadumbre y pesadillas a causa de las memorias, el sentimiento de deber frente al prójimo, la inquietud por el Estado de Israel, fiestas también…
El tipo que irrumpió en su casa en medio de la noche había abusado un poco del porro y, viniendo a expulsar a Satán, la defenestró, pidiendo auxilio para aquella que acababa de suicidarse, gritaba él.
Los expertos llegan a la conclusión de una alteración pasajera de discernimiento y la jueza, conocida por lo suyo, le evitó el Tribunal de lo Criminal enviándolo al hospital psiquiátrico. Parece que allí, desembriagado, él anda bien y no ven por qué debería permanecer ahí, en espera sin embargo de la opinión del Tribunal de Apelación sobre la oportunidad de un juicio.
He aquí entonces un cuento ordinario, el cual dice que el asesino es víctima inocente del levantamiento accidentalde las inhibiciones de un racismo homicida del que ha sido absuelto.
Adiós, querida Sarah Halimi, ella en cambio, culpable por haber nacido.
Traducción al español: Iris Sánchez