Un vestido y un amor, la transferencia
28 juin 2025

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Lorena STRUNK
Journées d'études
  1. Un vestido

 

Quiero compartir con usted algunas pistas que he encontrado en el seminario El Acto Psicoanalítico, y que me han ayudado a organizar mi abordaje clínico con mis pacientes en el marco de una práctica de consulta privada en la ciudad de Nueva York.

 

Quiero invitarlos a reflexionar conmigo en lo que sucede en el momento preliminar de nuestro trabajo como analistas, me refiero al momento en que recibimos una llamada de una persona que desea realizar una primera consulta.

 

Quiero referirme particularmente a un significante que escucho con frecuencia en estas primeras llamadas y primero intercambio con una persona que busca hacer una consulta:  compatibilidad. Les cuento que yo trabajo en la ciudad de Nueva York, y la palabra a la que me refiero es fit.  Me pasa frecuentemente recibir una llamada en que alguien solicita una consulta para, y cito textualmente, ver si hay compatibilidad. En ingles suena algo así como: “Can I have a consultation to see if we are a good fit

 

La idea de un fit o compatibilidad con un analista me llevó a cuestionar sobre la posición del analista de la que nos habla Lacan en el seminario que estudiamos este año. ¿Qué es lo que hace que un analista sea compatible con un paciente?

 

Este significante fit que recojo en este primer intercambio con una persona alude a cierta expectativa de encaje, o de match. Lo traduje como compatibilidad para evocar esa noción de que algo me va bien. Y por ello no deja de incomodarme. Hay ahí una cierta aspiración de compatibilidad con un otro. Mi interés radica precisamente en pensar esta curiosa demanda de compatibilidad.

 

Me gustaría saber cómo traducirían ustedes este fit. O si lo oyen de alguna manera similar entre sus pacientes que consultan por primera vez.

 

Estamos en una fase preliminar, aún cuando no sabemos si nuestro paciente se convertirá en un analizante; ya podemos decir que hay un analista, uno que por haber atravesado su propia experiencia analítica sabe que lo que está en juego es su rol como semblante del objeto a.

 

Y es precisamente de ese rol del que quiero hablarles. Un rol que esta operante desde el momento mismo que recibimos esa primera llamada.

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Para hablarles de ese rol, quiero contarles una anécdota que me sucedió hace unos meses cuando hice otra presentación a propósito del “sujeto supuesto saber” en las sesiones preliminares.

 

Antes de empezar la presentación que también era por zoom, no estaba en casa sino en la casa de los abuelos de mis hijos. Cuando preparé el escenario de zoom, puse cuidado en retirar una serie de objetos que se encontraban en la mesa  detrás de mí. Lo hice porque me parecía que esos objetos distraerían la audiencia.

 

Al terminar la presentación una querida colega que estaba presente en la sala zoom me hace una observación sobre un objeto ubicado a mis espaldas: una estatua, y particularmente una estatua de mármol: una venus desnuda. No se imaginan la sorpresa mía. Yo no vi el objeto.

 

Este tipo de estatua de una deidad griega, inicialmente invisible a mi mirada, es la que en griego se llamaría precisamente agalma. Y es esta agalma que se escode a mi mirada precisamente cuando estoy tratando de articular algo sobre este “sujeto supuesto saber”. Se esconde a mi mirada pero esta ahí… quizás para darme un mensaje.

 

Por supuesto el mensaje vino con la ayuda de un psicoanalista. Y es que es eso precisamente lo que hace un psicoanalista:  presentarnos lo que no vemos, pero está ahí.  Mostrarnos lo que sabemos, pero no queremos saber.

 

Este accidente, esta ceguera ante un objeto que está ahí y que no veo me permite articular precisamente lo que está en juego en ese momento preliminar del que les hablo y en el que se empieza a desarrollar la transferencia.

 

¿Por qué y cómo?

 

Me parece que en esa llamada inicial que recibimos de un paciente y en esa elección que hace esa persona de un analista en particular se pone en juego para el paciente algo de esa agalma que hace que una persona escoja a ese analista en particular.  Y es una elección fundamental.  Como aquella elección inconsciente mía al dejar ese algo a la vista de todos… intentando pasar un mensaje del que yo tengo mucha idea.

 

La llamada de un potencial analizante implica un objeto: en ella hay un pedido de consulta, un pedido de ayuda y en la mira está un objeto: saber más, conocerse mejor, un consejo, una receta. El paciente no viene por nada; viene porque quiere algo…  Y supone, y esto es fundamental, que la persona al otro lado de la línea sabe algo de aquello que lo trae a consultar. Es una suposición necesaria que instaura en la persona del analista un saber. Es una elección que viste al analista de un ropaje particular.

 

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Quizás con eso ya les dejo ver el porqué de mi título: Un Vestido Y Un amor, que es el título de una canción del cantautor argentino Fito Páez. Creo que una de las ventajas de poder hablar ante un público hispanohablante es justamente compartir ciertos referentes comunes de nuestra lengua. Espero que ustedes conozcan la canción, es muy linda, pero para los que no conocen la canción, solo quiero contarles que fue una canción escrita por Fito Páez después de conocer a Cecilia Roth. Fito Páez nos cuenta sobre el contexto de esta canción y dice que la escribió para hablar sobre el encuentro con una mujer que lo deslumbra, y lo deja preguntándose ¿que vio ella en mí?”.

 

Son las líneas del coro de la canción, las que me interesan: “Te vi, te vi, yo no buscaba nada y te vi”.

 

Hay algo en este estribillo que me resuena y que me ayuda a llevar la transferencia al terreno de lo que está en enfrente de nosotros y no vemos, no vemos pero al mismo tiempo nos empuja en cierta dirección; y al hacerlo, nos revela algo de nuestra historia.

 

Y esta es para mí una manera de comprender lo que está en juego cuando Lacan ubica al analista como semblante del objeto a.

En esta primera llamada o consulta, suelo preguntar a mis pacientes por qué me llamaron, y sobre todo porque me escogieron.

 

Las respuestas que recibo son más o menos así: « Veo que su oficina está al lado de la mía”, “veo que habla español”, “veo en su perfil que usted no es americana”, « Quiero trabajar con una mujer mayor que yo porque estoy a punto de tomar una decisión importante y necesito la ayuda de una mujer con experiencia ».

 

 

Quiero que piensen conmigo cómo en estas respuestas, que podrían parecer banales hay algo de ese vestido que me traen los pacientes; y al hacerlo depositan en mí persona una expectativa que tiene que ver con esa idea de compatibilidad o fit. Piensen ustedes que muchas veces nuestros pacientes navegan en el basto mundo del internet para escoger un analista o un psicólogo o terapista. Y que los pacientes usan sus pequeñas brújulas para orientarse. Y escogen un analista al que le suponen un saber que puede a su vez orientarles en sus búsquedas personales.

 

Es una llamada que se le hace a alguien que encarna algo para el paciente. Repito, Puede ser algo banal, pero no deja de ser algo que engancha al paciente con esa foto, ese perfil, esa dirección, una lengua, la edad. Algo de ese “yo no buscaba nada pero te vi” del estribillo de la canción de Fito Páez, que se encarna en la persona del analista.

 

Y como la estatua, esa que se esconde a mis espaldas, el rol del analista es precisamente sostener ese lugar, jugar el rol de semblante de ese objeto invisible y darle el vestido que han traído mis pacientes.

 

“Yo no buscaba nada y te vi”… y es que así opera el inconsciente. No sabe lo que busca pero cuando lo ve, lo reconoce.

Me atrevo a pensar entonces que es un momento necesario para un paciente encontrar un analista al que se le atribuye algún atributo que instaura al analista en ese lugar al que pueda dirigir su demanda. Y por su lado el analista tiene que adoptar ese vestido y acusar recepción de ese pedido.

 

Vine porque usted habla español… la respuesta que le da su analista es: “muy bien” como diciendo: “Ese vestido me queda bien!

 

 

Un analista sabe que va a tomar tiempo descubrir cuales son esos significantes que determinan para cada analizante el objeto causa de su deseo y cuáles fueron las circunstancias que lo fijaron; esto se ira descubriendo en el trabajo analítico. Sin embargo, en esa primera llamada no es necesario conocer la historia del paciente, para saber que algo en la elección “de un analista que habla español” ya lo pone en el camino de su deseo. Y de ahí que el analista este pendiente de esos referentes que producen este encaje, este fit, esta complementariedad. Y pueda aceptar el reto de ser el recipiente de esa demanda, que pueda sostener ese lugar al que se dirige esa persona que llama.

 

“Ese yo no buscaba nada y te vi” es la fórmula con la que yo traduzco esa búsqueda por parte de un paciente y la inmediata entrada en la escena en las sesiones preliminares del analista como “sujeto supuesto saber”. Esta es la fórmula que instaura la posición del analista como sujeto supuesto saber y como tal como “semblante del objeto a”. Como esa venus que se esconde detrás de mis espaldas, para entregar un mensaje que llega antes que yo lo pueda ver. Una venus desnuda, una agalma lista a ponerse el vestido que se le asigne.

Un analista, gracias a la enseñanza precisa de Lacan, sabe que éste es un momento delicado, y que las referencias que da una persona que llama o busca o una analista pueden posicionarlo (al analista) en ese lugar del “sujeto supuesto saber” para esa persona en particular. Y por ello en cada caso, es diferente en cada ocasión.

 

  1. Ese fue el vestido. Ahora vamos a UN AMOR

 

Si hay una pregunta que me ha dado vueltas a lo largo de la lectura del seminario El acto Psicoanalítico es sobre cómo este rol del psicoanalista se relaciona con la cuestión del amor.

 

En una conferencia del psicoanalista francés Marc Darmon él contaba que a él le parecía muy curioso conocer qué motivaba a una persona volverse psicoanalista. En otras palabras, cuál era la pregunta que lo había traído a esta profesión y que guiaba sus búsquedas.

 

Con esto que les digo les confieso que esa es una de mis preguntas: poder entender que se esconde detrás de esos ojos que se enamoran. Como si la pregunta fuese: ¿qué me vio?

 

Y una vez más me resuena a la pregunta que se esconde detrás de esta canción de Fito Páez: “Un Vestido y Un amor”. El autor de esta canción escribe su canción porque no se explica qué puede ser que en él atrajo a esta mujer, y decide escribir una canción.

 

Lo que les cuento sobre la búsqueda de un analista me parece que pone en juego circunstancias muy similares a las que se dan en la búsqueda de una pareja amorosa. De ahí que esta idea de fit o complementariedad la escuchamos también en aquellos que buscan una relación amorosa en las redes y servicios de encuentros amorosos.

 

Sin embargo, y esto gracias a Freud y luego a Lacan, podemos salir de este terreno resbaloso, embarazoso que puede ser este encuentro íntimo y podemos, en vez de resbalar, operar muy delicadamente.

 

En efecto, el analista no ocupa el lugar de una pareja amorosa y tampoco responde a la pasión de su paciente. No responde para satisfacer a sus demandas con recetas, tips o respuestas como si fuese el poseedor de un saber, poseedor de una especialidad de cómo ser un sujeto bien fit, bien adaptado (¿ven cómo sigo jugando con sus significantes?)

 

Si bien el paciente quiere algo, y supone a su analista un saber… el analista, mis queridos amigos, ¡no sabe nada! Y eso una vez más, le debemos a la claridad de Lacan.

 

El analista está llamado a soportar esa suposición de saber que le asigna el paciente y está llamado a sostener esa “suposición de saber” para poder establecer una relación transferencial con la única finalidad de que el sujeto, ese sujeto pasional, pueda ir a la búsqueda de los significantes que lo constituyen. Esa es la dirección de la cura en la que se embarcará un analista con su analizante.

 

Se dan cuenta como se trata de algo muy diferente. Aquí dejamos atrás a Fito Páez y su objeto amoroso, A Cecilia Roth y su objeto amoroso…

 

El analista debe sostener ese espacio para permitir que el paciente despliegue los significantes que le constituyen, que le permiten desplegarse y despegarse de sí mismo, desplegarse hacia un otro que, justamente, no sabe. Y que con ese “no saber encarnado en el analista” va a permitir que sea el analizante el que pueda habitar en ese lugar de su saber inconsciente.

 

Y si quieren es así como yo veo el amor en un análisis: la posición del analista: el analista no sabe y porque no sabe va a poder recorrer con su paciente el camino de la emergencia del deseo.

 

Sostener ese espacio sin respuesta, devolver con silencio es lo que permite justamente introducir ese pequeño objeto a. Ese objeto a que encarna justamente la no complementariedad. Quizás podríamos ir más adelanta y decir que es justamente su silencio que encarna la ausencia de relación sexual de la que nos habla Lacan, la no satisfacción de la demanda.

 

Ese movimiento que se produce en la historia que les conté, esa venus que aparece al final de mi presencia me recuerda justamente de ese lugar que ocupa el analista como semblante del objeto a. Esa agalma está ahí, sin que yo la haya visto, para al final recordarme que ese objeto a es el que recubrimos como analistas, con un vestido singular diferente para cada paciente, y que desaparece al final del análisis. Tanto como desparece la suposición de un saber en el lugar del analista para hacer lugar al saber inconsciente de un paciente.

 

Al comienzo dijimos que el paciente no viene por nada, pero después de unas cuantas vueltas los analistas damos aquellos que no tenemos.

Gracias