Dr. Claude Landman. *
I.Sánchez.- Buenos días, vamos a empezar con la última sesión del trabajo que hemos estado realizando alrededor de Las estructuras lacanianas de las psicosis , con Claude Landman.
Dr. C. Landman.- En efecto es hoy día, esta mañana nuestro último encuentro. En esta oportunidad me veré llevado a retomar el trabajo y las interrogaciones comunes. Es probable que la charla y los propósitos de los cuales hablaré esta tarde en el marco de la conferencia de la Universidad Católica estará también animado por el trabajo y las interrogaciones que hemos compartido juntos.
Para introducir mi charla diría que este Seminario de Melman, Las estructuras lacanianas de la psicosis , da testimonio tanto de su fidelidad frente a la enseñanza de Lacan, como también frente a la enseñanza del presidente Schreber, no del caso; fidelidad que no se contenta con estar al pie de la letra. Evidentemente Melman extrae consecuencias, propone nuevas interrogaciones a partir de esas dos enseñanzas. Yo mismo, diciendo esto, creo ser fiel a la enseñanza de Charles Melman y en el mismo sentido que acabo de exponer, es decir, que un psicoanalista – y eso fue cierto primero con Freud – debe aprender de los pacientes psicóticos por el hecho de su proximidad con la dimensión de la verdad. Ustedes saben que Freud no dudó ante el reproche de que deliraba con el presidente Schreber. Eso no lo conmovió mucho y no le impidió, de manera alguna, apoyarse en esos textos extraordinarios. Entonces, para decirlo simplemente, ¿qué debería tener en cuenta un psicoanalista de la enseñanza del presidente Schreber? Diría, que por lo que nos enseña en el registro de la ética, en su texto, el presidente Schreber da la mayor atención a aquello que sería acorde con el orden del universo, es decir que él manifiesta ahí firmemente una posición ética: hay lo que es conforme y hay también lo que no es conforme con el orden del universo. Esa conformidad con el orden del universo está expresada en su sistema delirante, es incluso lo que le da su eje, pero es lo que le permite salir, lo que le permite orientarse, ante lo que lo deja estupefacto, lo desorienta al inicio de su psicosis. Volveremos sobre eso, espero tener el tiempo de comentarlo con ustedes, los capítulos 4 y 5 de las Memorias de un neurópata . Esa necesidad de una conformidad con el orden del universo, se encuentra muy rápido en las memorias de Schreber, exactamente al principio del capítulo 5, en el momento en el cual él va a explicarse con respecto a la naturaleza de sus alucinaciones.
Espero que tengamos tiempo de verlo juntos. Con Schreber, tenemos que vérnoslas como con un gran clínico, es decir que no hay mejor observación que la de Schreber mismo; diría que es de un nivel de precisión clínica excepcional, que no puede ser comparado sino con los grandes psiquiatras clásicos. Espero poder darles algunos ejemplos y así responder a la pregunta que me fue planteada ayer sobre los elementos del discurso psicótico que habría que retener como característicos.
Entonces, el presidente Schreber podría enseñar a los psicoanalistas en un ámbito que le es muy preciado, es decir, es el ámbito de la ética psicoanalítica. ¿Se trata para un psicoanalista de estar conforme con el orden del universo? Diría que sí, a condición de precisar que ese universo falta, eso es lo que dice Lacan, que no hay universo del discurso y diría que ese respeto, esa fidelidad, – pero se trata más de respeto que de fidelidad – frente a esa falta en el orden del universo, más exactamente a esa falta de universo, es esencial. Y diría que se podría caracterizar la ética psicoanalítica, es decir que, respecto a ser conforme con el orden, para un psicoanalista, tiene que ver con las leyes del lenguaje y del discurso, como lo decía ayer, que están organizadas alrededor de una falta, de un hueco, es decir, eso que hace hueco en el discurso. Dicho de otra manera, con eso que no hace todo y es en este sentido que no hay universo del discurso, que no hay todo.
En relación a las leyes de la ciudad, ¿cuál es la posición del psicoanalista? Eso alcanza la pregunta que se me planteó ayer sobre « lo social, al cual, al fin habíamos llegado en nuestro trabajo ». En relación a las leyes de la ciudad, ¿cómo puede posicionarse un psicoanalista?¿Acaso habría una ética para la cura que fuese diferente de la ética de lo social, de lo político? Cada uno tiene el derecho de determinarse como lo entienda, pero por mi lado diría y avanzaría que es muy difícil situarse en lo que sería un clivaje, una escisión. ¿Qué es lo que permitiría decir a un psicoanalista que su ética se distingue de la ética de las leyes de la ciudad? Y cuando digo las leyes de la ciudad me refiero, por supuesto, a las leyes de la nación hoy día. Pues bien, lo que le permite hacer una distinción de la ética del psicoanálisis y la ética de la ciudad, es que las leyes de la ciudad apelan al todo, precisamente, al todo en el interior de la ciudad, en el interior de la nación, lo que inmediatamente pone entonces una frontera excluyente, con un adentro y un afuera, los enemigos estando afuera. Es un primer punto para un psicoanalista, si quiere estar conforme con las leyes del lenguaje, está obligado, incluso si eso le cuesta, a considerar que las leyes de la ciudad son defectuosas, es decir que transgreden y maltratan a las leyes del lenguaje, puesto que estas leyes establecen un no-todo, es en esa oportunidad que se mide lo que puede aportar la ética del psicoanálisis en conflictos nacionalistas sin salida. Debido a esto, y es lo que Lacan aporta sencillamente, la dimensión del no-todo, es decir que, en conflictos como los que evocaba ayer, sangrientos y sin salida en los que, evidentemente, de cada lado los mejores se sacrifican en nombre de esas leyes de la ciudad y, el psicoanalista no puede sino considerar que allí hay una ceguera, sobre todo en las leyes que nos gobiernan a unos y a otros.
Vemos entonces resurgir, incluso si no hay que darle una dimensión trágica, surge la pregunta de si el psicoanalista estaría del lado de Creonte o del lado de Antígona. Ustedes saben que Lacan ha insistido sobre esa figura del bien y del mal precisamente en el seminario sobre La ética del psicoanálisis . Pongamos de lado la dimensión trágica y, si es posible conservemos un poco de humor, y les planteo la pregunta, ¿en qué se reconoce un psicoanalista en la figura de Antígona? Es decir, sobre el plano ético y poniendo de lado esa aspiración a lo trágico, les planteo la pregunta, ¿es que algunos de ustedes, que supongo habrán leído el seminario sobre La ética , tiene respuestas para proponerme sobre eso? En qué tendría el psicoanalista que reconocerse en la ética de Antígona? ¿Ah? ¿Sí? ¿No? Sí, quizás para no repetir lo que Lacan ha dicho, alguien en la sala también dijo que, se referiría, a no ceder en su deseo.
Silvia Córdoba.- Sin haber pasado por la lectura de este seminario, de La Ética me refiero, estaba pensando en el psicoanalista como aquel capaz de dar sepultura a sus muertos, es decir, ayer hablábamos de la psicosis en relación al seminario de Melman y se habló para el psicótico como el padre vivo, esto del padre vivo acusaba a la muerte del sujeto y por lo tanto no sé si en consecuencia le obligaba a un exilio, a un lugar femenino, a un lugar Otro, entonces no sé exactamente referirme al seminario, no lo he leído, pero también a colación de esto pensaba en la parte del seminario sobre Las estructuras lacanianas de la psicosis de Melman, donde él habla sobre el real en relación al mito del Edipo y usa un término que, por lo menos yo no estoy familiarizada, en general hablaba de un real como un imposible y él le daba una connotación de impotente. Si en algún momento pensé alguna diferencia de esto considerando esto de la lógica, ¿no? ¿Dónde ponemos o qué lugar hay para la impotencia en nuestra lógica? No sabría referirme a eso, si pudiéramos ubicarlo en el cuadro modal o como,¿no? muchas gracias.
Dr. C. Landman.- Hay otras preguntas, escuché a alguien que había hablado sobre no ceder sobre su deseo…
I. Sandoval.- Elsa Andrade ha dicho que la relación estaría en este no ceder en su deseo y me parece que una parte de la relación va por ahí, en el sentido que en el seminario 7 se distingue la ética del psicoanálisis en relación con el deseo, versus la ética de la ciudad que se articula mas bien con los bienes, los valores, los ideales. Y por otra parte, esto que ha mencionado Silvia, sobre este afán de enterrar a sus muertos, a su hermano, en Antígona. En relación de este enterrar a los muertos con este valor que tiene para el psicoanalista el significante, lo simbólico, la muerte de la cosa, por ahí tal vez una relación, ¿no?
Dr. C. Landman.- En efecto, gracias por sus respuestas. Creo que gracias a sus respuestas podremos avanzar sobre lo que permite a un psicoanalista reconocerse en la posición de Antígona y, efectivamente, dar sepultura a sus muertos y no ceder en su deseo. Vamos a intentar no quedarnos con esas respuestas lapidarias.
Quizás me vería llevado a evocar la cuestión del asesinato de la Cosa. Dar una sepultura a su hermano contra las leyes de la ciudad es con seguridad la posición de Antígona. Pero antes de la cuestión de la sepultura de su hermano, para Antígona se plantea la cuestión de la sepultura de su padre, es decir, la sepultura de Edipo mismo, del cual ustedes saben que no fue enterrado inmediatamente. Entonces, sobre ese punto, curiosamente no conservo un recuerdo claro, ya que en el Edipo en Colona , Edipo muere y de alguna forma desaparece, se volatiliza, es decir que tampoco tiene sepultura.
Sea lo que fuere, también para Antígona se plantea la pregunta sobre la sepultura de su padre Edipo. Y quizás Edipo hubiera tenido más derecho a la sepultura que otro, ¿Por qué? Pues bien, porque Edipo comete el incesto en una familia en la cual esa es la propensión, los átridas(7) . Dicho de otra manera, Edipo es fiel a lo que le fue trasmitido y de cierta manera es fiel a la castración inclusive, y ese es el punto fuertemente difícil y al mismo tiempo interesante, aún si él comete el incesto. Se refiere a lo que le viene del Otro familiar. En otras palabras, es un punto en el que quiero insistir y tener la opinión de ustedes, si se trata de no ceder en su deseo y si el deseo se origina de la castración que nos es trasmitida por la familia, si es eso no ceder en su deseo, entonces Edipo merecía una sepultura.
Me parece que el seminario de Lacan sobre La Ética va más lejos, puesto que el deseo del cual se trata aquí, no es necesariamente el deseo de tal o cual, en su relación a lo que le hubiese sido transmitido singularmente por la familia, se trata mas bien del deseo del analista. Pero en fin, para que haya lugar para el deseo del analista conviene que un sujeto se haya puesto en claro con lo que le ha sido transmitido. Y es por eso, incluso si el inconsciente es social, es necesario pasar por la cura y abordar la pregunta de lo que nos ha embarcado en nuestra relación con lo sexual y ahí, inevitablemente, se tratará de papá y mamá.
¿Tienen ustedes objeciones sobre ese punto? Creo que es algo importante porque no se trata a partir de esa aserción de Lacan de que el inconsciente es lo social, no se trata de economizarse la cura, de lo que se ha jugado para cada uno en la escena familiar, en la cual se ha establecido precisamente la organización del deseo, y eso es lo que hace que el psicoanálisis sea algo serio, de lo contrario tenemos que vérnoslas con toda clase de terapias, les ahorro la enumeración. Pero ¿qué es lo que distingue al psicoanálisis de todas esas terapias? Decía que es lo serio del psicoanálisis, lo serio tiene que ver con el establecimiento de lo sexual y, por paradójico que pueda parecer, es así como el psicoanálisis se inscribe en el discurso de la ciencia.
No hay otra enseñanza sobre ese punto, no hay mejor enseñanza que la de Freud, y contra Jung, quien apelaba a la multiplicidad de mitos de sociedades pre-científicas. Freud se opuso a Jung, manteniendo esa dimensión de lo sexual en tanto que era precisamente el asidero del sujeto de la ciencia. Pudiera leerles párrafos de La interpretación de los sueños , en los que se ve que Freud establece una racionalidad científica sin excluir la dimensión de lo sexual. En otras palabras, y para repetirme, es lo serio del psicoanálisis y es lo que hace que estemos acá hoy día reunidos, para poder debatir sin apelar a la subjetividad de cada uno, a lo que sería su sufrimiento, a lo que sería su histeria. Si no hubiese habido la seriedad de Freud, hubiéramos desaparecido, no en tanto personas sino en tanto psicoanalistas. En todo caso, no hubiésemos sido tomados en serio y no hubiéramos recibido la acogida que nos hizo el señor Marcel Zerr.
Entonces, eso no impidió a Freud escribir El malestar en la civilización , es decir, poder ubicar también en lo social lo que falta, sin que Freud haya pensado nunca que él iba a curar ese malestar, que con sus propósitos iba a predicar no sé qué armonía. Ustedes saben, porque han leído ese texto, hasta qué punto Freud es mesurado, pero, a pesar de todo, muestra que algo que falta en lo sexual se encuentra en lo social, se encuentra en la civilización y produce su malestar.
En el punto en el que estoy, y estoy más lejos de lo que pensaba decirles, voy a intentar volver sobre la conformidad con las leyes del lenguaje. No sé que hora es, no sé si quieren que hagamos una pequeña pausa o que continúe avanzando un poco, no sé, les planteo la pregunta… Voy a avanzar todavía un poquito.
Entonces, vamos a ubicar lo que gracias a Lacan puede aparecer como determinante de lo que tiene que ver con las leyes del lenguaje, es el establecimiento de la dimensión del significante, al mismo tiempo, del todo y del no-todo. Como lo evocaba ayer, creo, el mejor ejemplo es el cuadro del seminario Aún (Encore) – es extraordinario, a-un, a-uno es sorprendente cómo funciona el genio de la lengua, no tenemos eso en francés.
I. Sánchez.- Le estoy señalando a Claude Landman que también en francés, homofónicamente, hay la partícula uno en En-core , si se quiere.
Dr. C. Landman.- Bueno, voy a escribir los cuadros de la sexuación que ustedes conocen, porque quisiera proponerles una lectura un poco diferente de la lectura convenida habitualmente y espero no ser demasiado hereje. Me van a corregir si me equivoco. Vamos a hacerlo así:
… ya está. De acuerdo? Bueno, está bien. Ya está. Entonces pongo una Φ (mayúscula).
Primera cosa que me parece que conviene anotar, es que, del lado del todo, es decir del lado izquierdo del tablero, es un todo limitado, es un todo que no hace universo, ese todo está limitado por su complementario, complementario en el sentido de la teoría de los conjuntos, es decir, justamente el no-todo. El lado derecho del cuadro es el no-todo que viene a hacer de límite del todo. Entonces, si hacemos esa primera lectura simple no puede haber pretensión de lo universal, pero si la hubiera, es una pretensión falsa. Vuelvo sobre lo que decía anteriormente, ese cuadro no es algo que exista en sí mismo de manera trascendente, es sencillamente una escritura de lo que establece el significante.
Entonces, quisiera insistir sobre un punto y quizá, incluso dos. Hay una lectura posible, por supuesto, no del cuadro del Seminario Aún , sino una lectura que sería la lectura histérica y así vamos a encontrar las dos formas de la histeria. Esa lectura fallosa, y entiendan bien, es una lectura inconsciente, pero de qué otra cosa se trata con el inconsciente sino de lectura, puesto que el inconsciente está hecho de pequeñas letras, letras que son de cierta manera las mismas de los matemas. ¿Cuál sería entonces la lectura histérica? Cuáles serían las lecturas histéricas de lo que establece el significante, es decir, dos lógicas complementarias. Entonces les voy a proponer la lectura histérica y ustedes verán cómo, yo espero, gracias a esas pequeñas fórmulas, a esos matemas, puede esclarecerse la clínica.
¿Cuáles serían esas lecturas fallosas? Las voy a escribir.
A partir de la lectura del lado derecho, es decir del lado femenino, he ahí lo que sería la lectura histérica, ya está. No existe x, Φ de x. Esta fórmula, escritura o matema que pudiéramos llamar el matema histérico, no lo encontramos en el cuadro del seminario Aún : no hay x que sea Φ de x, es decir que de alguna manera, pues bien, no habría la x, sea cual fuere y ustedes ven como esa lectura, tiende a lo universal. Evidentemente es una lectura que es reactiva, una interpretación de los matemas del lado izquierdo, dicho de otra manera, no hay x que invoque la función fálica. De ahí las dos actitudes posibles: probar lo contrario, lo que llevará a la histérica a hacer valer su falicismo de dos formas posibles: la forma clásica y también la homosexualidad, de la cual les dije ayer que era muy difícil distinguir – la homosexualidad femenina – de la estructura histérica, porque es evidente que la homosexual mujer viene de alguna manera a probar que esta escritura no vale para ella. Pero una vez más, es una escritura fallosa y la va a escribir otra vez de una manera fallosa, existe un x Φ de x, dicho de otra manera, ella, en posición de excepción, se hace valer en la función fálica y diría que con mucha más tranquilidad que el hombre, puesto que, finalmente, ¿qué es lo que va a retenerla?, ¿no es cierto?, en esa posición de excepción viril. Con seguridad ella es el mejor hijo del padre, y con mucho. La otra vertiente que no sería la de la impugnación, sería la vertiente depresiva, en la cual, el sujeto histérico se vive a partir de esa escritura que he propuesto arriba: no hay x Φ de x, a partir de la cual se vive de un modo depresivo lo que es interpretado como una privación, que es lo que evocaba ayer. Ustedes ven cómo, aún podemos, hoy en día, hay que decirlo, retomar ese cuadro de la sexuación que todavía no ha terminado de darnos toda su riqueza.
Si ustedes quieren, en el punto en el que estamos, les propongo que si no están de acuerdo me lo digan.
I. Sandoval.- Se me ocurre que podría haber tal vez otra lectura posible para esta primera fórmula que usted ha escrito: no hay ningún x Φ de x, y podría ser tal vez una relacionada con la perversión en relación con el manifiesto sadiano por ejemplo en La filosofía en el tocador . Podría tener que ver con la perversión tal vez.
Dr. C. Landman.- En efecto, es una pregunta, voy a intentar reflexionar sobre eso. ¿Cómo situar la segunda forma de la histeria? Porque acá, todavía, nos hemos detenido en la primera forma. Es la forma que consiste, a partir de esa lectura fallosa, en que no habría para una mujer relación con el falo, relación con la función fálica, volviéndose completamente del lado del Otro. Creo que es lo que Melman entiende por esa segunda forma de histeria femenina, es decir, de avalar sin protesta esa lectura fallosa y extraer las consecuencias extremas. Hay que decir pues, lo que es ser halado hacia un extremo. Escuchen, les propongo que hagamos una pausa y podemos retomar después, verificando juntos si esas escrituras nos ayudan en la clínica y en la lectura del seminario de Melman. Entonces, ¿nos damos 5 minutos?
Dr. C. Landman.- [Después de un receso] Entonces, antes de dar la palabra a Iván a quién pedí desarrollar sobre la segunda fórmula de histeria femenina y su relación con la perversión, quisiera traer a colación una precisión sobre lo que acabo de aportar. Porque no quisiera que el peso de la falta, el peso del error, el peso de la ceguera, sea llevado exclusivamente a la vertiente femenina, eso sería de cierta manera, si debiera entenderse así, sería darle más cuerpo a la posición histérica de la cual ustedes saben que la posición histérica se atribuye la falta, es decir, en otras palabras si eso no funciona, es decir que si hay algo que no funciona en el Reino de Dinamarca, es su culpa. Yo no quisiera dar más cuerpo a la posición histérica y me apresuro entonces a hacer valer lo que ya dije y es que ese error de lectura, responde, responde digo bien, a una ceguera del lado viril, es decir del lado hombre, al todo universo, a lo universal. El cree en él con mucha frecuencia, en otras palabras, la reacción histérica que he escrito en esa forma es la respuesta a esa pretensión del lado viril, es la manera que tiene un sujeto femenino pero también hay otras y gracias a Lacan podemos imaginar a aquella que tiende al todo, es una forma de decir « no, no es enteramente así », salvo que esa respuesta se produce de una manera competitiva, es decir, intentar hacer valer otra modalidad del todo, de allí la paz habitual de la conyugalidad, he ahí, ya está. A una ceguera le responde otra ceguera, a un error lógico le responde otro, a un desconocimiento de lo que son las leyes de lenguaje de un lado, responde otro desconocimiento del otro lado, ya está. Era una precisión que quería hacer y no para desplegar la alfombra roja ante las señoras, espero que lo hayan entendido así, es decir que no hay un lado malo y un lado bueno.
Entonces si usted quiere Iván, ¿podría aportar algunas precisiones, algunas elaboraciones suplementarias a lo que usted planteó como pregunta?
I. Sandoval.- Bueno, no sé si tengo la capacidad de aportar a la elaboración más que a la confusión. Pero la cosa es que este tema de la segunda forma de la histeria, desde que fue propuesto el año pasado, y la he estado revisando en el seminario de Melman, me ha resultado difícil de entender, me parece compleja, no porque no se la pueda ubicar en la clínica en esas manifestaciones extremas, sino en este planteamiento de esa barradura que no procede del Otro sino de sí mismo. Entonces, yo con esto inclusive y con el debido respeto, me he dicho ¿será que Melman se está inventando algo que ya está desde el comienzo de los tiempos? Porque antes del psicoanálisis ya estaban las histéricas, las primeras y las segundas formas de histeria, inclusive se dice que las histéricas inventaron al psicoanalista ¿no?.
Entonces, yo estaba pensando en todo eso, y ayer cuando yo planteaba el asunto de las histéricas en relación con la causa social, política, etc., en esta segunda forma de la histeria, yo estaba pensando mas bien en el cuadro de la sexuación, en ese vector que va del L hacia arriba, hacia el significante de la falta en el Otro, y entonces, bueno Anna O., ¿ o cualquiera no? Pero a la vez ayer me fui pensando también en ese sentido, yo a veces pienso como médico en términos de la situación paradigmática, o el caso paradigmático, estaba pensando en algo que yo invito a los estudiantes a ver o a reflexionar, y es una novela clásica francesa del siglo XVIII, me parece, y creo que es más fácil la película, las « Relaciones peligrosas » de Pierre Chordelos de Laclos, en donde hay este personaje de la marquesa encarnado en Glen Close que es una mujer terrible, malvada, perversa y que tiene este duelo con Valmont, el principal personaje masculino. Entonces, la cosa suena más o menos como que ella puede ganarle en todos los campos, puede derrotarlo en cualquier guerra que se proponga. Y entonces cuando usted propone esta escritura de la parte derecha, esta nueva escritura, yo pienso que es esta segunda forma de la histeria, tal vez, pero posible sólo a través de la perversión o en la vía de la perversión. Y entonces, pienso en este personaje de la novela, en la marquesa, en su posición, sus discursos, cómo esa mujer puede ser muy « sexual » entre comillas, es decir, acostarse con todos los que a ella le parecen, tan distinta de Anna O., pero a la vez esa que puede ser incluso más hombre o más viril o más macho que cualquiera de los hombres, puede ganarle a Valmont o a quién quiera en el terreno que le parezca. Entonces, me parece que en esta relación de la segunda forma de histeria existe la posibilidad de que salga a través de la perversión, porque desde el primer día yo estaba pensando ¿por qué segunda forma de histeria? ¿Por qué no hablar directamente de psicosis? Porque como que eso suena a psicosis, a la psicosis femenina.
Ahora, están descritas distintas formas de la histeria, hay una autora americana, clásica de los años 50 y 60, de la IPA americana que se llama Elizabeth Zetsel que hablaba de al menos dos formas de la histeria, la una era la que ella llamaba la so called good hysteric , la así llamada buena histérica, que es la histérica que busca en el otro lado lo que a ella le falta, es la histérica seductora que se pone en la posición del objeto causa de deseo y la que es como Susanita de Mafalda, que quiere casarse y tener hijitos y esa cosa, pero así mismo al perverso se le hablaba de la otra histérica, una histérica que puede ser homosexual, que puede tener una conducta viril o que, aunque no sea necesariamente homosexual, va a pelear contra los hombres, histérica con algo de virilidad según Zetzel. Entonces, en sus términos, la denomina como la histérica de mal pronóstico, ¿en términos médicos no? Bueno, eso es lo que habíamos comentado en el receso con usted y es lo que se me ha ocurrido.
Dr. C. Landman.- Muchas gracias Iván por esas precisiones. No sé si eso va a aportar esclarecimiento o confusión, pero por mi parte, me regocijo en todo caso de que el diálogo que podemos tener, sea precisamente en referencia al sujeto de la ciencia, es decir, que es un debate científico. ¿Qué quiere decir un debate científico? Quiere decir que en su argumentación el sujeto no hace prevalecer su fantasma, no hace prevalecer su singularidad y al respecto le agradezco este diálogo posible y agradezco también a cada uno de los que han querido plantear preguntas, porque me ha parecido justamente, que los que planteaban preguntas estaban en el punto de no hacer prevalecer, digamos, justamente su subjetividad histérica. Entonces, lo que tiene que ver con lo que acaba de decir Iván, es decir, la cuestión de la perversión femenina, he apreciado mucho que usted diga que habría una segunda forma de histeria por vía de la perversión. Como se lo hice notar en privado, esa perversión no sería sino un vehículo de la histeria, es decir, una vez más como lo encontramos en la histeria, una dimensión seudo, seudo perversión como hay seudo psicosis, es decir, esos son vehículos, vía la perversión, vía la psicosis, por los que la histeria se manifiesta, es lo que hemos llamado clásicamente el polimorfismo de la histeria.
Pero a pesar de todo, creo que es importante para nosotros ir más lejos de esa definición de histeria, más allá de ese polimorfismo e intentar, gracias a estas escrituras, aprehender bien lo que tiene que ver con la estructura y no contentarse con la fenomenología. En efecto, puesto que si nos referimos únicamente a la fenomenología, todo es susceptible de confundirse, ya no sabemos de lo que hablamos, creo que es eso lo que representa el costo de la referencia a la estructura, eso es lo que da valor a la referencia de la estructura.
Es decir, ¿habría preguntas en relación a lo que Iván ha desarrollado o en relación a las fórmulas o escrituras que he propuesto? Yo encuentro que lo interesante en esas escrituras, es que ponen en evidencia la dimensión de la excepción, excepción que si me atrevo a decirlo así, es la regla de la histeria, y ustedes pueden ver quizá mejor, gracias a estas escrituras lo que dice Melman, lo que tiene que ver con la vecindad de la histeria, la vecindad topológica con el al menos uno . Entonces si ustedes no tienen preguntas. ¿Sí? Ah! Ya está.
Isabel Durango.- Usted había dicho ayer que en la psicosis el significante se hace signo. Lacan en el Seminario XX, cuando se refiere a la posición femenina y al Otro goce, él dice que el significante sin significado hace signo en el cuerpo. ¿Qué podría decir usted sobre este otro goce en la mujer y también en relación con la psicosis?
Dr. C. Landman.- Gracias por su pregunta. Me parece totalmente esclarecedora esa cita de Lacan, ese significante que hace signo en el cuerpo. Creo que lo que evoqué un poco ayer, es decir que lo que se da a leer, hacia lo que Freud fue sensible, son los signos en el cuerpo de la histérica, salvo que – y es ahí que Freud de alguna manera retoma las cosas – él ha retransformado a esos signos para concederles el valor de significantes, es decir que él no se quedó, no se detuvo en el enigma del signo, porque un signo es para alguien, eso hace signo para alguien, de otra manera, para el pequeño otro, en general al compañero, pero es también un llamado al Gran Otro. La histérica hace signo de su sufrimiento, al traducir esos signos en significantes, al volverle a dar esa dimensión discursiva, esa dimensión de habla, fue el mérito de Freud, fue también el límite de lo que él pudo haber pensado que era el inconsciente, límite que él reconoció en 1920, es decir que lo que él había tomado primero por el inconsciente se dio cuenta de algún modo, que ahí todavía se trataba de un seudo inconsciente y que creo que si no hubiésemos tenido paralelamente al trabajo de Freud de las histéricas, si no hubiésemos tenido paralelamente a ese trabajo de la histeria el trabajo que él hizo sobre sus propios sueños, sobre sus propios lapsus, sobre sus propios olvidos de nombre, hubiésemos pasado, es decir, él hubiese pasado por alto lo que constituye verdaderamente la organización del inconsciente.
Dejo eso eventualmente para una próxima vez, y vuelvo, si ustedes quieren, a la cuestión del goce del Otro. Cuando el presidente Schreber nos dice que es esencial estar en concordancia con el orden del universo, voy a citar al presidente puesto que se lo merece: « ¿De qué se trata esa concordancia con el orden del universo? », nos lo dice al principio del capítulo 5. Dejo de lado el principio… y evoca las intenciones del profesor Flechsig sobre las cuales él nos dice que no son puras y para entrar en los detalles de la naturaleza de las voces interiores él evoca, lo voy a citar: « esa tendencia a mi juicio inmanente al orden del universo, que conlleva la necesidad de llegar en ciertas circunstancias a la eviración, transformación en mujer del ser humano visionario que ha entrado en el comercio, en un comercio a partir de ahí, imposible de suspender con los nervios divinos… », es decir, eso que le parecía al principio contrario, atentatorio al orden del universo, puede convertirse en ciertas circunstancias conforme con el orden del universo. Entonces se ve bien que, lo que entiende Schreber por conformidad con el orden del universo, tiene que ver con la posición sexuada: hombre o mujer. Ustedes saben que Schreber va a resolver esa cuestión, esa pregunta, ¿si?, en forma delirante, hermafrodita siendo a la vez hombre y mujer. Si seguimos al presidente Schreber, la conformidad con las leyes del lenguaje consiste en ubicar también la forma de situarse, de identificarse con una posición sexuada.
Voy a intentar retomar esa cuestión de la identificación sexuada a partir de la escritura del matema del discurso:
que es un todo susceptible de ser puesto en perspectiva con el cuadro de las escrituras de la sexuación. Parece que hay dos formas de identificarse: la primera es una identificación al S1 y, la segunda es una identificación al S2, es decir, estar representado por un sujeto, es decir un sujeto representado, ya sea por S1, ya sea por S2. Se puede decir simplemente que, habitualmente del lado hombre esa identificación es la del S1. ¿Que implica esa identificación al S1? Eso implica primeramente una valorización narcisística y, en segundo lugar, el abandono del goce del cuerpo. Del lado de la identificación con S2, habitualmente femenina, de algún modo se vuelve difícil, curiosamente, la posición narcisística, pues está mucho menos asegurada para una mujer que para un hombre, lo que hace que una mujer tenga que hacer tanto esfuerzo para hacer valer su narcisismo, pero al mismo tiempo, ella no está obligada a abandonar ese goce del cuerpo. Eso que en efecto quiere decir, que ella puede tener al mismo tiempo, el goce del cuerpo y el objeto, el objeto que va a ser el objeto de su fantasma, fantasma femenino, que no es el objeto a minúscula y del cual les propongo considerar que ese objeto es lo que hace Uno, es decir, en este caso, el falo, es decir, el objeto viril, el objeto sexual masculino; mientras que del otro lado lo que se busca, el objeto que es buscado en una mujer es el objeto a minúscula.
Ustedes ven cómo hay ahí un quiasma de la sexuación y de las fórmulas que he escrito aquí en la pizarra, del cual quisiera proponerles un comentario respecto de la diferencia acordada, de la diferencia de valencia que hay que acordar a la cópula, la cópula que es el verbo ser, y en francés hay algo interesante que no tenemos en el idioma español que es el par: « est » como el verbo ser y « et » que corresponde a la partícula « y ».
Para todo x es Φ de x, ustedes ven la dimensión afirmativa indiscutible en esa pareja del verbo ser: todo x es Φ de x, con seguridad eso afirma su ser. Evidentemente es una locura, puesto que a ninguna persona se le puede asegurar su ser. Hay al menos una fuerza de afirmación en esa cópula del verbo ser que permite medir lo que recordaba hace un rato y es que, a partir del momento en que un hombre acepta la castración, está asegurado en su imagen que es el ser de su atributo y su atributo es el hecho de lo que ese atributo le da cuerpo y lo reconforta en el narcisismo de su imagen viril. Mientras que si leemos lo que se escribe para una mujer, no todo x es Φ de x, ahí ven ustedes que a nivel de la cópula hay mucho menos afirmación que en la utilización de la cópula precedente, no todo x es Φ de x… ¿Se escucha eso en español? ¿Se escucha en español, esa diferencia de valencia de la cópula, de la pareja del verbo ser?(8) Yo no sé si ustedes lo oyen en español, no me puedo dar cuenta, en todo caso es evidente en francés, la dimensión del ser está aquí menos afirmada, lo que nos remite a lo que decía hace un rato, es decir, la fragilidad y precariedad de la imagen femenina, a menos por supuesto, que una mujer escoja la posición homosexual, mediante la cual ella estará mucho más reafirmada en su narcisismo que cualquier hombre.
Ven cómo, mediante la lectura de estos pequeños matemas, se puede abrir el campo de la clínica y la diferencia que hay entre la posición femenina y la posición viril. ¿Qué quiere decir esta afirmación difícil del lado del ser, del lado femenino? ¿Es una duda de los atributos femeninos?¿Acaso esos atributos son siempre susceptibles o capaces de valer como atributos?, y ¿cuáles son esos atributos? Para un hombre es mucho más simple por supuesto, lo que también tiene consecuencias, diría, en la forma en la cual una mujer habla, en la cual ella entra y sostiene un discurso, habitualmente en un modo que es rara vez afirmativo o entonces en un modo demasiado defensivo, que resulta ser demasiado afirmativo. En una mujer hay duda sobre la atribución del juicio de lo que está bien o no lo está, qué es lo que hay que tomar o qué es lo que hay de desechar. Para una mujer inclusive, hay una dificultad para concluir, justamente para puntuar una frase con el punto final, porque justamente, poner un punto final, quiere decir descartar un cierto número de sentidos y escoger uno.
Evidentemente, no les voy a decir lo que se produce para un hombre, pero es cierto que una forma de escepticismo no es raro en el discurso femenino, pero, una vez más, convendría quizás que se oiga como una respuesta a la pretensión de un hombre de una afirmación demasiado zanjada. He ahí sobre lo que voy a terminar, por mi lado, hoy día, es decir, es un punto final, pero es una conclusión provisional. Bien, ya está, muchas gracias.
M. Aguirre.- Bueno, prefiero decir, después de lo que acabamos de oír, que es Claude Landman el que puso ya el punto final, dado que a mí se me haría más difícil.
Dr. C. Landman.- ¡Eso es! Bien Marlene, ¡Muy bien!
M. Aguirre.- Cómo no agradecerle a Claude la forma de trabajo, que nos dispensa, que nos hace posible, enlazando el Encuentro anterior con este. Tenemos mucho trabajo, lo venimos enlazando en nuestros grupos. En esta ocasión ha sido intenso, muy rico, ha despertado nuestra atención, me refiero a la mía en particular. Podría resaltar muchas cosas, pero son dos realmente, entre ellas, que me interesaría enfatizar, una, en la que nos requirió a los psicoanalistas como aprendices, con lo que estaríamos en esa línea de Lacan, de analistas como analizantes; aprendices en esta ocasión de los pacientes psicóticos, aprendices de Schreber; y por otro lado, la referencia a salir de las frases, de las palabras lapidarias, lo que significa trabajar y trabajarnos más en lo que leemos y decimos. Gracias Claude y gracias a todos los aquí presentes por su asistencia, espero que nos veamos esta tarde, noche, en la Universidad Católica, para escucharle a Claude en la conferencia abierta al público.
Les hacemos saber finalmente, aunque creo que ustedes ya estaban en conocimiento, que el material del trabajo del Encuentro anterior ya está a disposición de todos ustedes en el site, dentro de la página de la Asociación Lacaniana internacional en la sección Ecuador, y continuaremos en el esfuerzo de trascripción del material de este Encuentro para que aparezca allí. Y bueno, y cómo no, gracias a Iris por este esfuerzo de traducción, es realmente un trabajo y lo haces tan bien.
I. Sánchez.- Gracias a todos, es un placer poder contribuir de alguna forma al trabajo que estamos haciendo.
M. Aguirre.- Agradezcamos finalmente a la Alianza Francesa, que desde algún lugar nos escucharán.
Notas :
* Traducción simultánea: Iris Sánchez.
Trascripción: Francisco Jaramillo y Carlos Tipán.
Edición: Marlene Aguirre
Colaboraron en la lectura final: Iván Sandoval e Iris Sánchez.
(7) Descendientes de Atreo, primer rey mítico de Esparta y Micenas.
(8) N.de E. En francés, « est » y « et » suenan igual.