Oquedad (fr : béance)
26 juin 2000

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GÉRATE MARTINEZ Ignacio
International

La locución ‘hiancia’  no se puede construir en el idioma
castellano. Traducir o trasladar la palabra ‘béance’ a nuestra
lengua respetando su raíz, es harto difícil ; incluso en
francés, el verbo de donde proviene, a través de ‘béant’,
‘BAYER’, variación de ‘BÉER’, es de uso escasísimo,
pues sólo se encuentra en la expresión « bayer aux corneilles »
(quedarse boquiabierto), y aún, las más de las veces, su
ortografía –en el uso corriente– se desliza hacia ‘bâiller’
(bostezar).

Es más usual ‘béant’ que aparece en francés
en 1544, y significa abierto de par en par, y refiere la amplitud de
abertura de ciertas cavidades tanto la de un precipicio como las
de los ojos o de la boca, que también se pueden referir de este modo
(‘gouffre béant’, ‘yeux béants’, ‘bouche
bée’…).

Se encuentra ‘béance’ menos a menudo, aunque desde muy antiguo,
hacia 1200, curiosamente con sentido de intención o deseo. Vuelve
a aparecer esta locución ya en el siglo XX, aunque rara vez y en uso
literario sólo (« une béance énorme », CÉLINE)
o en el lenguaje médico, para designar la abertura anormal de un orificio .

El verbo BAYER (estar abierto) como también BÂILLER (bostezar),
viene del latín popular BATÃRE verbo onomatopéyico que
expresaba el ruido que se hace al abrir la boca. BÂILLER deriva –según
Wartburg– de BATACULARE, frecuentativo de BATÃRE. BÂILLER
ha dado ‘bâillement’ (bostezo) y ‘bâillon’ (que
impide cerrar la boca o sea ‘mordaza’).

En castellano –nos indica Corominas– el verbo BATÃRE ha dejado
sólo dos locuciones : ‘badal’ y ‘bahía’
(cuyo origen es menos evidente) ; ‘badal’ es ‘bozal para
que alguien no pueda hablar’ o ‘para que un animal no pueda comer’,
transita del latín por el catalán ‘badar’ (abrir la
boca), dando ‘badall’ y su forma castellana por transformación
de la ‘ll’ en ‘l’.

La versión más ordinaria que encontramos en las traducciones
de Lacan al castellano es, como ya hemos dicho, ‘hiancia’, término
extraño, que no recoge la Academia (hiante, hiato), ni M. Moliner,
ni R. Barcia yendo por lo antiguo. No se entiende el constructo, salvo por rimar
el culto ‘hiato’ con ‘béance’ (como ‘rance’
da ‘rancia’) o algún garabato retórico del mismo estilo.
Es cierto que ‘hiato’ (de HIATUS, HIARE) habla de separación,
pero por el hecho de ‘rajarse’ ; refiere pues, más la
acción que el resultado, y, desde ahí, abertura
significaría igual pero más fácil. Se hubiese podido elegir,
en vez del bárbaro ‘hiancia’, el cultismo botánico ‘dehiscencia’
(también de HIARE), en un abrirse anteras y pericarpios y naturalmente
hubiese dado más fruto.

« Sé muy bien que por ahí me meto en un terreno que, desde
el punto de vista de la crítica filosófica, no deja de evocar
todo un mundo de referencias, lo bastante como para que dude entre cual de ellas
–tendremos dónde elegir. Mi auditorio se quedará ayuno, por
lo menos parte de él, si me contento con indicar que, en el
Ensayo
sobre las magnitudes negativas de Kant, podemos captar lo mucho y lo de cerca
que se acota la oquedad que la función de la causa ofrece desde siempre
a cualquier intento de aprehensión conceptual. En este ensayo se dice
casi que es un concepto, al fin y al cabo, inanalizable –imposible de comprender
por medio de la razón– si es cierto que la regla de la razón,
la
Vernunftrsregel, es siempre una especie de Vergleichung, es
decir equivalencia– y que, esencialmente queda, en la función de
la causa, cierta oquedad, término empleado en los
Prolegómenos
del mismo autor. … » 

Lacan dice que toma ‘béance’ de su equivalente alemán
empleado por Kant en los Prolegómenos. No hemos logrado encontrar
su referencia, a pesar de nuestro cuidadoso recorrido por la Kant-Konkordanz .
Si nos atenemos al contexto que relata, si que encontramos, sin embargo, dos
fragmentos que nos parecen entrar de lleno en la problemática referida
por Lacan.

El primero es el de los postulados del pensar empírico :

« El principio de continuidad prohibe en la secuencia de los fenómenos
(de los cambios) todo salto (
in mundo non datur saltus), pero también
en la esencia de todas las representaciones empíricas del espacio [se
entiende, prohibe] toda laguna o hiato  entre dos fenómenos (
non
datur hiatus) ; así pues se puede enunciar el principio que
en la experiencia nada puede ocurrir que experimente un
vacuum o que
siquiera lo permita formando parte de la síntesis empírica. » 

El otro es de los conceptos de la razón pura :

« Así pues, por muy alto que sea el grado en que la humanidad
deba permanecer y por muy grande que sea el abismo (
Kluft) que necesariamente
hay entre la idea y su realización, nadie la puede ni la debe determinar
precisamente porque se trata de la libertad que puede sobrepasar cualquier límite
asignado » 

Si nuestra búsqueda es acertada, el término que Lacan recoge
para producir su « béance » es el « Kluft » con el que
Kant traduce al alemán el « hiatus » latino, y que connota la
ruptura, la desgarradura, la sorpresa, el salto inesperado en el orden de una
continuidad…

Pero Lacan no « filosofa », utiliza la filosofía para desvelar
en sus entresijos, los vacíos, las paradojas, las aporías que
convierten la investigación erudita en mito fundador de la ciencia,
lejano, muy lejano de la verdad.

En alemán ‘béant’ se dice ‘Klaffend’, y sima
se dice Kluft, cavidad se dice « Hohle ». Kant reúne las
dos locuciones en un curioso texto en donde redacta un programa de enseñanza ,
y usa juntos los dos términos.

En conclusión, nos parece que si, entre la idea y su realización
hay un abismo (Kluft), entre el símbolo y su causa hay una oquedad,
parecida al ombligo del sueño.

En nuestra opinión –y en espera de poder confirmar lo que por el
momento son sólo suposiciones– hay que recoger el deslizamiento
que se opera en Lacan entre su lectura de Kant y la de Freud, lo mismo que en
el concepto « corps morcelé » se opera un deslizamiento de los
miembros a los fragmentos. Si la ‘béance’
naciese de un hiato (cosa que por ende sucede con casi todas las oquedades),
a medida que pasamos de la exégesis filosófica a la experiencia
del análisis
, la falla se hace hueco, « béance »,
oquedad, ombligo que Freud refiere a propósito del sueño.

Esta oquedad, es para Lacan, noción fundamental por situar –fuera
de la filosofía, pero manteniendo con ella una relación de rebeldía
oblicua– la imposibilidad de encontrar un sentido último escondido
tras el velo del lenguaje : …al levantarse el telón se dieron
cuenta que detrás de la cortina sólo había un vacío….

Por eso continuará su exposición indicando la diferencia esencial
entre la función de la causa y las leyes físicas :

« …[la causa] se distingue de lo que hay de determinante en una
cadena, o sea de la ley. Para ejemplificarlo, piensen en lo que se muestra en
la ley de la acción y de la reacción. Aquí, si quieren,
todo es de una pieza. Lo uno no va sin lo otro. Cuando un cuerpo se aplasta
en el suelo, su masa no es la causa de lo que recibe en retorno de su fuerza
viva, su masa está integrada a esta fuerza que le vuelve para disolver
su coherencia por un efecto de retroacción. Aquí no hay oquedad,
a no ser al final.

Por el contrario, cada vez que hablamos de causa, subsiste algo anticonceptual,
indefinido. La fases de la luna son la causa de las mareas – ¡Mira
qué gráfico queda!, y con ello sabemos que la palabra causa está
bien empleada. O también, los miasmas son la causa de la fiebre –eso
tampoco significa nada, hay un agujero, y algo que se pone a oscilar en su intervalo.
En resumen, no hay más causa que la causa de lo que falla. » 

, dice Lacan, y traducimos « cloche » por ‘falla’ en recuerdo
de su (ello fracasa o falla ). Porque el ‘cojear’ que
metaforiza el verbo ‘clocher’  es una percepción indefinida
equivalente del ‘ahí hay algo que no rula’. Esta ‘clocherie’,
esta disimetría de la realidad que nos señala y localiza un fallo,
un defecto del constructo general, no da más indicaciones ; sabemos
que hay algo que no rula, pero no sabemos ni cómo, ni dónde, ni
porqué –ignoramos del todo la función de la causa– por
eso traducimos el por ‘se oyen siempre campanas y no se sabe dónde’
–juega Lacan con el sentido propio de ‘cloche’ (quelque chose
qui cloche
[algo que falla o que no rula]), y el de ‘clocherie’
(que nunca se usa en francés en este sentido) pues, como en la « Closerie
des Lilas » que viene de « clos » [cerrado], clocherie refiere
un lugar de campaneo o de campanillas.

Con este juego Lacan introduce la ruptura (el hiato), en psicoanálisis,
entre el síntoma y su causa , porque –por mucho que se recorra,
en el campo de la palabra, la articulación del síntoma con la
historia del sujeto– subsiste un punto, un punto ciego, un vacío,
una oquedad en donde la neurosis se anuda con lo real, con algo real
que no tiene porqué estar articulado :

« ¡ Pues bien ! el inconsciente freudiano se sitúa
en el punto hacia el que quiero que apunten por aproximación, punto en
que, entre la causa y lo afectado por ella, se oyen siempre campanas y no se
sabe dónde. Lo importante no es que lo inconsciente determine la neurosis
–aquí Freud se lava las manos como Pilatos y tan a gusto. Cualquier
día de estos quizá se descubra algo, determinantes humorales,
qué más da –a él le da lo mismo. Porque lo inconsciente
nos muestra la oquedad por donde la neurosis empalma con algo real– algo
real que perfectamente puede, a su vez, no estar determinado. » 

Lo que se haga con esta oquedad determinará de manera precisa el campo
en donde nos situamos. Si se obtura, si se colma, por mucha tierra que
se le eche encima, quedará siempre esquirla, o huella, cicatriz
al cabo, porque el hueco que está detrás del velo, de la cortina,
es la huella de un deseo nonato, no realizado, reprimido o vedado
en el instante en el que iba a nacer.

« Algo pasa en esta oquedad. ¿ Acaso se cura la neurosis taponando
este hueco ? A fin de cuentas, la pregunta sigue en pie. Solo que la neurosis
se convierte en algo distinto, a veces simple handicap, cicatriz, como dice
Freud –cicatriz de la neurosis no, de lo inconsciente. Esta topología
no se la estoy destilando a ustedes muy magistralmente, porque no me da tiempo–
salto dentro a pies juntillas, y creo que se sentirán guiados por los
términos que voy introduciendo cuando vayan a los textos de Freud. Vean
de dónde parte –de la
Etiología de las neurosis
y ¿ qué es lo que encuentra en el agujero, en la hendidura,
en la oquedad característica de la causa ? Algo que es del orden
de lo
no-realizado.

Se habla de rechazo. Y eso es darse demasiada prisa –además
desde hace algún tiempo cuando se habla de rechazo, no hay quien sepa
lo que se está diciendo. Lo inconsciente se nos manifiesta primero como
algo que se queda en espera en el área de lo nonato, diría yo.
Que la represión vierta ahí dentro alguna cosa no es de extrañar.
Tal es la relación con el limbo de la fabricante de ángeles (la
abortadora).

Esta dimensión se tiene que evocar ciertamente en un registro que
no es el de lo irreal ni el de lo desreal, sino el de lo no-realizado. …/…
Aquí los discursos no son todos inofensivos –incluso el discurso
que sostuve los diez últimos años encuentra por ahí algunos
de sus efectos. No en vano, incluso en un discurso público, se apunta
a los sujetos y se les da en lo que Freud llama el ombligo –ombligo de
los sueños, escribe para designar, en última instancia, su centro
hecho de incógnita– que no es sino, como el ombligo anatómico
que lo representa, la oquedad de la que hablamos.

…/…

Esta dimensión de lo inconsciente que yo evoco se le había
olvidado al verdadero decir , como Freud había previsto perfectamente.
Lo inconsciente se había cerrado sobre su propio mensaje gracias a los
cuidados de esos ortopedas activos en que se convirtieron los analistas de la
segunda y de la tercera generación, que se dedicaron, al psicologizar
la teoría analítica, a suturar esta oquedad.

Estén seguros de que yo no la abro nunca sin cautela. » 

Esta manera de situar la oquedad en que culmina la búsqueda de la
función de la causa
–y merecía la pena citar in extenso
el párrafo–, nos parece muy clara y pensamos que constituye,
en Lacan, un concepto fundamental a través del que su concepción
de lo inconsciente se encarna en la teoría freudiana y, al mismo tiempo,
cobra un carácter específico a partir de las categorías
de lo real, lo imaginario y lo simbólico. Por lo menos tal es el sentido
que le atribuímos al hecho de que Lacan repita –sin citar la palabra
oquedad– la misma frase al indicar, en los Écrits, su designio :

Este efecto de verdad culmina en un velado irreductible en donde se marca
la primacía del significante, y sabemos por la doctrina freudiana que
no hay nada de lo real que participe en ello tanto como el sexo.

Pero el sujeto sólo encuentra su asidero de manera sobredeterminada :
el deseo es deseo de saber, suscitado por una causa conexa a la formación
de un sujeto, con lo cual esta conexión se sujeta al sexo sólo
en un envés oblicuo . Expresión en donde se reconoce la topología
con la que intentamos ceñirnos a ella. »