Noticias de la verdad
15 septembre 2024

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THIBIERGE Stéphane
Editos

 

Pero en realidad, ¿qué es de ella?

 

 

Sin duda el psicoanalista sabe algo de eso, puesto que él trabaja cada día con ella.

 

La encuentra en cada paso de su práctica, desde que invita a alguien a decir lo que hay, lo que no funciona, lo que le plantea dificultad: en otras palabras, cuando lo invita a hablar. Con la palabra la verdad entra en juego.

 

 

El acto del psicoanalista abre eso, esa boca, ese agujero de sombra.

 

 

Tanto como decir que hay algo que hacer, puesto que es precisamente lo que, hoy en día, vienen a taponar los enunciados en masa de las ideologías, de las religiones, de las consignas, de todos esos saberes de respuestas hechas para cerrar el agujero. ¿Habría que subrayar que estamos saturados con eso?

 

 

Esas respuestas se lanzan siempre en nombre de la verdad, pero son esencialmente enunciados que esas respuestas hacen pasar en nombre de esto: la verdad de un sentido y de un sentido pleno, sin falla, ideal – imaginario en una palabra (no debe confundirse con lo irreal).

 

 

El individualismo que la época reivindica resume a su más simple expresión este sentido único: es el yo, formación por excelencia del imaginario, total y totalitario, y apropiado para propagar horizontalmente cualquier sentido como verdad, con tal de… que haga sentido.

 

 

Se puede producir algo de sentido como verdad total con cualquier enunciado, inclusive con aquellos del psicoanálisis. Los enunciados de Freud, tan constantemente orientados por la preocupación de mantener la apertura de la verdad; regularmente los discípulos en busca de religión los han vuelto a cerrar, como Jung por ejemplo, no obstante discípulo brillante, o los intentos contemporáneos de mostrar de qué manera el psicoanálisis sería soluble en la ideología.

 

 

Es cierto que la ciencia no parece estar tomada en estas dificultades. Pero es porque ella no tiene ninguna necesidad de la verdad:  le es suficiente con ser válida, es decir, correctamente escrita. No se pide de una ecuación si es verdadera sino si es justa, es decir bien escrita. Se comprende que la ciencia pueda ser hoy en día un referente en todos lados, inclusive en las ciencias llamadas “humanas”: fuera de verdad, ella se ofrece para servir a cualquier potencia, y en primer lugar a la del yo (es el cuerpo aumentado, por ejemplo).

 

 

Melman solía decir de Lacan que él era un amante de la verdad… y de hecho, él nunca dejó de reabrir esa dimensión esencial del psicoanálisis, cuando después de Freud estaba cerrándose. Lo hizo sobre todo señalando que para el cuerpo hablante, para el hablaser, la verdad no es una sustancia, un sentido o un enunciado sino, primeramente, un lugar: el lugar de lo que reprime aquello que comanda en un discurso. Debido a esto la verdad está necesariamente enlazada a un cuerpo, al goce de ese cuerpo, y al discurso que organiza ese goce.

 

 

Articulada así, ella nunca es toda entera, puesto que indica al sujeto, lo que ella aproxima, no es un sentido, sino el real con el cual ese cuerpo tiene que vérselas, comenzando por la muerte como lo señalaba Freud, lo que no la hace necesariamente muy simpática… Y con ese real, no hay ningún medio para el hablaser para hacer de él un enunciado o un sentido cerrado, puesto que es más bien de ahí que viene su palabra, siempre de nuevo, desde que él habla.

 

 

Volver a poner en juego la verdad para un sujeto, esa relación con el real que lo hace hablar, es la pregunta que el psicoanalista vuelve a abrir cada vez, y trata de mantenerla abierta: él invita así a aquel o a aquella, que se compromete en el análisis, a ya no tomar como evidencias los hábitos de su goce y del lenguaje que los gobierna.

 

 

He ahí algunas de las preguntas refrescantes que hemos podido volver a abrir en la lectura del seminario de El revés, en Niza al final del mes de agosto.

 

 

¡Buena reanudación después de las vacaciones!

 

 

Stéphane Thibierge

Presidente de la A.L.I.

 

 

Traducción: Iris Sánchez