Marlene Aguirre. – Vamos a retomar el trabajo. Claude nos había dicho que iba a partir de dar respuesta a algunas de las preguntas que se hicieron, pero si hay alguna pregunta nueva que se quisiera plantear en este momento para incluirla… Sí, Astrid.
Astrid Dupret. – El tema que me gustaría que se hablara es sobre psicosis infantil, lo que Bergès habla de inscripción simbólica o ausencia de inscripción simbólica en la psicosis infantil.
Fernando Balseca. – Esta mañana me quedé con la sensación de que el Dr. Landman abrió un abánico muy amplio y bueno, sabemos la limitación de tiempoy, como son dos sesiones más, no creo que se pueda abarcar. Mi interés personal es esto que anotaba Marlene en la introducción sobre el conocimiento paranoico, de la autonomía del yo en la psicosis y eso relacionado con la transferencia, porque si abrimos todo el abánico se van a tomar muchos temas sin profundizarlos, esa es mi inquietud.
Cecilia Sosa. – Quiero hacer una pregunta en relación al texto de Melman, que se refiere a lo que él llama la segunda forma de histeria, tal vez usted podría hablar un poco más de esto, y también mi pregunta sería si se habla de una segunda forma de histeria se hace referencia a una primera forma ¿cómo se podría articular esto y cómo entenderlo?
Dr. Landman. – Intentaré retomar la pregunta del Dr. Sandoval sobre la cuestión de la inversión de la demanda, en ese artículo al que Marlene se refería esta mañana ella mencionó, en efecto, la transferencia sobre el saber, en consecuencia, transferencia del analista sobre el saber que el sujeto psicótico desarrolla y articula ¿qué es lo que suscita una transferencia así que no siempre es positiva? Quiero decir, que hay también en el mismo movimiento, una transferencia negativa que no es rara frente al sujeto psicótico, entonces ¿qué es lo que al mismo tiempo interesa o inquieta, según el caso, o pudiera amenazar o suscitar nuestro intéres? Yo tendría tendencia a pensarlo de la siguiente forma: el sujeto psicótico nos convoca -¿cómo lo diría?- dándonos quizá la ilusión de que él vive una relación que sería original con el significante, lo que hubiese sido para nosotros esa relación primera con el significante antes de que la significación fálica venga a dar a este sistema significante… antes de que la significancia fálica venga a orientar a este Otro. Así puede ser amenazador y suscitar una transferencia negativa, ya que esa relación originaria y primera con el significante acarrea una forma de errancia que no puede sino inquietarnos. Ustedes saben que toda tentativa de proponer al sujeto una respuesta que tiene que ver con el sentido común es rechazada por él. Entonces, ahí hay algo que seguramente es inquietante y, al mismo tiempo, no se puede desconocer que de cierta manera todos hemos pasado por ahí, es decir, -algo de eso comenté en Chile- tener que enfrentarse con una lengua extranjera, una lengua que no se comprende, cuya significación no ubicamos y, evidentemente, esto es todo un trabajo que permite la madre. Aquí quiza voy a abordar la pregunta que plantearon a propósito de las observaciones de Jean Bergès: la madre que, de algún modo, viene a actuar de tal forma que esa lengua extranjera se convierta en una lengua materna. Pienso que ahí hay, quizá, una explicación posible de la relación que pudiéramos tener con respecto a un sujeto psicótico, o sea, cómo hacen ellos para transformar una lengua extranjera, un sistema simbólico extranjero, en lengua materna. Creo que la lengua materna se sitúa cuando el objeto a está definitivamente perdido. Es ahí que la lengua materna se fija, relativamente, para un sujeto, es decir, en el momento en que él abandona ese goce primero de la lengua con la madre. Lo que seguramente nos fascina en la psicosis es, precisamente, ese goce de la lengua. ¿Acaso esto remite a lo que fue su goce en su relación con la madre y con la lengua materna cuando no estaba definitivamente fijada? No podría decirlo, pero no me parece imposible.
En Chile hacía notar que quizá una forma de volver a encontrar ese goce primero, este goce de la lengua, de manera diferente que la relación del psicótico con la lengua, de la cual ustedes saben que está hecha de neologismos, de juegos con el signficante, homofonía, aproximación, pues bien, la encontramos quizá gracias a la poesía y a cierto uso de la metáfora. Me parece que lo que se ha llamado los juegos de palabras de Lacan, era una forma de hacer oír al mismo tiempo, tanto la dimensión fálica en la lengua como la parte de no sentido que se le escapa siempre. Había en Lacan una forma de reconciliación en su relación con la lengua a la cual no podemos no ser sensibles, una forma de aligerarse del peso de la significación fálica sin comprometerse por eso en un goce del neologismo, al modo de Joyce por ejemplo. La tentativa del poeta, de cierta manera, va en este orden, puesto que su tentativa es recrear el sentido a partir del no-sentido por el juego de la letra. Además, ustedes habrán podido constatar que al final de su enseñanza, Lacan solía lamentar el no haber sido suficientemente poeta. Yo les haría notar de paso que la interpretación psicoanalítica es un poco en este orden, es decir, hacer oscilar el sentido para hacer oir otro sentido posible que, por ejemplo, pudiera tener el efecto de disolución del síntoma.
Creo que la pregunta sobre Bergès tenía que ver con la relación del niño con su madre y con su introducción en la lengua. Quizá podríamos intentar ir más lejos. Es cierto que cuando el niño abandona esa relación transitivista con su madre alrededor de la lengua materna, o sea, lo que sería una lengua privada, una manera privada de tener una relación con su madre, de encontrar las palabras que la complazcan, sabemos que un niño está inmediatamente en capacidad de hacerlo o de casi hacerlo desde que la madre ha aceptado lo que él le ofrecía, es decir, en lo esencial, considerar sus excrementos como un regalo. Así pues, el niño es hábil y capaz para la lengua materna, y no es raro que en el momento en que debe entrar en significaciones que estén más fijas, gracias a la intervención del padre, puede sentirse aliviado puesto que se abre un mundo para él que ya no es sólo el mundo materno, pero a la vez, puede también experimentar nostalgia de ya no estar en esa relación que yo llamaba transitiva con su madre. Ustedes saben que los vocablos de los niños son cada vez menos frecuentes con la edad. Los vocablos de los niños ante los cuales nos extasiamos se producen, a menudo, en una edad muy tierna. Uno se maravilla de la capacidad de utilización de la sintáxis en niños muy pequeñitos. Veremos si podemos tener la oportunidad de volver sobre este punto, pero pienso que es difícil considerar la psicosis sin plantear los problemas de la relación de un sujeto con su lengua materna.
Voy a retomar dos o tres preguntas a propósito de la diferencia entre la feminización en la psicosis y la posición femenina. De cierta manera, tanto una mujer como un psicótico, vienen a habitar el lugar del Otro, es decir, un lugar como nos lo recuerdan las fórmulas de la sexuación de Lacan, un lugar que no está habitado por la castración. El Otro con el cual tiene que vérselas una mujer no depende de una organización emplazada por la castración, contrariamente a lo que sucede del lado masculino. No obstante y en relación a la psicosis, una mujer viene a ocupar ese lugar si ella lo acepta, a partir de lo que ella interpreta como siendo un anhelo del padre, una voluntad del padre, precisamente, del padre supuesto en el Otro. Es decir que el discurso, el mensaje que le viene del gran Otro, e incluso si ella no se da cuenta, todos esos mensajes le indican tener que emigrar a ese lugar del Otro, pero ese anhelo implica un reconocimiento de la castración, puesto que es la castración lo que sitúa el lugar del Otro como lugar del goce para una mujer.
Mientras que en la psicosis es por lo menos un rechazo de la castración con lo que tenemos que vérnoslas. Es decir queahí la feminización es automática, no depende del anhelo del otro, del anhelo del padre sino todo lo contrario. Esta mañana me refería a ese sujeto que se rehusaba a entrar en una economía de la castración, ya se trate de las solteronas, o también de un personaje como Nietzsche quien consideraba a las criaturas que aceptaban entrar en esa economía de la castración, como untermännchen, es decir, como sub-hombres, esto tenía que ver con su teoría y su ideal de super-hombre. No soy un gran lector de Nietzsche pero siempre me sorprendió su ironía extraordinaria, pero que dependía siempre de un desprecio casi por todo el mundo, en todo caso, un desprecio por las criaturas mezquinas, limitadas, que vivían en el universo de la representación, una economía mezquina, eso es lo que denunciaba Nietzsche.
Creo que ahí hay una verdadera diferencia que me parece muy importante precisar, ya que en el caso del emigrado al lugar del Otro depende del anhelo paterno y de la castración, mientras que en el otro caso depende de la forclusión o del rechazo de la castración. Creo que es ahí que podríamos intentar precisar lo que Melman entiende por esa segunda forma de histeria que, si no me equivoco, él llama la completud subjetiva, esto es creo, ¿es así?…
… Es decir, que en esta posición en la que tiene que figurar en el lugar del Otro, una mujer puede rehusar ser la representante en ese lugar, tanto del falo como del objeto a para posicionarse como siendo la al-menos-una, es decir, es aquella que tendría la completud subjetiva y que no estaría dividida; en el riesgo de encontrarse en ese lugar del Otro ella va a priviligiar la dimensión de la al-menos-una, o sea, va a tomar posición en un registro divino, con una relación con la autoridad que no sufriría contradicciones, puesto que es en nombre de la autoridad superior que ella misma lo es, ella no la representa contrariamente al hombre, sino que en esa posición que Melman llama la segunda forma de histeria, ella se presenta en esa forma divina. Una vez más ustedes ven que ahí hay que ubicar lo que tiene que ver con la relación del Uno y el a, ya que una mujer en el cuadro del Seminario Aún está dividida entre lo que la liga al falo, al S1, y del otro lado, a ese significante de la falta en el Otro. Si ustedes observan bien el esquema de la sexuación, el objeto a viene también en el lugar del Otro. Yo diría que una mujer tiene que vérselas con todo eso. A la vez está dividida por dos modalidades del goce y, además, ella tiene que encarnar para su compañero al objeto del fantasma. Yo no creo sin embargo que la posición femenina sea menos buena que la del lado viril, pero puedo señalar que una mujer puede hacer varias elecciones, es decir, hacerse enteramente objeto a, de algún modo, hacerse puro objeto del fantasma del compañero, eso no es tan raro, incluso a veces es algo buscado por una mujer. Puede también remitirse únicamente al falo y, ahí diré que, es la forma clásica, la forma viril de la histeria que la ha hecho pasar al otro lado. Luego hay esa segunda forma que evoca Melman, es decir, hacer la elección únicamente del S(A) (tachado), o sea, escoger la errancia o hacer valer -como lo decía hace un momento- esa al-menos-una que hay en el Otro. Se dice que una mujer es cambiante, La donna e mobile.
Iván Sandoval. – Hay alguna relación en lo que usted acaba de decir con esas tres posiciones femeninas de las que habla Freud, es decir, la renuncia a la feminidad o a la posición viril… ¿es eso?
Dr. Landman. – Pienso que Freud de algún modo captó de una manera justa las dificultades de la posición femenina y, me parece que, gracias a la escritura que nos propone Lacan, estamos en capacidad de ubicarlo un poco mejor. Su observación es bastante pertinente, del mismo modo que Freud lo llamaba la necesaria migración del clitoris a la vagina, Lacan lo retomó y lo llamó la migración necesaria al lugar del Otro. No es que la observación de Freud no sea pertinente, pero cuando Lacan evoca la necesidad para una mujer de aceptar ocupar el lugar del Otro, eso da una apertura clínica que me parece enriquecer nuestra aprehensión de la histeria femenina y también de los fenómenos de la psicopatología de la vida cotidiana.
Se plantea la pregunta de si es legítimo hablar de psicosis femenina. En la medida en que el lugar que una mujer habita no está enteramente organizado por la castración: ¿qué sería una psicosis femenina? Acaso no tendríamos que ver más bien… por lo menos en numerosos casos, y creo que poner las cosas así tiene el mérito de mantenernos en alerta en la aprehensión de ciertos fenómenos… ¿acaso la psicosis femenina, la psicosis en una mujer no depende a menudo del registro de la histeria o de esa segunda forma de histeria que nos propone Melman? Habría también, quizá, como acabo de proponer, aunque con cierta dificultad puesto que no es tan fácil hacer funcionar la estructura, pero no es imposible que ciertas mujeres que estarían en capacidad de asumir relativamente plenamente, sin defenderse -diría yo- de todas las implicaciones de la posición femenina, esas mujeres -si existen- yo les puedo garantizar que serían diagnosticadas como psicóticas. Son mujeres que tienen más ligereza con respecto a la castración, es lo que se les atribuye con frecuencia cuando uno dice que las mujeres dicen cualquier cosa, que su conversación es superficial, que a menudo no tiene sentido y que, con frecuencia nos sorprende la capacidad que puede tener una mujer de proponer juicios extremadamente pertinentes a menudo, es decir, que no está en una articulación o desarrollo racional. Pues bien, bastaría poco para que tales mujeres se encuentren diagnosticadas como auténticas psicosis.
Todavía quiero decir unas palabras más sobre la posición femenina, insisto sobre este punto porque pienso que eso nos permite captar la clínica de la psicosis de una manera que me parece mucho más pertinente. Una mujer está llamada a representar el lugar del objeto a y es por eso que le rendimos todos los homenajes. Para, en cierto modo hacerle entender que ella no es solamente el objeto a, sino que tambien está en esa posición de representar al falo, a la al-menos-una que nos gobierna. Seguramente es la afinidad que existe entre una mujer y el poder. Sobre este punto una observación que he desarrollado un poco en Chile: el paranoico va a estar inmediatamente en rivalidad con una mujer, precisamente, porque él consideraría que es a él a quien corresponden todos los homenajes. Me refería al Misántropo de Molière, donde Alceste está en rivalidad con Celine, esa mujer en la cual convergen precisamente todos los homenajes. Creo que ahí hay una clínica interesante, que es la rivalidad entre un paranoico y una mujer que puede, incluso, llegar hasta el asesinato. Yo diría que es en el delirio de celos que este riesgo esmás elevado.
El delirio de celos que me parece ser la mejor ilustración de lo que uno de ustedes ha mencionado con el nombre de la autonomía del yo, puesto que el celoso paranoico desconocerá en su rival que el es, en efecto, su propio yo autonomizado. Es decir, que ese yo se convierte en un extraño y, no cualquier extraño, sino un yo ideal puesto que ustedes saben que el paranoico atribuye todas las virtudes a su rival, lo hace un hombre mucho más potente que él, capaz de todas las audacias, capaz igualmente -¿como decirlo?- capaz de todas las proezas sexuales, y va a acosar a su mujer para hacerle confesar todo lo que ella ha podido hacer con ese hombre. Entonces, ¿qué es lo que desconoce el paranoico con ese desconocimiento de su yo ideal? El desconoce que ahí en el real aparece en la forma de rival una representación de la instancia fálica, es decir, precisamente el representante de la economía que él rechaza, puesto que con mucha frecuencia esos celos paranoicos son los del alcohólico, es decir, aquel que propone una economía en la cual está excluido el falo en beneficio del seno, ese objeto que estaría en capacidad de procurar un goce del cual vamos a decir que es sin límite. Ese es, ciertamente, el problema del alcohólico: la última copa. Entonces, el rival para un celoso paronico alcohólico, lo vamos a decir así, es la encarnación del falo que por haber sido rechazado o forcluido regresa en lo real.
¿Habría otras preguntas?… Pues he dicho muchas cosas…
Gino Naranjo. – Si en esta misma línea de la paranoia y los celos nos podría hablar de la erotomanía, decir algo de esa mujer que se pone en ese lugar.
Dr. Landman. – Sí. Creo que a la erotomanía hay que remitirla a lo que hemos dicho hace un rato, es decir, a laautonomía del yo, del yo ideal que se hallará desconocido y desligado del sujeto y que va a aparecer, ya no en la forma del rival como en el alcoholismo, sino en forma de ese hombre frecuentemente rico, célebre, bien nacido y, sobre el cual la erotomaníaca está convencidade que la ama. No hay que excluir ahí a la erotomanía del campo de lo normal ya que, en la relación amorosa, la dimensión erotomaníaca no está ausente. Salvo que en la erotomanía, diríamos como cuadro clásico, se trata de un objeto amoroso que está lejos, un sujeto que no conoce, que está a distancia y del cual podemos medir que representa al yo ideal de esa mujer. Puede ser tanto un hombre como una mujer, lo más frecuente es que sea un hombre, pero no es raro que sea una mujer. Ustedes saben que en la tesis de Lacan sobre el caso Aimée, el objeto erotomaníaco pudo ser sucesivamente un hombre y una mujer. Entonces, ¿acaso una erotomaníaca se sitúa en el lugar del Otro y en posición femenina? Es una pregunta que merecería ser precisada de manera más fina. Se ve bien en esta forma de psicosis que la autonomía del yo se vuelve a convertir en lo que era al principio, es decir, una imagen exterior idealizada. Este es un síndrome clínico, muy preciso, sería necesario volver sobre las diferentes fases, sobre el postulado erotomaníaco, la fase del despecho. En la paranoia hay una dificultad evidentemente, puesto que el paranoico en posicióndel al-menos-uno o de la al-menos-una quiere dictar su sistema a los demás, quiere imponer su sistema a los untermännchen, a los sub-hombres que son sus pequeños otros o sus semejantes, puede suceder que lo impoga, es lo que conocemos bajo la forma del tirano doméstico, pero finalmente esos sub-hombres no se dejan manejar, no aceptan ese sistema ni el régimen de su autoridad. Así el paranoico se encuentra en esa posición de verse desmentido por la realidad…
… Se vuelve algo difícil mantenerse en posición de excepción. En ese momento vamos a ver resurgir en lugar del delirio de grandeza un delirio de reinvidicación o un delirio de persecución. Sabemos hasta qué punto es posible pasar de una forma de delirio a otra en la psicosis paranoica. Me parece que este punto de referencia de estructura habría que precisarlo mejor, porque puede ayudarnos a captar esa transformación en lo que llamamos clásicamente el mecanismo del delirio, ese pasaje de los celos a la reinvidicación, a la megalomanía, a la persecución. Creo que son formas que dependen de la imposibilidad para un sujeto paranoico de hacerse valer de manera durable como el al-menos-uno, como la excepción, y cuya grandeza todo el mundo tendría que festejar. En consecuencia, un paranoico con frecuencia entra en rivalidad con una mujer y, ustedes saben, también con el representante de la autoridad. Los paranoicos son sujetos que generalmente se los soporta mal, en efecto, son insoportales. Frecuentemente, uno tiene ganas de decirle « … pero ¿quién se crée usted? », pero precisamente ése es el problema del paranoico: él se crée el al-menos-uno, él se cree el al-menos-uno; ustedes ven cómo va a encontrarse en rivalidad con todos aquellos que son representantes del al-menos-uno y, en primera línea, con una mujer y como les decía, igualmente con el representante de la autoridad. Ustedes saben que un paranoico escribe con mucha frecuencia al Presidente de la República [Risas del auditorio], es cierto, el Presidente recibe miles de cartas al día y, seguramente, hay un funcionario en el palacio presidencial que se encarga de clasificarlas y de enviar respuestas anestesiantes. Pero bueno, si por casualidad el Presidente de la República no le responde, o no responde como él quiere, puede recurrir a la Corte de los Derechos Humanos en Estrasburgo, al menos en Europa, no sé cómo será en el Ecuador. Es un rival que está « casi a su altura ». Es lo que en la clínica clásica se llama reivindicación. Bueno, esto se presta para la risa, por supuesto, pero creo que estas referencias estructurales pueden ayudarnos en la relación con esos pacientes y, quizá en algunos casos, pero es más bien raro, en algunos les permite que se desplacen un poco. Digo que es raro porque ante la evidencia la paranoia es un triunfo, hay ahí un goce que, además, el sujeto no enmascara; son sujetos que a menudo están contentos de sí mismos, y ahí tampoco están equivocados porque, con los elementos de la estructura, logran hacer algo que más o menos los sostiene. Ustedes saben que, al final de su enseñanza, Lacan evocó para la paranoia al nudo de trébol, es decir, la puesta en continuidad de las tres dimensiones del Real, Imaginario y Simbólico. En otras palabras, el sistema paranoico apunta a captar todo el Real por el Simbólico, poner en continuidad el Real con el Simbólico como si el Real fuera susceptible de fundirse, de desaparecer en el Simbólico y, al mismo tiempo, viene a dar una representación imaginaria del al-menos-uno. No es tan frecuente que un paranoico pueda desplazarse en una relación con un psicoanalista porque el psicoanalista no es menos untermann que otro, pero si el psicoanalista acepta que ese lugar del untermann, del sub-hombre, forma parte del sistema paranoico entonces podrá intentar arreglárselas, en efecto, aceptando ser representante de esa humanidad devaluada, y después los efectos de la palabra son un tanto imprevisibles, es decir, que puede haber modificación, por lo menos en ciertos casos. Por mi parte, tengo buena relación con los paranoicos, y les aseguro que no siempre fue así, pero ahora, armado de ciertos puntos de referencia que intento compartir con ustedes, digamos que tomo las cosas de otra manera con ellos.
I. Sandoval. – Así como se plantea la pregunta de la legitimidad de hablar de la psicosis femenina debido a ese asunto de la no organización de la castración, igualmente hay la pregunta de la perversión femenina. ¿Qué es lo que usted podría decir sobre eso?
Dr. Landman. – Me parece que su pregunta es muy pertinente, que una mujer se haga toda entera objeto a, no depende necesariamente de la dimensión de la perversión, incluso si eso la hace entrar en una economía perversa. No es raro que muchos escritos actuales o películas muestren justamente que, si ella se hace objeto a, si se compromete en una economía de la perversión en la que ella puede autorizarse tanta libertad sexual, podemos decirlo así, eso siempre es, a pesar de todo, dirigido a su compañero, es decir, ella viene a ser el objeto a y a aceptar muchas cosas por un hombre. Entonces, ¿acaso existen auténticas perversiones femeninas? Podemos pensar que sí, pero no olvidemos que lo que llamamos perversión femenina frecuentemente tiene que ver más bien con una aceptación de hacerse el objeto a para su compañero. En este trabajo que estamos haciendo juntos -incluso si lamento como ustedes que no se pueda profundizar más- ustedes ven cómo este trabajo abre preguntas clínicas. Por ejemplo, habría otra cuestión más sobre la cual interrogarse y es la cuestión de la homosexualidad femenina que, de seguro, no es simétrica a la homosexualidad masculina. ¿Acaso tenemos que vérnoslas con la perversión femenina con una perversión de estructura? Les planteo la pregunta porque probablemente hay varias homosexualidades femeninas y no sólo una. Pero bueno, la joven homosexual de Freud, toda su trayectoria da testimonio de que ella se encontraba en una encrucijada identificatoria, y que la elección que ella pudo haber hecho no era totalmente irreversible si creemos en su relación transferencial con Freud. Pues bien, esa elección de homosexualidad en ese caso, no tiene estrictamente nada que ver con la elección de un homosexual que sería el joven homosexual quien está totalmente convencido de su elección sexual. El caso de la joven homosexual es probablemente la homosexualidad femenina, o en todo caso, una de las formas más generales de la homsexualidad femenina, algo que tendría que ver con eso que usted decía hace un rato con respecto a Freud y la feminidad, es decir, que una mujer en ciertos casos puede no reprimir su actividad fálica. Si nos atenemos a Lacan creo que no es imposible situar la homosexualidad femenina del lado de la identificación viril, es decir, de la posicición del varón por la cual cada niñita ha pasado y que, ella está o no, en capacidad de abandonar, en todo caso en su relación con la sexualidad. Puesto que, como lo hacía notar en Chile, puede muy bien coexistir en una mujer, una posición femenina en su relación con un hombre y una posición viril, por ejemplo en su trabajo. Esto no sorprende a nadie, es decir, que esto forma parte de la espeficidad de la división femenina. Pero como así mismo les decía, eso no es siempre cómodo para un mujer, pero bueno, no es necesariamente mejor del otro lado.
A menos que haya otras preguntas, hay un punto a propósito de lo que yo mencionaba esta mañana con respecto a la paranoia social. Es a saber, la diferencia que existe entre el pacto simbólico y el contrato jurídico, no sé si Melman lo aborda en este seminario o en otro. El pacto simbólico es lo que se establece en lo que se puede llamar una aceptación recíproca que no tiene necesidad de ningún contrato y que permite, a cada uno de los interlocutores, referirse a lo que ese pacto ubica, sin que se presente, necesariamente, en la realidad lo que tendría que ver con un palo que golpeara a aquel que no respete ese pacto simbólico. Es decir, es el poder extraordinario de lo simbólico y, al mismo tiempo, su extraordinaria debilidad, puesto que si el pacto se rompe, si no depende de la aceptación delos dos interlocutores, vamos a tomar dos interlocutores para simplificar, por ejemplo un hombre y una mujer; si el real que una mujer viene a representar no se halla anudado con el simbólico que un hombre viene a representar, pues bien, esa desolidarización no tiene remedio. A menudo es en esas circunstancias que uno u otro de los compañeros recurrirá a la justicia, es decir, ya no a la ley simbólica sino real, para que finalmente el otro sea obligado a aceptar ¿qué? Eso depende del caso, por supuesto, pero eso implica hacer entrar una dimensión de obligación real, la decisión del juez por ejemplo, ahí donde algo sólo se sostenía en una solidaridad y en una aceptación común del pacto. Es decir, en el pacto simbólico hay una ligereza -¿como decirlo?- una forma de libertad con respecto a todo lo que apremiaría al uno y al otro por la única virtud de una aceptación común y solidaria, aun si cada uno no se encuentra en el mismo lugar, no se encuentra en simetría con el otro. Vemos hoy día que el desarrollo bastante vertiginoso de contratos jurídicos de toda especie es una ilustración, a mi juicio, de la decadencia del pacto simbólico, es decir, una desolidarización del Real y el Simbólico. Creo que es lo que caracteriza la época en la que vivimos, el Real se encuentra desanudado del Simbólico y eso tiene sus efectos. Efectos en la vida social que se ha vuelto, a menudo, especialmente penosa. Lo que decía hace un momento es que el pacto simbólico que puede ejercerse con tal fuerza es extraordinariamente frágil, pues basta con que uno de los dosno lo acepte más, para que la situación se vuelva intolerable, con acusaciones recíprocas, reivindicaciones, etc. etc. Creo que al respecto lo que Lacan propone con la topología del nudo borromeo, es decir, ese anudamiento entre las tres dimensiones, si reflexionamos bien, esa figura topológica corresponde a un modo de funcionamiento posible del lenguaje y de la palabra, como lo decía esta mañana no es un modelo; pues bien, ese nudo borromeo de tres -que no es el nudo de trébol del paranoico-, el nudo borromeo de tres es una figura topológica que remite a un ejercicio de las leyes del lenguaje que es eminentemente anti-paranoico.
Son las 7 menos 15… hay observaciones? Lamento esta especie de sobrevuelo de las preguntas, pero quizá para trabajar más, sería necesario estar en pequeños grupos ¿no es cierto? No sé. Bueno, pero eso no impide el diálogo… Voy a ver si he olvidado alguna pregunta… Sí, la forclusión del espejo en el autismo. ¿Es usted quien planteó la pregunta? Sí, usted. No sé si ese es el mecanismo que da cuenta del autismo. Por la experiencia que tengo de niños autistas, no es siempre fácil hacerlo entender, puesto que una madre no debe ser puesta en el banquillo de los acusados, pero en la experiencia que tengo, que no es muy grande porque no creo que haya tantos niños autistas, ahí la importancia del autismo supera ampliamente su frecuencia, tiene un valor emblemático. En mi experiencia, considerando que hay diferentes formas de autismo como usted lo sabe, se puede decir que hay casos en los que una madre, por razones que le son particulares, no pudo introducir a su hijo, precisamente, en la lengua materna y, una de las formas del autismo, el autismo clásico de Kanner, tendría que ver con una autonomización de lo simbólico, desanudada tanto del Real como del Simbólico, es decir, -y es eso lo que fascina en el autismo- que el Simbólico funciona solo. Son sujetos que por ejemplo son capaces de aprenderse toda la guía telefónica de memoria, o de conocer todos los movimientos en una partida de ajedrez. ¿Acaso por eso, so pretexto de que él puede hacer funcionar lo simbólico, sería posible decir queha sido introducido en la lengua materna? No lo pienso así, puesto que la lengua materna para ser introducido en ella, parahablarla, es necesario que la dimensión del Real, fuente de todas las metáforas y de todas las metonimias no esté excluida, sino todo lo contrario puesto que, si es cierto que la represión primordial propia de cada lengua es real, represión primordial que, de acuerdo con Freud, va a atraer a todas las represiones secundarias que darán al sujeto su estilo, su manera de hablar su lengua, sin esta dimensión del real en la lengua no creo que podamos hablar de lengua materna. ¿Qué sería un sujeto que se sostendría sólamente del Simbólico? Creo que es la pregunta que nos plantea el autismo, pero no estoy seguro, sin embargo, de que el mecanismo determinante sea la forclusión del espejo, es decir, que al menos habría que agregar la forclusión del Real, o sea lo que no ha podido establecerse entre la madre y el hijo. Recuerdo el caso de esa madre de una niña autista, era una francesa casada con un vietnamita, ella vivió todo su embarazo encerrada en casa de sus suegros vietnamitas, en Saigon durante la guerra, y pasaba horas fascinada por la lengua que ellos hablaban y que ella no entendía. Esa historia clínica me impresionó mucho, justamente por lo que concierne a la relación con la lengua, y probablemente por razones que debería haber profundizado. ¿Qué hacía que esa madre, durante su embarazo, estuviera fascinada hasta ese punto con una lengua completamente extraña, que no comprendía y que, visiblemente, inducía en ella una fascinación extraordinaria?
Me parece que he hecho casi todo el recorrido de las preguntas… ¿quizás habré olvidado alguna? Ah sí, quizá sobre el conocimiento paranoico, hace un rato privilegié más bien la cuestión de la autonomía del yo en la psicosis. Voy a decir unas palabras sobre esto. Para Lacan el conocimiento paranoico hay que entenderlo como el desconocimiento sistemático. En francés va bastante bien, pues « méconnaissance » (1) tiene consonancia con « moi », es decir, el conocimiento del yo, conocimiento del yo que, en efecto, es sistemático. « Méconnaissance » (desconocimiento) es un término equívovo, creo que Lacan lo mencionó ya en Propósito sobre la causalidad psíquica, puesto que el desconocimiento sistemático va a la par con la dimensión del reconocimiento, es decir, ese reconocimiento de la imagen en el espejo que va a ser el yo del sujeto, o sea que conviene entender desconocimiento como se entiendedenegación. Además, en español ustedes ven como es mucho más próximo: des-conoci-miento y denegación. Ustedes saben que Freud dice que la denegación es a la vez una forma de negación y una forma de aceptación. Podemos decir que el conocimiento paranoico depende al mismo tiempo del desconocimiento y del reconocimiento. Como Marlene me lo recordaba esta mañana, es un tiempo del desarrollo de cada uno, es decir, por el conocimiento paranoico hemos pasado todos. </p
Son las siete de la noche, salvo si hay una pregunta sobre la que yo pudiera reflexionar para mañana…
I. Sandoval. – Quisiera dejar planteada una pregunta para mañana. Así como usted menciona la necesidad de distinguir la histeria de la psicosis femenina, me gustaría que dijera algo sobre la necesidad de distinguir en los pacientes varones que a veces tenemos, la neurosis obsesiva de la psicosis. Esto primero, porque es un problema de la clínica, recibimos pacientes diagnosticados por los psiquiatras como esquizofrénicos, que toman neurolépticos y son mas bien obsesivos. Y por otra parte, porque usted ha mencionado al personaje Alceste del Misántropo en relación a la paranoia. Hay un autor Henri Rey-Falud que ha escrito un libro Elogio de la nada (2) en donde lo trabaja más bien en relación con la neurosis obsesiva. Gracias.
Dr. Landman. –Gracias a usted. [Aplausos].
M. Aguirre. –Le agradecemos a Claude Landman y nos reencontramos mañana para la última sesión de este Encuentro, de 10H00 a 12H00. Cerraremos con un pequeño brindis que será una extensión más para conversar directamente con Claude, para ampliar o retomar las preguntas, inquietudes, quizás más próximas, más cercanas, en una conversación coloquial con él.
Notas
(a) Melman, Charles, Structures lacaniennes des psychoses [Estructuras lacanianas de las psicosis], Seminario, Ed. de la ALI, 2a. edición, París, 2000.
(b) Traducción simultánea: Iris Sánchez
Transcripción: Gino Naranjo
Edición: Marlene Aguirre, Iris Sánchez y Omar Guerrero
(1) El término « méconnaissance » tiene varios sentidos, de los cuales « ignorar » aparece como el más utilizado. Viene del verbo « méconnaître », que significa no comprender, no ver las cualidades de alguien, no apreciar en su justo valor, juzgar mal o apreciar mal. Su participio pasado es muy común: « méconnu », que podría traducirse como algo que no ha sido apreciado según su mérito, incluso tiene el sentido de « mal conocido ». Se podría añadir un derivado interesanate en el contexto propuesto por Claude Landman, es « méconnaissable » (irreconocible), que significa algo o alguien que ha sido transformado a tal punto que es difícil… reconocerlo. Esto prueba el paralelo que establece Claude Landman entre desconocimiento y reconocimiento. NdT.
(2) Henri Rey-Falud, Elogio de la nada, Paidós.