Encuentro sobre Las estructuras lacanianas de las psicosis (I)
26 février 2006

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LANDMAN Claude
International

Marcel Taillefer. – Muchas gracias por su presencia. Nos encontramos aquí una vez más con nuestros amigos de Estudios psicoanalíticos lacanianos, a quienes les doy las gracias por haber escogido a la Alianza Francesa para esta presentación. Tengo el agrado y el honor de la presencia del doctor Claude Landman que nos va a acompañar durante estos dos días. Le agradezco su presencia. Merci beacoup d’avoir repondu a notre invitation. Una vez más es un placer para mí acompañar iniciativas locales pues, como todos ustedes saben, la Alianza Francesa tiene una política de cooperación con instituciones ecuatorianas y es una suerte que haya en este país asociaciones fuertes, dinámicas, asociaciones que cumplen. Les dejo con el doctor Landman. Muchas gracias.

Marlene Aguirre. – Antes de que Marcel se retire, a nombre de Estudios psicoanalíticos lacanianos repito lo que le dije antes de entrar al auditorio. Gracias a la colaboración que repetidamente recibimos de la Alianza Francesa y, particularmente el interés de Marcel por nuestras propuestas, se hacen posibles nuestras actividades aquí en Quito. Gracias nuevamente Marcel y a través de usted a la Alianza Francesa. Le decía que nos estamos apropiando, de a poquito, de estos lugares que usted nos ofrece con tanta cordialidad, nuevamente gracias.

Al dar inicio a nuestra jornada de trabajo de estos días, a este Encuentro de psicoanálisis que en esta ocasión vamos a llevar adelante con la presencia de Claude Landman, quiero recoger una pregunta que he recibido de más de una persona, en la línea que ya conocemos, del apoyo de nuestros colegas, maestros, de la Asociación lacaniana internacional en la que hemos contado con la presencia de Charles Melman, de Marcel Czermak, de Cecilia Hopen, de Sylvia Salama, – no voy a poder nombrarles a todos porque son algunos ya – de quienes recibimos una colaboración permanente. La pregunta que se me hizo es ¿quién es Claude Landman? Y voy a decir que no soy yo quien va a responderla porque la respuesta se dará en el curso de lo que vamos a escucharle decir. Sí tengo algunas coordenadas que considero importantes y que quiero mencionar. Primeramente, él es antiguo jefe de clínica, Asistente de Hospitales en París, fue también Presidente de la Asociación, en ese momento, Freudiana Internacional y, actualmente Asociación lacaniana; es actual coordinador de la enseñanza que imparte el Collège de la Asociación lacaniana internacional. Me encantaría que en algún momento pudiéramos preguntarle, que nos cuente, cómo funciona el Collège, porque creo que ahí hay iniciativas de la Asociación que están poniendo en marcha lo que yo puedo entender – Claude me corregirá, nos enseñará en ese sentido – y encuentro que es como un puente tendido hacia la formación. En Ecuador hemos debatido, y creo que nos seguimos debatiendo en preguntas sobre esa enseñanza, sobre ese lugar del psicoanálisis en la universidad. En nuestros grupos de formación tenemos evidencias de nuestros prejuicios, nuestras dificultades de cómo hacer ciertos enlaces y creo que en el Collège tienen una experiencia riquísima en ese sentido, Claude.

Claude ha sido también uno de los miembros activos de la defensa del estatuto del psicoanálisis respecto de las regulaciones del Estado. El año pasado abrimos entre nosotros algún debate al respecto; recuerdo el nombre con el que nos convocamos ¿Qué es la cura para el psicoanálisis, para las psicoterapias, para la psiquiatría? y allí mencionamos el debate que al momento se tenía en Europa, concretamente en Francia, y en el cual la Asociación lacaniana internacional tomó una participación muy interesada. En esa actividad, Claude ha sido uno de los psicoanalistas más activos.

Quiero decir también que esta visita de trabajo tiene su nexo con la enseñanza que él viene impartiendo en Santiago de Chile en años recientes, y es a través de los colegas de allá que hemos hecho este vínculo y concretado esta posibilidad.

Finalmente y antes de quedarnos con la palabra de Claude Landman, voy a hacer un breve comentario, animado por algo de las lecturas alrededor del tema propuesto de Las estructuras lacanianas de las psicosis. Es así que puedo decir que es con Lacan con quien he descubierto, o tal vez hemos descubierto, la posibilidad de leer al revés, desde el envés y en vez de. Es así como puedo nombrar hoy a la experiencia del psicoanálisis que no es otra cosa que una experiencia de descolocación. En consecuencia, leer de la psicosis y/o de la paranoia en Lacan es ir por caminos diferentes a los propuestos por la psiquiatría, la organicista sobre todo, diferentes también a los propuestos por el mismo Freud a quien Lacan tomó como escritura previa, como fundamento, es ir más allá de la nosografía. Cuando en las semanas recientes hemos revisado las primeras lecciones del seminario de Charles Melman, Las estructuras lacanianas de las psicosis, y me he encontrado ahí con lo que él propone como la constante paranoica, se produjo en mí un inevitable recorrido, al vuelo, como un precipitado de lo que Lacan fue marcando con su paso, no importa si fue la tesis de 1932 y su querida Aimée, pasando por el texto de La causalidad psíquica de 1946, el estadio del espejo o la cuestión preliminar, el Seminario de Las estructuras freudianas de las psicosis, el homenaje a Marguerite Duras por El arrebato de Lol V. Stein, y llegar a Joyce, para encontrar cómo, el cortante atravesamiento lacaniano saca a la paranoia de su lugar estático de la nosografía clásica, y la muestras en sus verdaderas estructuras de la relación dual, de la identificación imaginaria, del problema de la palabra en el lenguaje, o dicho a la manera de Lacan, el paso por el Otro; y si este paso no se da, pagar el precio, como nos dice Melman en este seminario, de un yo que se pone a hablar solo.

Sabemos que este recorrido que hace Lacan inicialmente en la ruta freudiana, lo hace bajo la consideración del inconsciente como puro efecto del lenguaje y de allí la posibilidad de un sujeto efecto del significante. Sabemos también que en esa línea el deseo del hombre encuentra su sentido en el deseo del otro porque su primer objeto, estoy citando a Lacan, es ser reconocido por el otro. Son estas puntas de lanza que en su trabajo de desbroce le permiten separar paranoia de psicosis y juntar paranoia con conocimiento, conocimiento paranoico entonces, con lo cual el alcance de la paranoia es otro, se vuelve un factor inevitable de la construcción de la realidad y el espectro de la locura se amplía apropiándose de la llamada normalidad.

En este punto quiero reconocer gratamente a Claude Landman cuando en París le propuse esta visita suya, el interés que puso en preguntarme en qué estamos trabajando. Yo pude responderle de nuestros grupos de lectura, los seminarios que estamos revisando, concretamente, el cuatro de la llamada relación de objeto, del nueve de La identificación, y es allí que emergió este tema del seminario de Charles Melman sobre Las estructuras lacanianas de las psicosis como anudador de nuestros actuales intereses de trabajo teórico-clínico.

Quienes estamos aquí hoy, somos miembros o participantes de distintos grupos de nuestra comunidad psicoanalítica de Quito, o estudiantes universitarios, reunidos en el interés serio de sostener nuestra formación. Yo no podía responder por lo que se está trabajando en cada grupo, pero sí tengo la confianza tanto en el tema como en nuestro invitado. El me ha dicho que no le interesaba la exposición magistral sino mas bien el diálogo, y es en la dialéctica, entre su exposición y las preguntas que se produzcan en este encuentro, que nuestras inquietudes teóricas encontrarán nuevos caminos de reflexión y, sobre todo, nuestra clínica se verá beneficiada.

Yo particularmente tengo algunas preguntas que han nacido de estas incipientes lecturas, y entiendo que todos las tenemos para exponerlas oportunamente. Algunas de las mías puedo dejarlas nombradas; nacen no solo de este texto de las estructuras, he leido también ese artículo suyo de La Célibataire, a partir del cual tengo interés en ampliar un poco más lo que usted dice de la transferencia en la psicosis, por ejemplo. En la lectura de este texto de Melman tengo inquietudes particulares, no estoy segura si es en la primera o segunda lección, me llama la atención que Melman hable de un corte voluntario del sujeto, no logro entenderlo, si ya el sujeto en sí mismo es corte ¿cómo se puede hablar de un corte voluntario?Por ahora es algo de eso, y bueno, hay otras preguntas que plantearé después.

Le escuchamos, Claude, o talvez, si hay alguna pregunta más que ayude a precisar la dirección del trabajo que queremos hacer…

Dr. Claude Landman. – Buenos días. Agradezco a mis colegas de Quito de Estudios psicoanalíticos lacanianos y, en particular, a Marlene Aguirre y a Iris Sánchez que me han hecho el honor de invitarme. Agradezco también, aunque ya se haya ido, al Sr. Marcel Taillefer por su acogida amistosa y cálida. Dígase lo que se diga es agradable, cuando estamos tan lejos de Francia, ser acogidos en un lugar que nos la recuerda. Creo haber comprendido que hay numerosas actividades culturales aquí en Quito que hacen honor a la cultura francesa, y no creo que mi presencia aquí pueda estar desligada del brillo excepcional del pensamiento de Jacques Lacan.

En su introducción Marlene hacía referencia a mi viaje a Chile, donde además de trabajar con colegas en un grupo pequeño dí cuatro conferencias cuyos títulos se los voy a dar, si me acuerdo. El primero era simplemente ¿Qué entendemos por psicosis?, el segundo, y así me aproximo a lo que acaba de decir Marlene, fue Observación de la paranoia a partir de Lacan. Creo que todo lo que ella ha dicho es extremadamente importante cuando ha mencionado, a partir de Charles Melman, lo que él llama la constante paranoica. Constante paranoica que hay que entender, me parece, como constante paranoica en cada uno de nosotros, como constante paranoica normal. Me ví obligado a desarrollar, durante esa conferencia, la constante paranoica en sus tres dimensiones real, imaginaria, simbólica. No voy a repetir esa conferencia aquí, en esa ocasión estaba desarrollada de una manera un poco diferente, pero en todo caso, ese desarrollo que hice en la conferencia está en el texto de Melman y podremos volver sobre lo que él llama la constante paranoica, y que no pudo haberla llamado así, sino gracias a lo que Marlene mencionaba, es decir, a lo que Lacan adelantó con el término del conocimiento paranoico que tiene la más estrecha relación con el estadio del espejo como siendo una fase normal del desarrollo del sujeto, de su relación con el mundo.

Debo decir que la psicopatología de la vida cotidiana está hecha de estas resurgencias frecuentes, tanto de la alienación a nuestra propia imagen y de los efectos de esta alineación, como igualmente de las resurgencias de los elementos del conocimiento paranoico. Por mi parte propondría que hay una paranoia de la vida cotidiana y, diría que esa paranoia de la vida cotidiana está probablemente más acentuada en esta época en la que vivimos. Fue ya el punto de partida de Lacan y, su estadio del espejo puede ser entendido como una respuesta a esa ideología que dominaba en esa época en 1936, una ideología que valorizaba el cuerpo y su representación, particularmente la ideología fascista y nazi. Lacan demostró muy bien que había ahí una alienación, una alienación paranoica.

Estuve… ¿cómo decirlo? -no era precisamente una conferencia sino una charla- en el Instituto Franco-Chileno, pues bien, era una charla que yo había titulado: ¿Se puede hablar de psicosis social, de paranoia social? Creo que incluso si las formas de la paranoia social han evolucionado en relación a 1936 de la época del nazismo, hoy en día no estamos menos confrontados a esa presencia de la paranoia social y, si eso les interesa, vamos a desarrollar lo que podemos entender hoy día como paranoia social o psicosis social.

La cuarta y última conferencia que dí en Santiago tenía como título, ¿Por qué la psicosis feminiza?, con cierto número de dificultades que, desde mi punto de vista, merecían y todavía merecen ser precisadas, en la perspectiva de lo que Marlene mencioinaba hace un momento con el término de corte voluntario.

La primera pregunta es la siguiente: ¿se puede hablar de psicosis femenina? Ustedes saben que existe una gran dificultad clínica para distinguir lo que sería una histeria en su forma delirante -que está lejos de ser poco frecuente- de lo que sería una auténtica psicosis femenina. Entonces ¿existe la psicosis femenina? Si me permito plantear esta pregunta es porque la respuesta no es obvia desde el momento en que uno se refiere al esquema de la sexuación planteado por Lacan en el Seminario Aún. Si esto les interesa, también podemos abordar estas cuestiones, ya sea hoy por la tardeo mañana. Creo que es una pregunta clínica extremadamente importante y que puede tener consecuencias que son también muy importantes para el sujeto, puesto que desde el momento en que una histeria delirante no es tomada como una histeria, en la medida en que estaría identificada a una psicosis eso, evidentemente, tiene consecuencias en la vida de un sujeto. ¿Quién de nosotros con una práctica clínica de la histeria, en su forma delirante, quién no tiene la experiencia de esas mujeres neuroleptizadas, aunque se ve que no son psicóticas? Es tanto más importante pues, puede haber en la histérica un apetito por encontrar en el hospital psiquiátrico, en ese lugar Otro, un sitio en el que se verá obligada a mantenerse y a gozar de su situación de enferma. Yo no sé si esto alcanza la pregunta sobre el corte voluntario, o la ausencia de corte voluntario, pero son preguntas que se plantean cada vez más con el desarrollo de la aplicacion de la clasificación norteamericana del DSM. Entonces si la psicosis femenina existe, ¿qué es lo que distingue -si la psicosis feminiza- la psicosis de la posición femenina?He ahí un abanico de preguntas que he trabajado y sobre las cuales me gustaría continuar avanzando, incluso si ya me he planteado un cierto número de respuestas provisionales a estas preguntas.

Marlene nos recordaba que el sujeto es efecto del significante, efecto del lenguaje, pienso que esta concepción del sujeto es determinante en cuanto a lo que diferencia la ética psicoanalítica, al abordar las estructuras clínicas, en relación a la posición del alienista…

… Pues bien, ese sujeto se presenta como una pregunta, tanto en la neurosis, en la perversión, como en la psicosis. Probablemente ustedes recordarán, precisamente en De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis, cuando a partir del esquema L, Lacan menciona al sujeto como pregunta, como pregunta para él mismo, por supuesto, y como pregunta dirigida al gran Otro: ¿quién soy yo?, ¿soy hombre o mujer?, ¿estoy muerto o vivo? Esa misma pregunta, o más exactamente esa localización del sujeto como pregunta, la encontramos en el grafo del deseo en forma de esa pregunta dirigida al Otro: el famoso che vuoi?El sujeto es una pregunta en la medida en que está determinado por los efectos del significante, y él es una pregunta puesto que el significante no puede determinar lo que tiene que ver con su ser, ahí está el origen de esa pregunta ¿quién soy yo? Así un sujeto será llevado a situarse en relación a las identificaciones, identificación con el significante hombre o con el significante mujer, identificaciones que como sabemos nunca están garantizadas de una vez y para siempre, que no dependen de la dimensión del ser sino que hacen referencia a esa dimensión que Freud encontró, es decir, la dimensión del falo. En consecuencia, las identificaciones, tanto para un hombre como para una mujer, se situarán en su relación al falo. Si ustedes trabajan La relación de objeto, seguramente verán que es el seminario en el cual Lacan desarrolla particularmente este punto.

El sujeto psicótico también se hace la pregunta, al menos al inicio de su psicosis. Les recuerdo que tanto Freud como Lacan consideraron que el Presidente Schreber era un sujeto, un sujeto que se planteaba como pregunta y que, ante los impases que encontraba, se vió obligado a proponer un cierto número de respuestas. Hay una transferencia, así lo decía en Santiago, hay una transferencia con el texto de Schreber, es decir, uno supone a Schreber y a su escrito, un saber.

Marlene tuvo la amabilidad de hacer referencia a un artículo publicado en La Célibataire, cuyo título me parece que es La transferencia del psicótico (1) , ese artículo es la transcripción de una intervención que hice en el centenario de Lacan, para decir que la pregunta sobre la transferencia en la psicosis no puede ser entendida únicamente en la vertiente de la transferencia del sujeto psicótico al analista, sino también del analista frente al saber evidente que posee un psicótico, por lo menos él tiene una relación con el saber que sigue mereciendo nuestra atención. Diría además que ni Freud ni Lacan, al leer y trabajar el texto de Schreber, entraron en lo que hubiera sido una aplicación de sus categorías para explicar o dar cuenta de la locura de Schreber; intentaron más bien ver en ese escrito una confirmación, incluso, en ciertos casos, una objeción a lo que proponían en la teoría. Ustedes saben que Freud consideraba que los rayos divinos en Schreber no eran sino una percepción de la teoría de la libido. Para la discusión les propongo que, probablemente, el concepto de goce en Lacan no es extraño al trabajo que él hizo con los psicóticos y, en particular, con el texto delirante del Presidente Schreber, y esto, en efecto, a partir de una concepción del sujeto que, en la primera lección de su seminario sobre Las estructuras lacanianas de las psicosis, Charles Melman menciona en términos parecidos, puesto que su seminario comienza de la siguiente manera: ¿Por qué las psicosis este año? Por la misma razón que motivó la elección de la histeria el año anterior, es decir, la preocupación de verificar las determinaciones subjetivas que el hablaser recibe de su relación con el significante. En otras palabras, la psicosis, no menos que la histeria, constituye una respuesta específica del sujeto, una reacción particular, debido a que el significantey sus efectos lo determinan o los determinan. Entonces, ustedes me dirán ¿y lo normal ahí? ¿Acaso se puede hablar de normal? ¿Acaso no estamos todos, como lo recordé en Santiago, infectados por el síntoma? Es decir, que ciertas determinaciones subjetivas por los efectos del significante producen un síntoma que le permite al sujeto sostenerse en la vida, digo bien a partir de un síntoma, y que existen otros sujetos cuyo síntoma hace más difícil que se mantengan en la vida y, en efecto, algunos se encuentran hospitalizados en psiquiatría.

Pero ahí no hay diferencia de naturaleza entre las diferentes estructuras, todas son efectos de la determinación del sujeto por el significante; es decir, que esto vuelve a cuestionar en el plano metodológico lo que tendría que ver con la morbilidad mental. Por ejemplo, en la clasificación norteamericana es una dimensión que no es criticada en lo absoluto: la morbilidad está implícita. Entonces, tendrían que explicarnos qué es lo normal. En esa condición vemos bien qué es lo que se perfila como ideología: lo normal como adaptación. Y vemos de qué forma esa posición ideológica hace el lecho del conductismo, es decir, permitirle al sujeto tener conductas adaptadas, gracias a ciertas correcciones.

Puedo intentar avanzar sobre algunos puntos, si ustedes quieren, pero es cierto que luego de esta introducción, para emprender más precisamente lo que tiene que ver con las estructuras lacanianas de las psicosis, ustedes pueden ya tener algunas preguntas, o quieren que desarrolle un punto más que otro en relación a lo que he propuesto en esta introducción?

Todavía hay una pregunta, saber si a partir de Lacan, en lo que él nos ha dejado y, en particular, al final de su enseñanza la referencia al nudo borromeo, la pregunta es saber si gracias a esta enseñanza podemos avanzar en lo que sería la distinción estructural entre las diferentes formas de psicosis, es decir, esa diferencia aprehendida a partir de la referencia a la estructura, por ejemplo ¿acaso la paranoia depende de la forclusión del Nombre-del-Padre? No estoy tan seguro. ¿Acaso lo que llamamos psicosis maniaco-depresiva depende también de esta carencia?¿Y la erotomanía?

Hay en la tradición psiquiátrica que, en cierto modo, fue prolongada por la tradición psicoanalítica, la tendencia a ubicar la psicosis en un modo androcéntrico, es decir, en referencia a la psicosis masculina. Debo decir que clínicamente eso no me parece verificado. No sé cual es la experiencia que tienen ustedes. Sobre todo, cómo dar cuenta de la frecuencia de la psicosis delirante aguda, es decir, de una psicosis aguda que se cura, o en todo caso que permanece aguda, o al menos intermitente, cómo dar cuenta de la frecuencia de psicosis delirante aguda en las mujeres, de lafrecuencia igualmente de la erotomanía en las mujeres. En la neurosis es probablemente más evidente que la histeria calque los impasses de la posición femenina, y la neurosis obsesiva los de la posición masculina. Pienso que sería muy interesante y bastante innovador abordar estas dos preguntas y, sobre todo la de la posición femenina a partir de la clínica de las psicosis, más específicamente, la que se encuentra en las mujeres.

Pienso que se lo puede hacer hoy en día gracias a la enseñanza de Lacan, a partir de referencias estructurales, y ustedes verán que eso contituye todo el trabajo de ese seminario de Melman que algunos de ustedes se han puesto a trabajar.

Entonces, si ustedes quieren puedo desarrollar un punto, ¿o quizás tienen preguntas?

Es cierto que vamos a realizar este trabajo en un tiempo lógico, creo que nos vamos a ver tres veces, por lo menos yo espero poder proponer e intentar precisar ciertas preguntas, al igual que las preguntas clínicas que conciernen a la dirección de la cura con nuestros pacientes psicóticos. Creo que convendría no olvidar la psicosis infantil, la cual tampoco podemos sobreponerla a la psicosis adulta, porque es problemático avanzar que la psicosis infantil sería el efecto de la forclusión del Nombre-del-Padre. Ustedes saben que Lacan, de una manera muy precisa, nos dice que la psicosis no se desencadena sino en ciertas circunstancias cuando el sujeto es llamado a responder de un modo simbólico a una situación importante que encuentra en su vida.

Creo que, sobre estas circunstancias, Lacan hace referencia al padre del novio que una joven mujer puede encontrar y que pudiera desencadenarle una psicosis, o bien a la figura del confesor, o aun a la paternidad, o sencillamente al inicio de la vida sexual adulta, es decir, al encuentro con el otro sexo, o además como le sucedió a Schreber, el acceso a una posición de dominio en la que él tenía que responder a partir de una inscripción simbólica y ya no en el registro de una identificación imaginaria. ¿Pero, acaso encontramos todas estas circunstancias de desencadenamiento de la psicosis en el niño psicótico? Ustedes ven que hay ahí un campo de las psicosis que no ha sido verdaderamente explorado. Me parece que si por lo menos pudiéramos intentar en estos tres encuentros avanzar sobre estas cuestiones, empezar un desciframiento, por mi lado yo vería ventajas para el avance de mi propia reflexión. Lacan había dicho -¿sería él u otro?- en todo caso, estaba escrito en la pared de la sala de guardia del hospital Sainte-Anne: « no se hace loco quien quiere », esto alcanza otra vez la pregunta sobre el corte voluntario. Por mi parte debo decirles que no estoy tan seguro, no estoy tan seguro de que ciertas determinaciones de tal o cual sujeto no sean susceptibles de llevarlo a la psicosis, a la locura. Un modo de rechazo de la castración, pero no por eso psicótico, acarrea automáticamente fenómenos delirantes e interpretativos. Hago referencia a esa gran figura de la cultura, que me parece que se la puede referir a lo que acabo de decir, se trata de Nietzsche y de su llamado al super hombre, ¿era psicótico? Probablemente, ¿eso dependía de una elección? Les planteo y meplanteo esta pregunta, no la cerraría demasiado rápido. Por el contrario, la psicosis del Presidente Schreber que se pudiera llamar una esquizofrenia paranoide, para tomar la clasificación clásica, ciertamente depende, como lo muestra Lacan, de la forclusión del significante del Nombre-del-Padre.

Quizás, si ustedes quieren, podemos comenzar a dialogar y a trabajar juntos.

Iván Sandoval. –Me ha parecido importante esto que usted dice respecto a que Freud, Lacan, los psicoanalistas tienen cierta transferencia con el texto de Schreber, como si en ese texto hay un saber sobre la psicosis. Pienso en esto respecto a otra cosa que oí alguna vez en algún lugar: que en el trabajo clínico con la psicosis hay una inversión de la demanda, esto es si los psicóticos no vienen a nosotros, ¿nosotros vamos a los psicóticos, buscamos a los psicóticos?

Marcela Parreño. – Bueno, yo tengo un interés particular a propósito de esta propuesta sobre la feminización en la psicosis, a propósito de un niño que yo recibo ya durante cinco años y, quería saber. Me parece que hay manifestaciones que vienen en un interés por las imágenes de transexuales. Quería saber si se podría considerar el transexualismo como un destino obligado prácticamente en la psicosis y, por otro lado, como trabajo con niños, también me interesa conocer su opinión a propósito de lo que propone Richard Abibon con respecto a si en el autismo se trataría mas bien de una forclusión del espejo antes que de una forclusión del Nombre-del-Padre. Estas son las preguntas que me interesa ampliar.

Lorena Arcos. – Me interesa mucho que usted aclare esta diferencia entre la psicosis masculina y la psicosis femenina y lo que dijo usted de la posiblidad de que la psicosis lleve justamente a la posición femenina o la produzca, creo que algo así dijo usted… que lleve a la feminización.

Rocío Guerra. – Yo quisiera saber la manera cómo se ubicaría lo que sería el trabajo en la psicosis y lo que sería la transferencia, una posible transferencia en la cura con el psicótico. Es decir, yo no sé si sería pertinente hablar de transferencia en la psicosis o si sería pertinente hablar de trabajo, o encontrar quizá un modo de situar de qué estructura de transferencia estamos hablando en la dirección de la cura con un paciente que sufre de una psicosis. En algún texto, no sé si fue de Colette Soler por ejemplo, me parece que decía que si en algún momento hay la posibilidad de hablar de autoanálisis sería en el caso del psicótico que habla solo, es decir, habla y en esa posibilidad de construir la metáfora delirante, me parece que ella situaba como que era casi un modo de dirigir un autoanálisis. Tengo interés en escuchar su posición respecto a lo que sería la pertinencia de hablar de transferencia en la dirección de la cura con psicóticos.

Francisco Jaramillo. – Quiero hacer una pregunta en relación a un posicionamiento que escuché de Melman en relación a la metáfora. Si la metáfora en ciertas psicosis mas bien se mantendría intacta, ¿qué piensa usted de esto? Que no habría ningún, o algún daño, alguna cuestión que esté impidiendo la metáfora en el psicótico sino que mas bien hay ciertos psicóticos que más bien manifiestan metáforas comunes y corrientes.

Dr. Landman. –¿Las metáforas, no la metáfora paterna sino la metáfora en general, es esto?

Primero les agradezco por estas preguntas muy interesantes. No sé si podré responder a todas esta mañana, quizá voy a elegir una o dos. Quizá volver sobre la feminización en la psicosis.

En Santiago me ví obligado a proponer una definición de la psicosis. Proponía algo que, evidentemente, puede ser rebatido. La psicosis como modo de reacción específica a un impasse preciso, aquel de un sujeto cuya condición es la de encontrarse privado, excluido, expulsado de un lugar fijo, de un lugar que le sería propio en el gran Otro, es decir, en el sistema significante, en la cadena significante de la cual depende, de la cual él es efecto y desde donde autoriza su palabra, desde donde recibe su mensaje y al cual dirige sus preguntas, en particular, la de saber si es hombre o mujer. Es una definición un tanto amplia, pero la médula de esta definición es la expulsión del sujeto de un lugar fijo en el Otro. Y yo propongo lo siguiente, que esta expulsión, esa privación de un domicilio fijo, o relativamente fijo en el Otro induce inmediatamente, automáticamente, una feminización. Es decir, que contrariaramente a lo que avanza Freud, la homosexualidad, el transexualismo no son reacciones sino, yo diría, están automáticamente implicadas en la estructura de la psicosis.

Creo que Melman hace referencia a situaciones experimentales en las que bastaría con que un sujeto se halle excluido de un sistema significante, de una cultura por ejemplo, para que se produzcan fenómenos de feminización, es decir, una sensibilidad hacia lo que los otros dicen. Estos sujetos, digamos para simplificar, el emigrado, se pone inmeditamente a escuchar lo que dicen los otros y, frecuentemente se plantea la pregunta de si no estarán hablando de él. Este sujeto, automáticamente, para ser aceptado por la comunidad, que no es su comunidad de origen, se verá llevado a intentar gustar, a tratar de seducir, a convencer de lo bien fundado de su existencia. Ahí hay una proximidad con la posición femenina, y tendrá también en esa posición de exclusión el sentimiento de ser el blanco de todas las miradas, y se sabe hasta qué punto una mujer puede a veces sufrir al ser, en efecto, tan mirada, al ser tan observada en tanto ella representa esa instancia fálica que evoqué hace un momento, es decir, esa instancia que hace excepción, que hace excepción en la cadena, puesto que la representación imaginaria de esta instancia en la realidad remite a la posición de excepción del significante fálico en la cadena significante que, como ustedes saben, no tiene significación sino que ordena la significación.

Yo diría entonces que, a partir del momento en que se define a la psicosis como esa exclusión de un lugar fijo en el Otro para el sujeto, hay automáticamente una feminización. Quizá algunos de ustedes conocen esa forma de la paranoia individualizada por Kretschmer, la paranoia sensitiva, que el llamó delirio sensitivo de solteronas. Pues bien, esos sujetos son mujeres que han evacuado el comercio sexual de su vida, que han rechazado plegarse a lo que el Otro nos comanda, es decir, como ustedessaben: « goza ». En otras palabras: toma tu lugar en el comercio sexual y, en el mito religioso, « para procrear ». En consecuencia, un rechazo de la castración, un rechazo a someterse a los imperativos fálicos produce automáticamente un delirio sensitivo.

Pienso que habría que retomar esa clínica del delirio a dos, del cual ustedes saben que en lo esencial es un delirio entre dos mujeres, entre una madre y una hija, en el cual se excluye toda referencia masculina, todo referente masculino deviene persecutorio. Hay un bello pasaje de Lacan, creo que es en De una cuestión preliminar, a propósito de esa alucinación de una joven que vive con su madre recluida y que, cuando se cruza con su vecino, se cree injuriada en un modo alucinatorio: « truie », marrana, puerca.

Ustedes ven, esa clínica del delirio a dos, quiero decir, el caso de las hermanas Papin con el cual Lacan comenzó, me parece que es una historia que merecería ser retomada hoy en día. Ustedes saben que ahí había una exclusión de todo referente masculino.

Entonces, la feminización. Creo que lo importante es poder ubicar que es interna a la estructura. Lo que va a estar en reacción y ya no interno al proceso psicótico, serán los delirios por ejemplo, la organización del delirio y, especialmente, en la paranoia la transformación de esta posición de excepción en la que el sujeto, al inicio de la psicosis, se ubica como rechazado por el otro, una reacción contra ese rechazo es hacer de ese rechazo lo que va a dar significancia al otro; es decir, que ya no es en tanto desecho, como objeto rechazado, que el sujeto se situará sino que va a producirse una inversión, o sea, será el objeto sublime, aquel al que se le debe todos los homenajes… Estoy reflexionando al mismo tiempo que intento responder a sus preguntas… Ahí habría que retomar, gracias a Lacan, la diferencia entre el objeto a y el Uno, el rasgo unario, o el al-menos-uno. Pienso que hay ahí en la paranoia una tentativa de pasar de esa posición de objeto a, de objeto rechazado, a una posición de ideal, incluso, de ideal para la humanidad, al menos para una colectividad o una familia.

Ustedes saben que en Schreber hay una doble aprehensión posible de su feminización ya que, a la vez se sitúa como siendo la madre, la madre de una futura humanidad regenerada, es decir, ciertamente la al-menos-una, y también como siendo la prostituta de Dios, o sea la posición del objeto a. Podríamos intentar llegar un poco más lejos y ver cómo esta dialéctica entre el Uno y el a, sobre la que Lacan insistió ampliamente en sus seminarios, cómo esa característica estructural del a y del Uno puede ser operativa en la aprehensión de la clínica de las psicosis, y lo que decía en relación a Schreber, ese paso que puede ser muy rápido entre una posición de certeza de ser ese al-menos-uno, ese Uno que hace excepción y que da ese sentimiento de potencia, de grandeza al sujeto y, de un momento a otro, el giro hacia una posición de desecho, de objeto a. En todo caso, por mi parte yo diría que eso me ayuda, me ayuda en mi trabajo con los pacientes psicóticos.

En lo que concierne a la transferencia es difícil decir que no hay transferencia en la psicosis, aunque como ustedes saben esa fue la posición de Freud, lo que él llamó las neurosis narcisísticas y que habrían sido no aptas a la transferencia. Me parece que con Lacan y con la individualización del gran Otro es difícil no hablar de transferencia en la psicosis. Quiero decir, que el sujeto psicótico tiene que vérselas con el gran Otro, eventualmente con un gran Otro que le habla, que le informa, al cual él se dirige, con el cual mantiene una relación conflictiva, como en el caso de Schreber es la relación de Schreber con su Dios, con su Dios vivo. Por supuesto, esto plantea problemas en cuanto a la dirección de la cura con pacientes psicóticos, pero en mi experiencia con los pacientes psicóticos que he podido tener en cura no estamos haciendo un autoanálisis. Sería necesario que yo pueda ver con mayor precisión el pasaje de la obra de Colette Soler a la cual usted se refiere, pues su pregunta me dará la oportunidad de tener una discusión con ella sobre este punto. En todo caso con algunos de mis pacientes psicóticos la dimensión de la transferencia está presente y el lugar que yo ocupo en ella está totalmente identificado. La dificultad es situarse de cierta manera, teniendo en cuenta la relación del sujeto psicótico con el gran Otro, esa dificultad consiste en intentar no volverse un perseguidor.

R. Guerra. – Ella dice que el analistano debe trasformarse en el Otro único, que el analista debe cuidarse en no convertirse en el Otro único y que, al mismo tiempo, es eso lo que el psicótico espera de el.

Dr. Landman. – Eso es cierto, en efecto, lo puedo confirmar. El Otro único es perseguidor, sin embargo, es con esa dimensión de la transferencia con la cual el analista debe operar. La dificultad está, evidentemente, en que todas las proposiciones que el analista vaya a hacer desde ese lugar no sean sistemáticamente anuladas por el paciente. ¿Por qué hay un riesgo en esto? Porque ustedes saben, como Melman lo retoma en su seminario, cuando Dios habla, Schreber no puede sino callarse; no solamente se calla sino que está muerto cuando Dios habla. En todo caso, está en el mayor peligro de una muerte subjetiva, entonces debe someterse completamente a esa palabra divina que lo mortifica, ycuando Schreber toma la palabra es la existencia de Dios, del Otro, la que está amenazada. Ese modo -iba a decir de dialéctica, pero no es una dialéctica- es un modo de oposición del sujeto al Otro y, a la vez, un sujeto psicótico puede colocar al analista en una posición de ser único y todopoderoso, pero al mismo tiempo todo lo que vendría de ese Otro estaría inmediatamente anulado como fuente de peligro, de amenaza para la existencia del sujeto. Este tipo de dificultad me parece ser verdaderamente una dificultad en el manejo de la transferencia del psicótico. Creo que ahí deberíamos ayudarnos, si fuera posible, con la referencia a la topología. ¿Cómo definir en el plano topológico -creo que Melman lo evoca- qué figuración topológica habría que dar a esa relación del sujeto con el Otro en la psicosis? Cuál figura topológica e, intentar preguntarse si esa figura topológica es capaz de ser transformada en otras figuras topológicas a través de la maniobra del diálogo con el paciente. Es seguro que la topología de los nudos -y también es cierto en la topología del cross-cap- nos muestra posibilidades de evolución, de modificaciones topológicas por el trabajo de la palabra en la cura. Debo decir que un análisis, no con un sujeto psicótico sino el transcurso de un psicoanálisis, puede ser totalmente remitido a los efectos de la palabra en la transferencia y a las modificaciones topológicas que la transferencia y su resolución pueden llegar a producir. En todo caso es así como me oriento con mis pacientes psicóticos, diciéndome que, gracias a la topología, hay la posibilidad de una dinámica. Marlene en su introducción se refería al carácter fijo de la clasificación psiquiátrica que se recorta en las diferencias estructurales. Pienso que el recurso a la topología nos permite no dejar totalmente fijado lo que tiene que ver con la dimensión de la estructura. ¿Acaso ustedes piensan, por ejemplo, que al término de un análisis -no hablo de un sujeto psicótico- acaso un sujeto al término de un análisis está en el mismo espacio topológico que al inicio?

He ahí la dificultad del manejo de la transferencia con un sujeto psicótico. Pienso en la necesidad de tener presente que la estructura es topológica, eso es la topología, la topología es la topología del significante, no es un modelo en el sentido de un modelo científico. El espacio de la cura, sea cual fuere la estructura del sujeto, es un espacio topológico y, ciertamente, gracias a la regla fundamental de Freud ya no es esencialmente un espacio euclidiano de dos dimensiones. Se puede, perfectamente, relacionar la regla fundamental y también la posición sillón-diván como siendo la invitación a un cambio de espacio, es decir, un modo de relación con el lenguaje y con la palabra que nos libera un poco del modo euclidiano del espacio de nuestras relaciones sociales. La asociación libre quiere decir el trabajo del significante. Ahora bien, esta otra escena, esa escena del inconsciente como dice Freud, no tiene una estructura de dos dimensiones, no tiene una estructuraeuclidiana, y la libertad con la cual Freud aborda esa cuestión de la asociación libre, del juego del significante que se puede localizar en muchos de sus textos, como La interpretación de los sueños, El chiste, etc. podemos retomarlos a partir de la referencia a la topología, ¿acaso este espacio topológico en la psicosis, en ciertas psicosis, está fijado de una vez por todas?¿ O acaso el trabajo de la palabra en la transferencia permite modificar esa estructura como en la neurosis?Es una pregunta que me ayuda a trabajar con el sujeto psicótico, y les aseguro que por el simple hecho de reflexionar así, en todo caso para mí, tiene efecto en la cura con pacientes psicóticos. Marlene se refería a la manera en la que Lacan abordó a Joyce, lo que fue el modo de reparación de la psicosis de Joyce.

Bueno… creo que es la una de la tarde… retomaremos las preguntas esta tarde y mañana. Agradezco mucho el trabajo de Iris en la traducción.

Notas

(a) Melman, Charles, Structures lacaniennes des psychoses [Estructuras lacanianas de las psicosis], Seminario, Ed. de la ALI, 2a. edición, París, 2000.

(b) Traducción simultánea: Iris Sánchez
Transcripción: Gino Naranjo
Edición: Marlene Aguirre, Iris Sánchez y Omar Guerrero

(1) Título: Lacan et le traitement psychanlytique de la psychose (Lacan y el tratamiento psicoanalítico de la psicosis). Exposición presentada en el Coloquio Lacan 100 años organizado por la Asociación freudiana internacional, en la Sorbona, el 22 y 23 de Enero 2000. Publicado en la revista La Célibataire N° 4, Automne-hiver 2000. Ediciones EDK, París, ps. 79-85.