Este corte -que se encuentra en el origen de la palabra sexo- ha sido siempre incómodo. Se lo suponía separar las plantas y los seres vivos en dos, los machos y las hembras. De ahí resultaban dos lugares. Para los hablaseres la partición no es simétrica. No tan simétrica sin más, inconmensurable entonces, no hay medida común.
Las creencias han servido mucho tiempo a enlazar a esos dos partenaires. Como su nombre lo indica, la religión ha permitido formar lazo. Ha tenido un efecto apaciguador, relativamente cómodo, para el sujeto; ha contenido la falla entre uno y otro sin evitarles, a pesar de eso, la violencia de una alteridad mal tolerada.
Creyéndose emancipado de Dios -otra forma de creencia- el sujeto occidental piensa poder asir su objeto, su otro, sin mediación.
Esquivando toda forma de autoridad civil, moral o religiosa, nuestros jóvenes pacientes (¡y menos jóvenes también!) nos cuentan sobre el consumo, por medio de aplicaciones semejantes, de una droga recreativa, de un partenaire para la velada, o de una pizza. En el anonimato tranquilo de las pantallas, desde ahora en los bolsillos de nuestros hijos, la pornografía no es sino el aperitivo –al parecer ella llena otros bolsillos, lo cual la volvería imposible de encuadrar…
¿Habremos pasado del creer a lo creído?
Y en este panorama, banal hasta llorar, como cantaba Piaf, vemos llegar a nuestros dos querubines con ganas de orientación, a nuestros consultorios y a nuestras instituciones.
¿Tendrá el psicoanálisis respuestas que no sean reaccionarias o tradicionales? ¿Menos idiotas que otras? Su posicionamiento ético tendrá, en el momento de nuestras jornadas de estudio en junio, una bella ocasión para articular este asunto de una manera algo nueva y, esperémoslo, audible. ¿Tiene usted su boleto?
Omar Guerrero
Por el Buró de la A.L.I.
Traducción al español: Iris Sánchez