El sítoma conversivo y el fenómeno psicosomático
05 février 2005

-

SANDOVAL CARRION Iván
International

En los debates médicos y psiquiátricos, no es raro advertir cierta confusión e indistinción entre el síntoma conversivo y el fenómeno psicosomático en las discusiones. Generalmente la confusión crece cuando se añade un tercer término: el de la « hipocondriasis ». La intención de este documento es proponer ciertos argumentos para distinguir estas categorías, desde la perspectiva de la teoría y la clínica psicoanalíticas en el eje de Freud y Lacan.

Usualmente la dificultad para deslindar estas categorías clínicas se debe en parte a los problemas propios del ejercicio clínico, en el cual no siempre es sencillo para los médicos establecer si una demanda del paciente está en el ámbito del trastorno conversivo, o constituye más bien un problema psicosomático. Las dificultades se incrementan si tomamos en cuenta que tanto los problemas conversivos como los fenómenos psicosomáticos proporcionan una sensación equivalente de frustración e impotencia para el médico con muchos pacientes.

Por otra parte, la práctica médica sostenida en un método y en un discurso que le son propios, tiene cierta pretensión que conspira contra su posibilidad de establecer límites y diferencias entre lo conversivo y lo psicosomático, entre la histeria y la psicosomática, entre la estructura neurótica y el fenómeno psicosomático, como sería más adecuado decirlo en el discurso psicoanalítico.

El discurso médico sostiene significantes tales como « unidad biopsicosocial », « salud integral », « medicina holística », « enfermedad mental » y « salud mental » que dan cuenta de la aspiración médica por sostener una práctica fundada en la lógica del Uno-Todo. Históricamente, esto tiene que ver con el lugar que siempre ha tenido la figura del médico para sus pacientes seguramente desde el origen de la práctica médica: shamán, curador, confesor, filántropo, consejero conyugal, amigo de la familia, terapista de niños y adolescentes, investigador, científico, analista político, ensayista y otras funciones.

El desarrollo de la ciencia, la multiplicación de las especializaciones y el fenómeno de las transnacionales farmacéuticas han opacado algo el brillo de prestigio, poder y autoridad de la figura de los médicos, como lo señala Lacan en 1966 en su conferencia « Psicoanálisis y Medicina » (1). Pero como el discurso, el deseo y la demanda son asunto de estructura, los médicos sostienen su práctica y su discurso del Uno-Todo, y sus pacientes también, por supuesto.

El psicoanálisis nace, se fundamenta y se sostiene en la lógica del No-Todo. Su origen y su lugar marginal y extraterritorial en relación con el campo médico (1), le permiten establecer ciertas distinciones de estructura que no son posibles dentro del discurso médico. Y no es que la medicina no tenga argumentos anatómicos, fisiológicos y semiológicos para establecer un diagnóstico diferencial entre el síntoma conversivo y el fenómeno psicosomático. Al contrario, la clínica médica tiene suficientes recursos para distinguir estos problemas en la mayoría de casos. Recordemos brevemente tres elementos clásicos del diagnóstico diferencial:

  1. El síntoma conversivo « afecta » la musculatura voluntaria, la inervación periférica, la sensibilidad, los sentidos y la conciencia. El fenómeno psicosomático habitualmente depende más bien de alteraciones relacionadas con el sistema nervioso autónomo.
  2. El fenómeno psicosomático habitualmente deja una lesión anatómica detectable a nivel macroscópico o microscópico. A diferencia de ello, hasta hoy no se ha establecido lesión anatómica en los síntomas conversivos, respecto a los cuales se utiliza más bien la inespecífica expresión « trastornos funcionales ».
  3. El síntoma conversivo no respeta las leyes de la anatomía ni las de la fisiología. Las lesiones producidas en el fenómeno psicosomático siguen procesos bioquímicos, fisiológicos y anatómicos conocidos y en general bien establecidos por la ciencia.

Vamos a partir de estos tres rasgos clínicos de diagnóstico diferencial para establecer los deslindes entre la medicina y el psicoanálisis en lo que concierne a estos temas. Para ello vamos a retornar a Freud, donde empieza el psicoanálisis y a donde siempre debemos regresar periódicamente, al margen del desarrollo posterior de la teoría psicoanalítica. En un artículo clásico, escrito en 1888 y publicado en 1893, Freud establece una distinción semiológica fundamental entre las parálisis motrices orgánicas y las histéricas: « Yo afirmo, por el contrario, que la lesión de las parálisis histéricas debe ser por completo independiente de la anatomía del sistema nervioso, puesto que la histeria se comporta en sus parálisis y otras manifestaciones como si la anatomía no existiera, o como si no tuviera noticia alguna de ella…Afirmo, con Janet, que es la concepción trivial, popular, de los órganos y del cuerpo en general la que está en juego en las parálisis histéricas, así como en las anestesias, etc. Esta concepción no se funda en un conocimiento ahondado de la anatomía nerviosa, sino en nuestras percepciones visuales y sobre todo táctiles » [2].

Esta diferencia propuesta por Freud es un efecto de su agudeza clínica como médico y como neurólogo. En este documento, el padre del psicoanálisis establece los fundamentos que nos permiten distinguir el cuerpo biológico del cuerpo imaginario. Este es un antecedente para el texto igualmente clásico con el cual Jacques Lacan hace su ingreso en la arena del debate psicoanalítico, aquel trabajo presentado en el Congreso Psicoanalítico de 1936, donde a propósito del llamado « estadio del espejo », él explica el modo de constitución del yo a partir de la identificación con la imagen unificada del semejante y con la imagen unificada de si-mismo en el espejo [3].

Este cuerpo, cuerpo imaginario, narcisista, representación especular de si-mismo, es el cuerpo del que se habla en el psicoanálisis. Este es el cuerpo del que se trata en el síntoma conversivo. Este es el cuerpo que no sigue las leyes de la anatomía. Este es el cuerpo que constituye una extensión del inconsciente freudiano y lacaniano. Este es, curiosamente, el cuerpo del que hablan habitualmente los pacientes cuando consultan a su médico, ya sea por problemas conversivos o de cualquier orden, observación sagaz establecida por Jean-Michel Vappereau [4].

Me pregunto con qué frecuencia los colegas médicos toman en cuenta el hecho de que sus pacientes generalmente les hablan de su cuerpo imaginario, y no del cuerpo biológico que estudiamos en la Facultad de Medicina.

La nosología psiquiátrica, por razones legítimas dentro de su lógica, ha borrado de sus registros el significante « histeria » y prefiere hablar de « trastorno conversivo » o « desorden conversivo ». El discurso psicoanalítico conserva el significante « histeria », prefiere el término « síntoma conversivo », y no ignora el « trastorno y el desorden » que las histéricas siempre han causado en los consultorios médicos.

¿Por qué en el psicoanálisis hablamos de « síntoma » a propósito de la histeria y no de la psicosomática?

Recordemos que en la semiología médica se nos enseña que un signo es « una manifestación objetiva y verificable » de la enfermedad, y un síntoma es « una expresión subjetiva del padecimiento morboso ». Es decir que en la medicina se habla de lo « subjetivo », en cuanto del síntoma sólo podemos saber a través de la palabra del enfermo.

Para el psicoanálisis, un síntoma es igualmente un hecho subjetivo y del lenguaje, pero además es una formación del inconsciente, pues Lacan nos enseña que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. El síntoma conversivo es un enigma, una metáfora a ser descifrada a través del lenguaje en la lógica del deseo y en la estructura del inconsciente. El síntoma conversivo es tan apalabrable y tan analizable como los sueños, las fantasías, los actos fallidos y el discurso mismo del sujeto; es lo que nos enseñan Freud y Lacan. Hablar de neurosis, histeria y síntoma conversivo, supone la condición de un inconsciente estructurado y fundado por una represión primordial. Implica que el Edipo no es un dramita de telenovela, sino una estructura en la que se constituye el sujeto del inconsciente, que no es el mismo que el yo de la imagen del espejo, el yo que se presenta como enfermo con su demanda paradojal ante el médico: quiere que lo curen y al mismo tiempo quiere que ratifiquen su condición de enfermo [1].

El sujeto no es el yo. El sujeto es del inconsciente, que tiene estatuto de fisura, de hiancia, de intervalo y que sólo se deja entrever fugazmente en el acto fallido, en las pausas y vacilaciones del discurso, en el breve resquicio entre las palabras. Este breve vistazo le permitió a Freud descubrir las leyes del inconsciente, y a Lacan establecer el estatuto del sujeto como dividido, escindido entre las palabras, entre los significantes, buscando siempre un significante que lo represente ante el Otro, conducido por un deseo que no puede nombrar ni satisfacer. El síntoma conversivo da cuenta de esa escena fantasmática en la que el sujeto se representa en estas condiciones dentro de la estructura del inconsciente y del lenguaje.

Hablamos entonces del sujeto del inconsciente, en el intervalo entre dos significantes S1 y S2, y por fuera de la cadena de los significantes, ligado a uno de ellos, S1, para que éste lo represente ante el otro significante y ante el Otro del lenguaje, el saber, la sociedad y la cultura, S2. La teoría psicoanalítica es una teoría sobre la « falta de ser » del sujeto producida por la represión primordial que nos inscribe en la sociedad de seres hablantes y en la cultura. No tenemos un significante que nos represente de modo unívoco y exclusivo, ni siquiera nuestro nombre propio; por ello nos sostenemos en los significantes que nos representan: hombre, mujer, médico, psicólogo, estudiante, científico, quiteño, opositor, izquierdista o cualquiera. Esta estructura está escrita por Lacan de esta manera:

 

En el fenómeno psicosomático tenemos algo completamente distinto, empezando por el hecho de que no podemos hablar de « síntoma » en el sentido psicoanalítico del término. Tenemos un padecimiento con lesión anatómica verificable, el cual a veces es un hallazgo del examen médico antes de que el mismo paciente haya experimentado algún síntoma. No es articulable con el inconsciente estructurado como un lenguaje. No concierne al cuerpo imaginario, como representación yoica. No es un significante que representa al sujeto ante otro significante, función que a veces la desempeña el síntoma neurótico. Es un fenómeno emergente del cuerpo biológico y sujeto a sus leyes, no a las del inconsciente.

En el psicoanálisis, Freud nunca se refirió a la psicosomática ni se interesó por ella. Lacan tiene algunas referencias puntuales e importantes sobre la psicosomática, a la que llama indistintamente « reacción », « proceso » o « fenómeno ». Personalmente, prefiero la denominación « fenómeno psicosomático » por cuanto en la filosofía kantiana un fenómeno es un objeto de la experiencia sensible, para el investigador, por supuesto. Además, en los vocabularios epistemológicos, los fenómenos son « los datos de la experiencia tal como pueden ser captados objetivamente por la observación o la experimentación, y que constituyen el objeto de las ciencias de la naturaleza » (5). En este sentido participo de la propuesta de Jacques-Alain Miller, quien habla del « fenómeno psicosomático » en una de sus conferencias, aunque no explica las razones de su elección por este significante. [6].

Alfredo Eidelsztein propone hablar de « respuesta psicosomática ». No estoy de acuerdo con esta propuesta, por cuanto connota una demanda, y en el discurso psicoanalítico toda demanda está enmarcada en la estructura del significante, cosa que no ocurre en el fenómeno psicosomático [7].

A continuación un breve resumen de las ideas esenciales de Lacan y de los que siguen su enseñanza con relación al estatuto del fenómeno psicosomático.

En el Seminario 2, del año 1954-1955, Lacan propone al estadio del espejo y al narcisismo como un límite entre la psicosomática y el síntoma neurótico. El fenómeno psicosomático está vinculado con el autoerotismo, con la investidura libidinal intraorgánica, como un estadio anterior al narcisismo de la constitución del yo por el mecanismo de la identificación imaginaria. En este mismo orden, la psicosomática se sitúa a nivel de lo real, y no tiene relación con lo imaginario o lo simbólico [8].

Si relacionamos esta proposición con los desarrollos posteriores de Lacan, el fenómeno psicosomático no es articulable con la estructura del inconsciente articulado como un lenguaje. Si Lacan afirma en su texto La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud que « la experiencia psicoanalítica no consiste en otra cosa que en establecer que el inconsciente no deja ninguna de sus acciones fuera de su campo » [9], entonces el fenómeno psicosomático está fuera del campo del inconsciente.

El fenómeno psicosomático no está a nivel del cuerpo imaginario sino del soma, del cuerpo biológico. ¿Acaso alguien puede ser consciente de la producción hormonal cotidiana y basal de hormonas en su glándula tiroides? Es algo de lo que no se tiene representación, ni cursa por el afecto.

De esta manera, como lo señala Jacques-Alain Miller, el fenómeno psicosomático se sitúa casi en el nivel del registro de lo animal en el hombre, en el fenómeno bioquímico y fisiológico que no tiene representación, ni afecto ni significancia. De él sólo se sabrá por sus síntomas médicos, que no son formaciones del inconsciente, y por el hallazgo de la lesión anatómica. [6] El fenómeno psicosomático está en los límites de la estructura del lenguaje, o por fuera de ella.

En su « Conferencia de Ginebra sobre el síntoma » de 1975 (10), Lacan propone que el fenómeno psicosomático no es un síntoma como el conversivo, no está en el registro del lenguaje, pero sí es una forma de escritura, algo así como un jeroglífico que se escribe en el cuerpo, pero sin que tengamos la posibilidad de hallar una clave para descifrarlo, porque no está en el orden simbólico, sino en el simple trazo o marca. ¿Qué es lo que deja una marca en un órgano del cuerpo?

Recordemos brevemente el esquema del aparato psíquico que Freud introduce en su Carta 52 de 1896 [11]:

Percepción – Signos de percepción – Inconsciente – Preconsciente – Conciencia La percepción, en cuanto acontecimiento, se escribe en el aparato psíquico a través de diferentes formas de escritura que experimentan traducciones y transcripciones sucesivas hasta llegar a la conciencia. Estamos habituados a creer imaginariamente que la percepción y la conciencia son una sola instancia; Freud nos enseña que entre estas dos instancias hay registros que se interponen, básicamente el inconsciente.

El esquema freudiano se refiere a estas formas de escritura en el registro de lo simbólico y en la noción de estructura, en donde cada marca, trazo o significante, tiene valor y significación por su relación con los demás significantes.

El trazo o la escritura de la psicosomática es único y no tiene relación con otros, por ello no tiene posibilidad de significación. El fenómeno psicosomático no es analizable ni interpretable. El síntoma conversivo sí.

Si hablamos de un trazo único, no podríamos hablar de un significante, porque lo propio del significante es la articulación binaria: un significante es lo que representa al sujeto ante otro significante.

Sin embargo, Lacan en el Seminario 3 « Las psicosis » introduce la noción de « holofrase » en relación con las manifestaciones de las psicosis (12). La holofrase es la falta de intervalo entre los significantes S1 y S2 y la falta de lugar para el sujeto, de modo que tenemos un significante monolítico aislado S1S2 y no dialectizable con el resto de la cadena significante. Para Lacan, las manifestaciones de las psicosis en lo que tiene que ver con los fenómenos elementales, el delirio y los trastornos del lenguaje, están constituidas de manera holofrásica y por ello no son analizables con el psicótico, como los síntomas neuróticos.

Con posterioridad Lacan propone la organización de la holofrase para explicar lo que ocurre en la debilidad mental y en el fenómeno psicosomático.

La lesión psicosomática es una marca holofrásica en un órgano corporal. Supone una falla parcial de la función del significante falo, que no ha permitido la inscripción en la cadena significante y la significación de algo que tiene que ver con el deseo, la demanda y el goce de ese primer Otro que es la madre para el infante humano. Como dice Miller, el fenómeno psicosomático representa un esquivamiento del Otro del lenguaje, más no del Otro del cuerpo (6). Esto implica además una falla de la función de la angustia como señal ante el deseo del Otro. Es interesante observar como algunos pacientes psicosomáticos impresionan como poco angustiados, e incluso sobreadaptados.

Es común que tanto la formación del síntoma conversivo, como la producción del fenómeno psicosomático hayan sido precedidas por un evento vital aparentemente desencadenante. En la histeria, es posible trabajar sobre la relación entre el acontecimiento y el síntoma. En la psicosomática no hay la posibilidad de historización, de la producción de sentido para el desencadenante.

Podríamos plantearnos también la posibilidad de ubicación del fenómeno psicosomático en el esquema de la estructura del aparato psíquico que propuso René Lew en el Seminario sobre Psicosis y Autismo que dio en Quito hace dos años [13].

 

En este esquema, Lew escribe en el vértice la función del falo, significante del Nombre del Padre, de la represión primordial constituyente del inconsciente. En los vectores escribe el Real de los objetos, el Imaginario de las imágenes o representaciones, y el Simbólico de las palabras o proposiciones. Estos tres vectores son las extensiones producidas por la función. Normalmente hay una relación de envío y reenvío entre la función y las extensiones, que es la misma relación que existe entre S1 y S2 con el intervalo del sujeto. En las psicosis, el delirio funciona como una producción de la extensión que no tiene reenvío hacia la función fálica, y por ello el delirio, al igual que todas las producciones de las psicosis no es dialectizable ni analizable ni interpretable.

El fenómeno psicosomático sería una marca en el Real del cuerpo que no es dialectizable con la función y que no alcanza a constituirse como la pulsión y su objeto, tal como sí ocurre en la organización neurótica. Adicionalmente, no hay representación de la lesión en el cuerpo imaginario y no hay la posibilidad de análisis por vía de la palabra.

¿Qué consecuencias tendría todo esto para la dirección de la cura psicoanalítica con los psicosomáticos?

En primer lugar, es poco frecuente que los psicosomáticos lleguen el análisis y se sostengan en él. Estos sujetos normalmente se sostienen del significante médico, requieren tratamientos médicos sintomáticos durante largos períodos y desarrollan relaciones transferenciales intensas con aquellos médicos que los acogen con calor e interés.

Los psicosomáticos generalmente viven la derivación hacia el profesional « psi » como un abandono por parte de su doctor, y en algunos casos la rechazan de modo enérgico. Melman señala que viven una relación de goce con el médico, como Otro del cuerpo, y experimentan la irrupción del tercero del discurso psicoanalítico como un invasor peligroso e indeseable [14].

Al parecer, no es posible para el médico derivar a su paciente psicosomático sin una preparación previa seguramente larga y cuyos lineamientos generales deben investigarse. Seguramente, el paciente psicosomático que llega al análisis y puede trabajar en él, deberá sostenerse paralelamente en el tratamiento médico por tiempo indefinido.

De todas maneras, la psicosomática sigue siendo un enigma para médicos y para psicoanalistas. Es todavía mucho lo que hay que investigar y trabajar en el tema, como lo señala Lacan en su Conferencia de Ginebra [10].

BIBLIOGRAFIA

1) LACAN Jacques Psicoanálisis y Medicina 1966 en « Intervenciones y Textos 1 », Editorial Manantial, Buenos Aires 1985.

2) FREUD Sigmund Algunas consideraciones con miras a un estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas (1888-1983) en Obras Completas tomo 1, Editorial Amorrortu, Buenos Aires 1992, página 206.

3) LACAN Jacques El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica en Escritos 1, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires 2003.

4) VAPPEREAU Jean-Michel Seminario Psicoanálisis y Topología 1999 editado por la Escuela Freudiana del Ecuador, Quito 1999.

5) MORFAUX Louis-Marie Diccionario de Ciencias Humanas Ediciones Grijalbo, Barcelona 1985.

6) MILLER Jacques-Alain Algunas reflexiones sobre el fenómeno psicosomático en Matemas II, Editorial Manantial, Buenos Aires 1991.

7) EIDELSZTEIN Alfredo Las estructuras clínicas a partir de Lacan Volumen 1 Editorial Letra Viva, Buenos Aires 2001.

8) LACAN Jacques Seminario 2 El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica 1954-1955 Editorial Paidós Buenos Aires 1997.

9) LACAN Jacques La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud en Escritos 1, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires 2003.

10) LACAN Jacques Conferencia de Ginebra sobre el síntoma 1975 en Intervenciones y Textos 2, Editorial Manantial, Buenos Aires 1993.

11) FREUD Sigmund Carta 52 Correspondencia con Fliess en Obras Completas volumen 1, Editorial Amorrortu 1992.

12) LACAN Jacques Seminario 3 Las psicosis 1955-1956 Editorial Paidós, Buenos Aires 1989.

13) LEW René Seminario Psicosis y Autismo Mayo 2003 Editado por la Escuela Freudiana del Ecuador, Quito 2003.

14) CHEMAMA Roland (comp.) Diccionario de Psicoanálisis Editorial Amorrortu, Buenos Aires 1998.


Iván Sandoval escribió:

Estimados colegas: Envío el texto de la Mesa Redonda del jueves anterior. Agradezco la lectura previa de Maritza Maldonado y el intercambio de ideas con Elsa Andrade, así como el interés de los colegas que asistieron. El texto tiene en algo el estilo del « diagnóstico diferencial médico »; por otra parte, es un sumario de proposiciones sobre la psicosomática en Lacan y en otros autores.

Cierra con un intento de articulación de la psicosomática con las ideas de René Lew, intento que no me satisface para nada.

Agradeceré que lo lean y envíen sus ideas y anotaciones, pues estoy seguro de que requiere más trabajo y afinamiento. Gracias y un saludo a todos.

Iván Sandoval.

De: Gino Naranjo
Enviado el: Viernes, 25 de Febrero de 2005 9:23
Para: Iván Sandoval
Asunto: Re: Texto de la psicosomática

Estimado Dr. Sandoval lastimosamente me entere muy tarde de este encuentro al que me hubiera gustado asistir. Gracias por el texto, si usted no tiene inconvenientes pienso proponerlo pare discutir este tema con mis alumnos de psicoanálisis en la USFQ. Por otro lado le recomiendo que vaya a la pagina de la ALI www.a-l-i.org/freud y en el acápite dossiers ud. encontrara algunos textos sobre este tema. A una primera lectura me quede pensando si realmente el significante no puede incidir incluso en el SNC autónomo, es una pregunta a partir de algunas formulaciones de Lacan en el seminario la Angustia.

En fin ya lo leeré mas detenidamente y enviaré mis comentarios

Un saludo afectuoso Gino Alfredo Naranjo

De: Iris Sánchez
Enviado el: Domingo, 27 de Febrero de 2005 17:08
Para: Iván Sandoval
Asunto: Re: Texto de la psicosomática

Querido Iván:

Te agradezco por el envío del texto de tu intervención en la mesa redonda del Hotel Dann Carlton y también por haberme incluido en el grupo de personas que pudiera dar su comentario.

Te escuché en la mesa redonda y debo decirte que lamenté no poder quedarme para la discusión, pues se me hizo tarde para un compromiso previo y, en vista del retraso con que se iniciaron las exposiciones, tuve que salir sin ni siquiera escuchar la última intervención.

En fin un retraso tras otro…heme aquí, quizás atrasada, en mi comentario a tu texto y a tu exposición.

Sobre tu texto, de entrada te digo que me encantaría conversarlo personalmente contigo, soy bastante torpe en esta pantalla del e-mail, y sobre todo, lo que trabajas en tu texto me parece muy fecundo para el trabajo de todos en nuestro medio analítico en Quito.

Entonces, voy a darte mis impresiones, ya sea para una conversación más larga y detalladamente, ya sea para darte algunos señalamientos que puedan bastarte si la conversación no se da.

Como bien anunciaste en la mesa redonda, la posición desde la que ibas a hablar trae sus complicaciones, estoy de acuerdo. Y se me ocurre una metáfora: es como intentar jugar baseball en una cancha de football. Esta metáfora se me ocurre como una manera sencilla de acercarnos a lo que Marcel Czermak señala con mucha frecuencia sobre el intentar mezclar lógicas heterogéneas, pues al ser tales son irreconciliables.

Tomemos, por ejemplo, lo que dices sobre que tu texto tiene el estilo del diagnóstico diferencial médico, me parece que, si no me equivoco, justamente el diagnóstico médico tiende a eliminar las contradicciones, apunta directamente a la causa, y en consecuencia, aunque pueda dar una idea de cierta dinámica de los procesos, no deja espacio para la dialectización, es decir, tiene que ser una cosa y no la otra, de lo contrario fallaría el propósito de su obligación y caería en el error médico.

El pedido que se te hizo de hacer la diferencia entre el síntoma conversivo y lo psicosomático, es bastante complicado. Pues el primero no presenta dificultadas nosográficas para el psicoanálisis, en cambio lo psicosomático sí. Desde ahí ya empieza la heterogeneidad de las lógicas. Me parece que no se arregla sencillamente con escoger la mejor manera de llamar a lo « psicosomático » para hacerlo encajar o abordarlo desde el psicoanálisis. Recordemos, como lo hiciste tú y el primer expositor, que este término es una tentativa de la medicina de articular lo psíquico y lo somático, pero como sabemos sólo nombra la articulación sin dar verdaderamente cuenta de ella, pues por supuesto, más allá de nombrarla no tiene porqué, ni cómo hacerlo. Entonces, me parece que la mejor vía de entrada es la del síntoma, cualquier síntoma, por ejemplo, un dolor de cabeza, una úlcera, una alergia, etc.

En fin, respetando la tentativa médica que conlleva el nombre de psicosomático y a la vez, reubicándola en la lógica psicoanalítica. La otra puerta de entrada, y a la que recurres, es la de las dimensiones del real, simbólico e imaginario, del cuerpo, para nosotros los psicoanalistas. Aquí me parece que intentas una división diferencial médica que va un tanto en oposición con la nuestra, dejando caer la importancia del anudamiento de las tres dimensiones. Si bien es cierto que en lo llamado psicosomático el real del cuerpo se ve indiscutiblemente afectado, no quiere decir por eso que la dimensión imaginaria quede fuera. Y si en el síntoma conversivo el real del cuerpo no aparece médica y orgánicamente con daño, ese real del cuerpo está implicado en el asunto, aunque de manera diferente, como el lugar que metaforiza, en el que se metaforiza, lo que de significante, de símbolo, de hecho encontramos en todo síntoma. Como vez aquí es cuestión de matices y de consistencia, que me parece dejas entrever como desarticulado en tu texto y en tu exposición, quizás, un tanto inducido por hacerte entender de los médicos. Es así también como leo lo que señalas sobre « un sumario de proposiciones sobre la psicosomática en Lacan y en otros autores. Al reducirlo a sumario de proposiciones lo despojas de la riqueza de la dialéctica que conlleva.

Me parece que cuando Lacan, o Melman, se refieren a « lo psicosomático » lo hacen a la vez admitiendo la especificidad médica del término y reubicándolo en el contexto que nos interesa como analistas.

No conozco el trabajo de René Lew al respecto, por lo que no pudiera decirte sino mi impresión de que me parece un tanto confuso, pero por supuesto es sólo mi impresión.

Finalmente me parece que pudiera ser de alguna utilidad tomar dos elementos de los que propones y desplegarlos con mayor amplitud. Y por otro lado, procurar no reforzar la idea de los médicos de que como psicoanalistas no tendríamos nada que hacer con los pacientes llamados psicosomáticos.

Todavía tengo algunas observaciones más, pero me gustaría mejor conversarlas personalmente contigo, si tú quieres y te parece útil para tu propósito.

Nuevamente gracias por tu confianza, y hasta pronto.

Un abrazo, Iris.

De: Nora Eliscovich
Enviado el: Lunes, 07 de Marzo de 2005 20:42
Para: Iván Sandoval
Asunto: Re: Texto de la psicosomática

Iván, me gustó mucho tu artículo. Como siempre, sumamente esclarecedor. Tengo una pequeña acotación: el fenómeno psicosomático no es sólo a nivel del sistema nervioso autónomo. Pensé en las enfermedades de la piel, por ej.

vitíligo. No citás en tu trabajo a Jean Guir quien tiene un libro entero dedicado al tema. Se llama Psicosomática y cáncer. A mí me parece muy bueno.

Incluye el recorrido de Lacan sobre el tema así como muchos ejemplos clínicos del autor. En relación a no ser un significante que representa a un sujeto para otro significante, como podrías pensar la identificación al grupo, en EE.UU., por ejemplo, donde funcionan los grupos de celíacos, asmáticos, etc. Un sujeto acaso no pasaría a estar representado por el significante « asmático » y así tener una suplencia posible del nombre del padre? Bueno, en fin, nos vemos.

Saludos. Nora.

De: Marlene Aguirre
Enviado el: Lunes, 28 de Marzo de 2005 1:15
Para: Iván Sandoval
Asunto: comentarios

Estimado Iván:

Espero hayas recibido la breve respuesta que era mas bien un « acuso recibo » al mail tuyo que incluía el texto sobre « El síntoma conversivo y el fenómeno psicosomático », comprometiéndome a leerlo y comentarlo luego, porque me encontraba en París.

Ya en Quito y aprovechando de este fin de semana con un día agregado, lo he podido leer con interés y quiero hacerte los siguientes comentarios. Me parece un planteamiento bien hecho, esclarecedor y tomando en cuenta a quienes te diriges, con muchos elementos de aporte para reflexionar sobre las distinciones que propones con pertinencia.

Particularmente yo me detuve en la escritura que nos propone Lacan y que tú la presentas en la página 3, para señalar el lugar posible de emergencia del sujeto en el intervalo de significante a significante. Me detuve considerando el alcance distinto de la misma formulación, si en vez de ubicar en el intervalo el $ (S tachado) sujeto dividido, elegías o elegimos la fórmula del fantasma $◊a, también trabajada por Lacan en ese lugar con suficientes argumentos que conocemos. Me inclino por el mayor alcance para la clínica, pensar las preguntas que allí se nos proponen, tomando en cuenta la fórmula del fantasma, porque así tomamos en cuenta el objeto que determina la posición subjetiva. Entre la letra, el trazo unario, que marcan las primeras  inscripciones del significante en el real, el destino subjetivo empieza a organizarse en función del objeto imaginario que conjura el horror de un real sin veladura. Coincidiendo con lo general de tu planteamiento, señalo mas bien algunas diferencias, de matices quizá, pero que pueden marcar conducciones diferentes de la cura. Leyendo con detenimiento, creo que se pueden encontrar diferencias entre lo que dice Lacan y lo que dice Miller (pág. 4 de tu texto): « … Lacan propone al estadio del espejo y al narcisismo como un límite entre la somática y el síntoma neurótico » y J.-A. Miller señala que « el fenómeno psicosomático se sitúa casi en el nivel del registro de lo animal en el hombre…. » y todo lo que sigue de este párrafo, que efectivamente, en Miller no daría cabida a pensar en lo fantasmático del paciente psicosomático, y lleva a pensarlo como un paciente exclusivamente médico.

De alguna búsqueda que yo hice en otro momento con algunas inquietudes respecto de estos pacientes, me encontré primeramente con experiencias muy ricas de Geneviève y Valentin Nusinovici, psicoanalistas; experiencias con pacientes de hospitales, que es donde es más factible encontrarlos y dar cuenta de la problemática del trabajo con ellos. Rescato algunos puntos de lo que ellos sostienen de su trabajo. En primer lugar la importancia que ellos le dan al desencadenamiento de la enfermedad, al que lo ven vinculado con circunstancias de separación que bien pueden ser dramáticas como un duelo, o anodina, incluso placentera como un viaje de vacaciones. Que estos acontecimientos intervienen como un imperativo por el cual el paciente se ve obligado a aceptar una pérdida; y de cómo el paciente psicosomático no está en posibilidades de asumir, como el paciente neurótico, ese imperativo vinculado al significante amo, agente de la castración. Me interesó mucho la posición de ellos respecto de la cura en el cómo, tomando en cuenta que estos pacientes no pueden dirigirse al Otro, y en consecuencia buscan en el médico, en el psicoanalista, un semejante, un compañero, una relación de iguales caracterizada por una preeminencia escópica; ellos encuentran que la vía imaginaria tiene efectos terapéuticos y que si bien no puede esperarse progreso subjetivo, sí ayudan a impedir recaídas o a tomar decisiones de altas hospitalarias.

Finalmente, y en plena articulación con lo anterior, Bernard Vandermersch piensa que si bien el fenómeno psicosomático puede ser considerado como el efecto de una carencia del funcionamiento del fantasma, no cree que sea contradictorio suponer un fantasma en estos sujetos. Dice que este fantasma sería tal que no los prepararía precisamente para tratar ciertas circunstancias de la vida implicadas en el desencadenamiento. No están preparados para la pérdida del objeto.

Termino con esto Iván, creyendo que por allí hay pistas para seguir trabajando algo más de ese objeto que podría caracterizar el fantasma del paciente psicosomático.

Un saludo afectuoso.

Marlene Aguirre