El acto y el hacer
28 juin 2025

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Omar GUERRERO
Journées d'études

Estoy muy contento de que hayamos logrado llevar adelante esta jornada. Ustedes vieron que el programa se fue armando poco a poco con coherencia, hay un hilo conductor que se ha ido no sé si ustedes son sensibles a eso, pero a mí me pareció coherente. Incluso lo que acaba de decir Juan José Soca, para mí era casi como una introducción, él ponía un pie en lo que yo quería decir ya, y así fue también un poco antes con lo que decía Marcelo Gargiulo, Felipe Díaz, un poco antes de Virna Pinos. Me gusta mucho esa fluidez.

 

Lo que viene para mí como la segunda idea introductoria que es, iba a decir dificultad, tal vez era un lapsus o lo decía muy rápido, la particularidad de hablar de psicoanálisis en español. Se lo debo sobre todo a la invitación a ir regularmente a Ecuador para la Maestría con la Universidad Católica y la EPHEP. Estuve trabajando con Eduardo Rocha y unos colegas brasileños en una jornada semejante. Algunos me escribieron porque una frase les había sorprendido en algo que dije en portugués y es que cada lengua bordea lo real de manera diferente. Y lo estamos haciendo, en este encuentro, el debate que acaba de haber hace unos instantes es para mí una prueba de eso, como en español el desecho está tan cerca del deseo, así como el desejo en portugués [deseo] hace oír algo que no se oye en francés [deseo se dice désir].

 

Esos juegos de palabras entre lenguas están en lo que yo quería compartir con ustedes, lo que es del orden del hacer. Y me voy a apoyar incluso en lo que decía Virna Pinos, que recordó un poco el origen etimológico del artefacto. Estamos en el hacer, hablábamos de desecho:  sólo se puede deshacer algo que ha sido hecho, que ha sido fabricado. Y cuando mencionaba el bordear el real de manera diferente, me conmueve el ver cómo colegas de América Latina, en particular del cono sur, que han tenido una experiencia de la violencia con dictaduras, el constatar cómo ese real es bordeado de otra manera, cómo deja oír otras cosas esa palabra.

 

Bueno, planteo esto para empezar porque es lo que me interesaba poner un poco en relieve, del acto y del hacer, porque es para mí el hilo conductor de este seminario de Lacan (El acto psicoanalítico). Él trata de formalizar, de diferenciar el acto psicoanalítico de otras formas de acto. Ustedes ven cómo, desde el principio del seminario, Lacan está en esa tentativa, en ese intento de diferenciarlo de otros actos y nos parece enigmático – por lo menos a mí me pareció, volviéndolo a leer 20 años más tarde. Esta idea está presente desde el inicio, un acto psicoanalítico, que no tiene nada que ver con la acción, con la motricidad, nada que ver con el automaton, con esa especie de arco reflejo, sino que es otra cosa, completamente otra cosa.

 

Y nos volvemos impacientes a medida que avanzan las lecciones del seminario de Lacan, buscando qué es lo que él quiere definir, cómo quiere definir ese acto psicoanalítico. Ven ustedes, incluso en las sesiones de seminario cerrado con Melman, que dirige alguna de ellas, se plantean los discípulos de Lacan entre ellos, en seminario cerrado, un grupo pequeño, se preguntan si es lo mismo, si tiene el mismo valor el acto psicoanalítico que un acta de matrimonio, un acta de nacimiento o el acto de instalarse – como lo recordaba Marcelo Gargiulo, no es el poner la placa delante de la puerta, no; es de otro orden de otro orden.

 

Voy a recordar simplemente un par de ideas que propone Lacan que nos serán útiles en este punto. El diferenciar primeramente saber y conocimiento. Ustedes ven que hay por lo menos dos lecciones del seminario en las que Lacan habla de la enseñanza preguntándose si una enseñanza hace acto. Quisiera decir que, al vernos reunidos más o menos unas 100 personas hoy aquí en videoconferencia – porque hay gente presente también en las salas de Quito y Santiago, y estamos más o menos 100 – para mí es una pregunta completamente viva, actual, el plantearnos esa pregunta, si una enseñanza hace acto. Porque él critica mucho a la universidad para decir que no tiene ningún efecto y que entonces no hace acto.

 

Pero entonces ¿qué nos reúne hoy aquí? ¡Una transferencia! Y no podemos decir que es solamente una transferencia con Freud y con Lacan, hay una transferencia con Melman, para algunos también con Czermak. Para otros, más jóvenes tal vez simplemente una transferencia con la Asociación Lacaniana Internacional, una transferencia con una enseñanza, con una manera de enseñar. Y avanzo con lo que propone Lacan – porque lo leo así – cuando decía que él se proponía una enseñanza que tuviera consecuencias y esa es una responsabilidad que nosotros llevamos, que asumimos:  el que nuestra manera de dirigirnos, de sostener esta transferencia de trabajo que tenemos hoy, una manera de hablar de nuestro trabajo que tenga consecuencias.

 

El acto psicoanalítico plantea la cuestión del saber diferenciándola del conocimiento porque se plantea, y ustedes lo vieron seguramente en este seminario sobre el Acto, el estatuto de ese saber:  ¿es un saber que ya está ahí o no? Lacan nos dice que es importante esta noción de après coup – siempre me ha sido difícil traducirla en español entonces la dejo más bien en latín, noción del a posteriori –, esta noción entonces del a posteriori muy útil, como ustedes recuerdan, incluso para lo traumático. Hay esa intervención que tuvo Piera Aulagnier en un seminario de Lacan, diciendo que en lo traumático siempre hay un après coup, incluso cuando hablamos de algo que nos acaba de pasar hace cinco minutos, estamos ya hablándolo, estamos articulándolo con palabras y ella hablaba precisamente del après coup y el traumatismo.

 

Entonces esta noción de a posteriori implica ya diferenciar el acto y el hacer. Ella implica un trabajo de parte del paciente, es decir un trabajo de lectura y un trabajo de, digámoslo así, algunos de ustedes lo han subrayado también, un trabajo de interpretación por parte del paciente. Me parece que Marcelo Gargiulo o Juan José Soca han recordado la manera en que, para el acto analítico, hay esta implicación doble que nos recuerda Lacan:  el hecho de que la interpretación y la transferencia están implicadas. Lacan tiene una frase muy curiosa, que tal vez sería difícil pronunciar hoy, en el 2025; él dice que sin manipulación de la transferencia no hay acto analítico. Manipulación es la palabra que utiliza Lacan, es decir que estamos en la dirección de la cura: ¿Cómo maniobrar? Es una palabra que utilizo mucho. Me parece que Lorena Strunk también la mencionó. ¿Cómo maniobrar entonces?, sabiendo que tenemos que pasar por la transferencia para que sea un acto analítico, si no, no será un acto analítico será otra cosa.

 

Dos ideas más antes de proponerles mis tres conclusiones abiertas. Nos interesa el hecho de que Lacan inicie su seminario comparando el acto analítico o, más bien definiendo la noción de acto, pero a partir del acto que más nos concierne, podríamos decir, en nuestro trabajo cotidiano, el acto fallido. El acto fallido porque, nos dice Lacan, es un acto que revela una verdad y que suele ser además un acto insoportable. No sé si han tratado ustedes de mostrarle a un paciente obsesivo, de hacerle oír que hizo un acto fallido, que, si se olvidó las llaves, tal vez tiene algún sentido, que sé yo. Ustedes verán lo que es insoportable para ese paciente.

 

Este aspecto insoportable, como lo recordaba María Elena Sota hace un momento también, se refiere a ese soporte – porque empezamos definiendo al acto como acto fallido, pero Lacan nos dice que el acto analítico es un acto que no tiene un soporte subjetivo.

 

En su ponencia, hablando de los discursos, Juan José Soca se detuvo afortunadamente en el discurso analítico, que era el que yo quería subrayar. Pero de todas maneras voy a mencionar algo de los cuatro discursos. Hay para mí una idea que es una clave es muy importante, es el hecho de que en los otros tres discursos hay también una noción de acto, en el lado izquierdo, en el lado del agente; y hay un hacer en el lado derecho, en el lado del otro. Solamente que en los otros tres discursos hay un soporte subjetivo, hay alguien que enseña, hay alguien que se impone o hay alguien que grita, que se queja – porque me pareció muy pertinente también lo que decía Juan José Soca, de un paciente que viene a gritar a veces, el pedido histérico de un paciente, aunque no sea histérico él mismo, puede ser puede ser un grito, una queja, él venía a gritar una injusticia – pero en todo caso, en esos tres otros discursos hay un soporte subjetivo.

 

En el caso del analista, lo que nos dice Lacan, es no hay un soporte subjetivo, pero, a pesar de eso, el analista soporta la transferencia. Es una formulación muy interesante porque describe, le da la vuelta a la cosa y cuando digo le da la vuelta me parece importante, así lo entendí también en lo que proponía Virna Pinos, pasar por la topología. En un momento, no sé si los detuvo esa frase de Lacan, no tengo la lección o la página exacta en que lo decía, él nos decía que la topología permite entender el acto – manteniendo todavía la cuestión del acto fallido de un lado y el acto analítico del otro –, él decía que el acto analítico es como el acto fallido porque queriendo salir entro y para salir hay que entrar. Podríamos pensar en algunas figuras topológicas que nos permitan entender esto. Como lo hemos descrito todos hoy, de maneras distintas, la operación del acto analítico implica pasar, implica caer, implica salir para entrar, implica un decir.

 

En este punto les voy a proponer entonces, como decía, para terminar, tres hipótesis que quisiera compartir con ustedes.

 

La primera es considerar al sujeto supuesto saber como nos lo propone Lacan, como un nudo. Es un anudamiento y es un anudamiento, no sé cómo se dice en español, un nudo que tendría que ser coulissant, no sé si sería “corredizo”, que no sea muy apretado digamos, porque estos tres términos:  sujeto, supuesto y saber son una traducción. Una traducción. Y no quiero ser desagradable con el que propuso la primera traducción de este término, pero, en francés, se dice sujet supposé savoir y el supposé se acompaña de un infinitivo, es una perífrasis francesa habitual. En español tal vez podríamos haber traducido como “sujeto que supuestamente sabe” y a Lacan le habría gustado jugar además con el “supuesta mente” (supuesta miente), como ya lo ha dicho en francés cuando nos invita a desconfiar de los adverbios que se terminan en – mente (que son una homofonía en francés con el verbo mentir).

 

De todas maneras, es interesante proponer esto, el considerar al sujeto supuesto saber como nudo, como anudamiento puesto que así lo llama Lacan, porque él dice que, si no hubiera este anudamiento del llamado sujeto supuesto saber, el acto sería obsceno. Melman nos lo recordaba alguna vez, hablando de su análisis con Lacan, decía que la presencia del analista está “casi de más” y que el analista tiene una posición que nos haría pensar en Baltasar Gracián (El Discreto, 1646), una posición de discreto en que a veces basta efectivamente un sonido, un gesto. Melman decía que a veces incluso la voz del analista está de más, este “de más” es lo que yo interpreto como obsceno, que es la palabra que utiliza Lacan al hablar de este anudamiento del sujeto supuesto saber.

 

¿Por qué? ¿por qué sería obsceno? Porque el psicoanalista no está ahí para saber, justamente, no está ahí para pensar – ustedes vieron el número de lecciones en este seminario sobre El acto psicoanalítico en que Lacan va desarmando la cuestión cartesiana del saber, del pensar – porque nos dice que, si hay un saber, hay un sujeto y el analista no está ahí para andarse sujetando, justamente, él tiene que acompañar al analizante para que el otro, el paciente, ocupe ese lugar de sujeto. Lo único que sabe el analista, nos lo recuerda Lacan, es su destino, es el destino de caer, como algunos lo han recordado hoy.

 

Segundo punto, más rápido. Otra vez tal vez una cuestión de traducción, pero no traducción entre lenguas, diría yo, sino una traducción del francés al francés, para recordarles simplemente que Lacan propuso que no se diga el analista y el analizado, como era costumbre decir en ese entonces, sino que es Lacan el que forjó ese término, ese gerundio del analizante. Este término viene a subrayar lo que también se llama en francés un participio presente, es decir que está en acción y esto para decir que justamente el paciente es el que está en acción, es el que tiene que hacer, él está del lado del hacer y el analista del lado del acto. No sé si recuerdan, Melman lo dijo algunas veces como una boutade, como una broma podríamos decir, pero para mí tenía un valor muy clínico, el hecho de que, decía Melman, es mal llamarlo “paciente” porque el que tiene que ser paciente, en general, es el analista. Paciente y, claro, diciéndolo me doy cuenta que en español no rebota tanto el sentido como en francés (en que se oye fácilmente el verbo patienter, esperar). A menos digamos que el analista tiene que ser muy paciente con su paciente, porque hay muchas veces en que el analista puede – ¿cómo se dice en español? – plantear un acto, poner un acto, luego del cual se espera que el analizante haga algo. Pero el analizante no hace. Y dirá a veces: “Mañana” o “Está de ver”, “La próxima vez”, “Muy interesante lo que me está haciendo oír usted, voy a tomarlo en cuenta” …

 

Termino con una tercera idea. Hace un rato Virginia Hasenbalg decía un rappel y no encontrábamos el término que lo traduce mejor en castellano. Tal vez podría ser un recorderis, como se dice mucho en América latina. Alguna vez le hablé de un paciente a Marcel Czermak y, con un estilo que algunos de ustedes le conocían o conocieron, creo que en algunos países hispanohablantes podrían decir que “me mandó al carajo”, porque yo tenía una pregunta de novato:  un paciente me pedía que le haga una factura. Luego fui a preguntarle a Melman, a pedirle que me ayude a entender por qué Czermak me mandó al… a lo alto del mástil. Melman me dijo, con esa sonrisa que ustedes le recuerdan:  “Seguramente Marcel tiene razón, Marcel tiene razón”. ¿Cuál era mi pregunta? Mi pregunta era saber si tenía que hacerle una factura o no a ese paciente. Y el lazo que les voy a proponer pasa por este seminario sobre el acto:  he podido yo, decirles a analistas que me vienen a ver en supervisión, que un analista no hace facturas porque una factura se refiere al hacer y el que hace… es el analizante, no el analista. Me apoyo también en lo que decía Virna Pinos del artefacto y su origen etimológico:  se establece una factura cuando uno ha hecho, manufacturado, fabricado, mejorado, modificado, preparado algo. El que hace, es el paciente, un analista no está del lado del hacer. Entonces no hace facturas, pero, claro, puede establecer, escribir una nota de honorarios, por ejemplo, y hay otras palabras que se puede encontrar, pero no una factura.

 

Entonces termino, termino rápido. No sé si me quedan unos 30 segundos, para no quedarme con el mal sabor de no haber podido decir y completar lo que iniciaba Juan José Soca hace un momento. Lacan dice que en todo discurso hay efectos de acto y lo está diciendo en este seminario sobre El acto psicoanalítico, en 1967-1968. Dos años más tarde, formalizó los cuatro discursos, en el Envers, El reverso del psicoanálisis, en 1969-1970, pero ya estaba aquí, en este seminario que hemos estudiado este año, la matriz – como lo supuso Juan José Soca en su momento –, ya está prefigurando esta matriz de los cuatro discursos porque en los cuatro discursos podemos encontrar esta división de que el acto está del lado del agente, del lado izquierdo, del lado del S1 y el hacer está del lado del otro, con todo lo que eso implica en cada uno de esos discursos. No tengo que entrar en detalles, pienso que ustedes conocen bien esos cuatro discursos y, si no fuera así, podrá ser objeto de debate, o de jornadas, porque es un tema que se presta para ello. Les agradezco mucho.