Juan José Soca Guarnieri [1]
Buenos días y buenas tardes. Felicito de un modo particular a Omar Guerrero, junto a otros colegas de la ALI, que en forma conjunta posibilitaron la organización y la realización de estas jornadas de estudios de habla hispana. Se abre una instancia significante y necesaria en cuanto a la transferencia de trabajo. Además, agradezco la invitación cursada a participar y compartir algunas reflexiones sobre el seminario XV de Lacan: El acto psicoanalítico.
Comienzo con algunas preguntas, que permitirán dar cuenta de una dirección sobre el trabajo que deseo compartir.
¿Qué del acto psicoanalítico en tanto operación de desecho? ¿Qué acontece en el acto psicoanalítico?
El psicoanálisis nos plantea que el sujeto tiene que vérselas con objetos de desechos.
¿Qué es el desecho? ¿Qué es lo desechable?
Los alquimistas se refieren al desecho como el “caput mortuum”. Resulta interesante este término en latín, cuyo significado es « cabeza muerta » o « calavera ». Se utilizaba en alquimia para referirse a los residuos de un proceso químico. Lo desechable, bajo estas coordenadas, es el resultado de una operación, en el que se retiene el oro y el resto cae, se desprende y se negativiza; mientras lo retenido es lo ideal, lo que resplandece.
El arte, por lo demás, apuntaría a un proceso de estetización del desecho. La pintura “Los embajadores” de Han Holbein, abordada por Lacan en el seminario 11: “Los cuatros conceptos fundamentales del psicoanálisis”, (1964) utilizando la técnica de la anamorfosis, emerge en ella un singular objeto que desconcierta, una supuesta calavera que se impone y flota en medio de objetos simbólicos. Esta ahí para ser mirado. “Un caput mortuum”
¿Qué del acto psicoanalítico? Lacan, en las primeras sesiones del Seminario XV (1967/68) distingue el acto psicoanalítico de otros actos: el acto del sujeto, el acto sexual, el acto del analista en el sentido de lo imaginario, los actos fallidos y otros.
Lacan desde las primeras lecciones plantea dos ideas fundamentales, a efectos de demarcarse de los otros usos del acto. Por un lado, el acto psicoanalítico funciona en tanto soporte de la transferencia y de la interpretación. Por lo demás, la idea de soporte implicaría que hay algo de lo insoportable en el análisis. Por otro lado, el acto psicoanalítico corresponde al analista y el hacer al analizante. (Lacan, 1967/68, 29/11/67)
En relación a lo anterior: ¿Qué del objeto a y el Otro en relación al acto psicoanalítico?
Marcel Czemak en su ponencia: “A propósito de la pregunta por la función” , realizada en el Coloquio: “Objeto, pulsión y cura”, organizado por la ALI y Plus, en Santiago de Chile, año 2008, comento lo siguiente: “….. es necesario que en el Otro se haya abierto un hueco, una falla, que permita eventualmente evocar al pequeño a en su relación al gran Otro. Si esta falla o agujero no se ha abierto el pequeño a no ha caído nunca y permanece en el gran Otro y entonces se trata de un Otro que ya no está tachado….” [2]
¿Qué es lo que produce el acto psicoanalítico en la cura analítica?
Lacan en “La Dirección de la cura y los principios de su poder”,(1958) plantea que el analista dirige la cura y no al analizante y por tanto en la experiencia del análisis, el acto psicoanalítico, como operación de desecho, permite que comience a desplazarse el lugar Otro sin barra, vía transferencia, con la caída progresiva del sujeto supuesto saber y a modo de una escena teatral el analista se ubica en el lugar de actor a fin de sostener una escena; pero vaya paradoja, este actor se borra, evacuándose el objeto a como causa y desecho.
Una breve viñeta clínica. Hace años atrás, una analizante, en las últimas sesiones de su análisis, dijo lo siguiente: “Es algo extraño, estoy ahora recostada en el diván, y siento que detrás de mí, no necesariamente debiera estar usted. Lo siento ya (im)prescindible. Lo siento ¡¡¡¡ (¿lo siento?) Algo cayo. Creo que ya puedo dar por finalizado mi análisis. Muchas gracias”.
¿Qué es lo que cayo? ¿Caída del sujeto supuesto saber? ¿Disolución de la transferencia? ¿Pérdida de la posición imaginaria del analista? ¿Caída del objeto a?
Al decir de Lacan: “…el acto psicoanalítico lo vamos a suponer a partir del momento selectivo en que el analizante pasa a analista” (Lacan, 1969, p. 47). Años más tarde, me entere que se estaba formando como analista.
Lacan dirá, volviendo a una de sus ideas centrales de éste seminario que la: “Interpretación y la transferencia están implicados en el acto por el que el analista da a ese hacer soporte y autorización….Aún si el analista no hace nada, hay que dar sin embargo algún peso a la presencia del acto, el cuerpo” (Lacan 1967/68. 6/12/67)
A propósito de eso último; recuerdo hace años que vino a la consulta un hombre joven y a continuación emitió un grito prolongado, desgarrador, un alarido, a la manera de la pintura de Munch, “El grito”. Algo de lo real se impuso. Me sorprendió. Mientras prolongó su grito, no tuve otra posibilidad que poner el cuerpo y tratar de soportar lo insoportable de ese grito. Solamente emitió un grito prolongado, desgarrador y desolador. Cuando dejo de gritar, le pregunte: ¿Qué puede decir? Silencio, ninguna palabra y se fue. Quede sin palabras. Pensé que no iba a volver.
¿Qué buscaba al venir y presentarse de ese modo?¿Que habrá demandado en ese grito? ¿Qué Otro, en tanto testigo de ese grito?¿Qué del objeto a en ese grito? El objeto a en tanto causa y desecho.
Mi silencio al escuchar su grito y su silencio al irse. Ambos silencios, ¿tienen el mismo estatuto? Pienso que no, cada uno ocupan lugares diferentes. Por parte del sujeto un hacer y por parte del analista un acto, a través del silencio y la presencia del cuerpo.
A los pocos días, llamo pidiendo otra consulta. Lo recibí y expreso lo siguiente:
“Me quede pensando por qué me presente de esa manera ante usted. Volví porque fue la primera vez que alguien, usted, pudo soportar mi grito. (aquí hay un supuesto por parte de él). Recuerdo en mi infancia cuando pedía algo, a gritos, a mi madre, ella no me soportaba y me echaba a la calle. Tenía cuatro años. No sabía dónde ir. Corría peligro. Usted no me expulso” Entro en análisis.
Su grito agujereo algo y a partir de ese agujero abierto comenzó a circular palabras. Ante ese vacío actuado mediante el grito, la búsqueda de la presencia de un Otro que pudiera sostener. ¿Sostener qué? Ante ese grito, el silencio del Otro que según él podía soportar algo insoportable y la posibilidad que pudiera circular palabras.
Mi silencio y la presencia del cuerpo ante el grito de ese sujeto, en tanto acontecimiento, ¿posibilito un acto analítico en particular? Me parece que algo de eso se dio, ya que habilito que pudiera volver y de éste modo comenzar un trayecto subjetivo y particular. Por lo demás, resulta interesante preguntarse sobre el grito en lo humano, en tanto llamado primitivo al Otro.
Lacan a propósito del grito, en el seminario XII (1964/5. Pág. 55) “Problemas cruciales para el psicoanálisis” señalo: “El grito crea el abismo donde el silencio se precipita” y a propósito de la pintura de Munch, señala: “La imagen del personaje central de ese cuadro y su enfoque lo hacen sufrir entre sombras humanas que no pueden sino evocarnos las imágenes más sumaria, más crudamente tratadas del ser fálico, ese ser que se tapa las orejas y abre la boca: el grita”.
Se puede apreciar en esa pintura un puro orificio, un vacío, un agujero negro. Un grito mudo, un grito que queda atascado en la garganta. Una extraña criatura que grita y que carece de oídos. Silencio que se precipita en el sujeto, después de haber emitido el grito. Si bien el grito y el silencio se presentan como opuestos, no son más que dos modalidades de poner afuera lo más íntimo. Un grito que empuja al abismo, emergiendo de éste modo el único afecto que no engaña, la angustia y el grito que apunta a una respuesta del Otro.
Con respecto a la segunda idea fundamental; a saber: el hacer del lado del analizante y el acto del lado del analista, me parece que ya Lacan estaba preparando los 4 discursos en su seminario XVII (1969/70) “El reverso del psicoanálisis”. En el discurso del analista, éste puesto en el lugar de agente, hace de objeto a, a la manera de un semblante y pone a trabajar a través del acto psicoanalítico al analizante en el lugar otro. Es así, que el discurso del analista formaliza el acto psicoanalítico. En otras palabras, el analista no es quién analiza al analizante, sino que éste es el que se analiza con ese analista en particular.
El analista hace (no es) de objeto a, en tanto función, a modo de semblante, pero no es más que una falta, siendo causa de la división subjetiva, destinada a caer. En tal sentido, el objeto a tendría una doble dimensión: como causa y como desecho. Al decir de Lacan: “… el analista no hace función de objeto a, sin estar advertido que por efecto del mismo acto analítico, está función está destinada a caer al final del análisis”. (1967/68. Pág. 60)
La función del analista, causa del acto psicoanalítico, no tiene otro fin que caer como desecho, propio de la operación analítica. En tal sentido, no hay un ser o una sustancialización del analista, simplemente apuesta por un trabajo en el acto psicoanalítico.
El analista se abstiene de intervenir en la operación analítica como sujeto, ya que el único sujeto ahí es el analizante, el que habla, el que experimenta los efectos de la palabra. No hay sujeto consistente. Es efecto del discurso. Simplemente es una raya, un trazo, ya que siempre está por advenir, metido entre los significantes. Por tanto, el analizante en tanto sujeto funciona como no siendo y el analista se encuentra ahí, no siendo sujeto..
El acto analítico no pretende dejar intacto al Sujeto Supuesto Saber, esa ficción que, sin embargo, posibilita el inicio de un análisis, al final de éste, cae. Aún más, el analista finge olvidar que su acto es ser causa del análisis.
La experiencia analítica resulta ser una invitación al analizante a situarse en posición de analista; lejos por cierto, de alcanzar una identificación imaginaria hacia la figura de un analista ideal. No hay un ser del psicoanalista. Uno podría decir: “soy psicólogo egresado de tal o cual universidad”, pero decir “que soy psicoanalista”, ya es un problema.
Por tanto, el acto psicoanalítico en tanto acontecimiento en un análisis produciría algo novedoso, un cambio, una movilización significante en el analizante y una caída del analista, en tanto sujeto supuesto saber y en tanto causa y desecho.
Del grito a la palabra, el acto psicoanalítico
Gracias por la escucha.
[1] Psicólogo – Psicoanalista. Miembro del Grupo Psicoanalítico Plus, Santiago de Chile, miembo de la ALI
[2] Sota María Elena (Comp) (2025) “Psicoanálisis que perdura e insiste”. Polvora Editorial. Santiago de Chile. Pag: 33.