“Como te quiero, te aporreo", de unas cuantas palabras armadas o de la violencia en el lenguaje
28 juin 2025

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Tania ROELENS
Textes

Me voy a dedicar al tema de la lengua, del lenguaje, de la palabra, en relación con la violencia en el lazo social, y así mismo vuelvo a nuestro oficio que es la talking cure, que conjuga transferencia e interpretación.

 

            El trabajo con la palabra permite mediar la violencia real, lo pulsional, el paso al acto. Pero en la clínica y en la vida cotidiana podemos ver los efectos violentos de una frase, una palabra, efectos angustiantes y destructores. Porque la palabra puede volverse tóxica, aniquiladora? No será porque violencia y vida tienen la misma etimología bio?

 

            Cuando hicimos en Bogotá la tertulia sobre « la guerra y el diván », decíamos que no se escuchaba hablar especialmente de ella, ya que la violencia, la pulsión de muerte, está ya todita en el inconsciente… nada especial decíamos.

 

            El acto analítico no es el discurso analítico, es del orden del decir, es la instalación de una alteridad. La emergencia del sujeto en la cura, acto del analizante, decisión de compromiso, va a dar cauce al saber que está presente en él y ayudar a renunciar al tremendo poder del goce. Los significantes aparecen despertando nuevos deseos, un nuevo comienzo, un franqueamiento.

 

            Así mismo el proceso de la cura pasa de resistencia en defensas, formaciones de compromiso, violencia de la interpretación, castración, destitución del supuesto saber, desplazamiento de la posición del analista hacia la de objeto a, o sea se recurre a toda una jerga guerrerista para dar cuenta de una cura.

 

            Ahora bien, si no es por su presencia que se califica el analista, es necesaria su presencia? Aunque se de entre dos, la transferencia es una y pone en juego varias personas quienes après-coup, se irán desdibujando, revelando en qué habrá intervenido el analista en la historia del sujeto. Me acordé de esa expresión « il y a de l’analyste », « hay algo del analista ». Hay circunstancias fuera del diván en las que son varios, son otros, los que van a hacer las veces del analista, o es otra cosa, siempre y cuando estén reunidas las condiciones para que « se hable con », « se dirija a ». Y así hablamos de transferencia múltiple, horizontal, o con una institución. Así pasa en prácticas de atención en institución, en la creación artística, en lo cultural, en la transmisión…

Quiero traer a colación dos circunstancias.

 

Cachivache

 

En los años 90, contribuí a la creación de un lugar de atención para jóvenes de la calle, población vulnerada, sometida a violencias, rechazos y discriminación. En una manifestación de gente de la calle en protesta después de la muerte de uno de ellos a patadas por policías, gritaban « No somos desechables, somos reciclables! ». Al rato, mi asombro se transformó en evidencia y se volvió acto, creé un lugar de atención para ellos, los muchachos de la calle, los marginales…. Le pondremos luego el nombre de Cachivache así mismo en la línea de la enunciación de aquellos manifestantes, desechos de la sociedad, « Cachivache » objeto relegado que llama à un nuevo comienzo.

 

Se cristalizó allí mi experiencia de prácticas con psicóticos en la ciudad, y con lo que cualquier sujeto acarrea en su condición de excluido. Algo del acto analítico pues, con su dimensión política.

 

No solamente porque yo estaba allí, con mi compromiso de analista, sino porque esa creación se extendió a los colegas, dando sentido y contenido al proyecto, profundidad al organigrama: la hipótesis del sujeto era semilla de transferencia.

 

Primero por el compromiso con el valor de la palabra, cuidar la palabra dada, luego por proteger el écart, el desfase, con las demandas inmediatas y pulsionales y otras necesidades urgentes. Así ofrecíamos a los jóvenes un lugar de acogida, un espacio donde sentirse protegido, nombrado, reconocido:

« Aquí no nos dan nada, pero rico saber que están hablando de uno en reunión ».

 

Un lugar donde se trabaja la dimensión simbólica, donde el tiempo contaba con su valor de elaboración de algún deseo, de una sorpresa. Llamábamos « acompañamiento personalizado », la perspectiva de sostener un proyecto personal, singular como lo es un sujeto. La violencia estaba bordeada con algunas prohibiciones, reglas sencillas pero significativas de una ley simbólica. Buscábamos la inscripción en el tejido social, en las puertas abiertas que abrían hacia afuera, al mercado donde vendían sus producciones, en lugares de cultura o interrogando la mirada de los ajenos. Insistíamos en el valor del relato, de la memoria y de la sublimación, la relación con la historia, las generaciones, la cultura… Transferencia horizontal por identificación, por solidaridad, que son las armas contra la violencia real. Así se estaba creando para cada uno, un sentimiento de pertenencia, y con él de dignidad.

 

« Desarmar las palabras »: analistas bajo la bandera de la paz

 

La segunda circunstancia me la propiciaron recientemente unos colegas de Bogotá. Después del estallido social del 2019 que vino a puntualizar la crisis del confinamiento, y resultó preparando la elección del ex-guerrillero Gustavo Petro a la presidencia, se creció el entusiasmo en pro de la paz y de la promesa de un futuro mejor.

 

            En un taller colectivo con escritores, periodistas y poetas, unos colegas se propusieron escanear la lengua cotidiana en busca de encubrimientos de la violencia real en palabras, expresiones y refranes. Hicieron una recolección de ejemplos mostrando como el odio congela la lengua cotidiana, le hace perder su polisemia, así como la guerra asimila la alteridad con el enemigo.  Este trabajo de analistas me recordó cómo Lacan se acercó al mensaje de los évènements de mayo de 1968 y elaboró para con los estudiantes los planteamientos del Acto Analítico, proponiéndose llegar a subvertir el acto político. En Bogotá los colegas vieron como las palabras mismas se habían vuelto un « arsenal de uso cotidiano, usado para perseguir, humillar, denigrar, condenar a muerte, alentar la pasión de destrucción, degradar, enlodar… Descubrieron cómo en ella se había perdido « el limón de la vida », de la alteridad, la dimensión simbólica que permite el vivir juntos. De ahí resultó el libro Para desarmar las palabras, cartografia del odio en Colombia.

 

            Así hay calificativos que convierten a otro ser humano un objeto por destruir, un animal, un intruso que amenaza la integridad del ego, no sin relación con una recurrente patología narcisista. El « tú o yo » en lugar del « tú y yo ». Hay tratos a la alteridad que ponen los pelos de punta…: en primer lugar, a las mujeres « Entre más le pega, más se amaña ». « Si mi marido no me pega, es porque no me quiere ». « Qué tristeza que el adagio popular tenga la razón ! »

 

            Otros insultos son directamente heredados de la violencia del lazo social colonial y/o esclavista: « No seas indio! »; los diminutivos despreciativos « negrito », « gentuza », o « Se parece a un desechable » que asigna a alguien a ser objeto por botar a la caneca.

 

Cuando se confunde ira y odio, se puede llegar a aquella expresión máxima « me dió ganas de matar, rematar y contra matar, hasta comer del muerto »… Con ella quizás, según la expresión de Freud, « se da por un tiempo licencia a la satisfacción de pulsiones refrenadas », pero observamos como el odio se cultiva también bajo la forma del « tremendismo » con ese propósito atropellador que inhibe toda posibilidad de respuesta.

 

Otras formas son los eufemismos, donde entra un cálculo perverso: « retención » decía la policía por desaparición, « vacuna » por el impuesto cobrado a la fuerza por los grupos armados, « muñeco » por cadáver. Para camuflar un crimen, se inventaron metáforas sarcásticas que acuñaron en el habla como una « neolengua » (Orwell, 1984), como limpieza social, pesca milagrosa, paseos millonarios… para camuflar el secuestro con muerte, o de tipo managerial como los « falsos positivos ».

 

            Así como se puede hacer en sesiones de análisis, conscientes de su responsabilidad, también con humor y dicha de pensar de concierto en la pura tradición de la Atenas latinoamericana, los autores se dieron a ese ejercicio colectivo sobre la violencia y el lenguaje, poquito a poquito, a semejanza de la fabricación de la lengua misma.

 

« En esa pesquisa, se dio el asombro y la necesidad urgente de desconstrucción, dándonos cuenta en qué tenaza estábamos atrapados, cómplices del « odio a muerte ». Fue muy impactante el descubrimiento y los autores llegaron a afirmar que los actos contra la vida por lo general han sido precedidos por fantasmagorías tejidas por palabras que terminaron por justificar exclusiones, segregación. Que el odio destilado durante generaciones terminó por instalar la guerra.

 

            Es primero el acto o primero la palabra?

 

Al comienzo estaba la acción, decía Goethe,

                                                           Al comienzo estaba el verbo, dijo el Evangelio.

 

            Después de 70 años de guerra entre gobierno colombiano y guerrilla, fueron 5 años de un largo trabajo oficial de negociación, verdad, perdón, reparación, reconocimiento de las victimas, reconciliación, hasta llegar a los acuerdos de paz. El visitante se puede dar cuenta de cierto cambio de actitudes y de lenguaje en el espacio público, en la calle, en los litigios familiares.

 

            Así mismo, es tan importante no fetichizar los significantes, como no imponer forcejeos sobre la lengua. El lenguaje es arte de polisemia, es circulación de la palabra, el lenguaje es vida, una de sus funciones es sorprender, es chiste y poesía y es, entre otras cosas, expresión dialéctica de la agresividad humana. Por lo tanto, ojo con la tentación de condenar y censurar en la lengua viva, todo rastro de inequidad, de racismo, de clasismo, de sexismo, que llegaría igual a sedimentar los significantes y hacerles perder su potencial de asociación.

 


 

Bibliografia

  • Arena B, Moreno BR, Arenas JR, Renza M, Cartografia verbal del odio en Colombia, un manual para desarmar las palabras, 2023, Universidad Nacional de Colombia.
  • Freud S., « Porque la guerra?« 
  • Lacan J, El acto analítico, El Seminario
  • Fonction et champ de la parole et du langage, in Escritos 1.
  • Klemperer V., LTI, Notizbuch eines Philologen, 1975
  • Nueva Escuela Lacaniana, Desafios por la vida, lectura del informe final de la comisión de la verdad, desde el psicoanálisis en conversación con otros discursos, Aula de humanidades, Bogotá, 2024.
  • Roelens T., « Approches de la clinique dans le conflit social armé en Colombie », in O. Douville, Guerres et traumas, Dunod 2016.
  •  « Le colibri et puis la rose », in La Célibataire N°12, Incidences subjectives de l’immigration, Erès, 2006.