Carta Abierta al Dr. Marco Buendía Presidente de la Asociación Ecuatoriana de Psiquiatría Núcleo de Quito
24 janvier 2006

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SANDOVAL CARRION Iván
International

 

Fecha: Julio de 2003.

Con copia para: Dr. Marcel Czermak
Colegas psicoanalistas de Estudios Psicoanalíticos Lacanianos
Colegas psiquiatras de la Asociación, núcleo de Quito
(adjunto 30 fotocopias para que el señor presidente disponga que se repartan entre los colegas).

De mis consideraciones:

Escribo esta carta desde mi doble condición de médico psiquiatra y de miembro de la comunidad de psicoanalistas de Quito. Desde este filo y esta inclusión-exclusión escribo para manifestar lo siguiente:

He tenido mucho gusto en asistir a algunas de las reuniones del GAPE en el último año. He estado allí por tres ocasiones como parte del público y una vez invitado como panelista. He estimado el trabajo de ese grupo y la temática culta y diversa que proponen para sus reuniones. He disfrutado de su hospitalidad y he podido ejercer libremente mi derecho de palabra en los debates que se han suscitado. Considero que este es un importante espacio alternativo, sobre todo en la medida que la Asociación de Psiquiatría ha ido perdiendo con los años capacidad de convocar a los colegas. La escisión que se formalizó en los años de la anterior directiva (en cuya nómina yo constaba), por la cual nuestras actividades se dividieron entre los Unos y los Otros, produjo este lugar de debate. No hay mal que por bien no venga.

En esta ocasión asistí con mucho interés en la noche del jueves 26 de junio del año en curso, para escuchar al Dr. Marcel Czermak. He oído anteriormente a Czermak, he leído sus escritos y tenía mucha expectativa porque anticipaba un debate enriquecedor para todos, en el cual yo tenía muchas cosas para decir. De pronto, el evento concluyó sorpresivamente. Como parte del público, me sentí intempestivamente desalojado de la sala. Como psiquiatra, fui invitado a permanecer allí para algún acto exclusivo. Como sujeto, decidí que no quería quedarme por la violenta indisposición que sentí por la práctica obligada del colloquium interruptus.

Creo que fue un desperdicio y un gesto poco gentil. No responsabilizo por ello al colega que ofició de anfitrión, quien nos ha recibido anteriormente con amabilidad y sin prisa. Responsabilizo por ello a todos los psiquiatras, presentes y ausentes, y por ello me dirijo a usted, señor presidente de nuestra asociación.

Fue un lamentable desperdicio. El Dr. Czermak es un colega, maestro y autor que siempre habla desde la clínica como él lo dijo, no desde la bibliografía y mucho menos desde el internet y el Power Point. Palabra viva, verdadera, vigorosa y valiente. Hubiéramos podido preguntarle y discutir con él muchas cosas. Por otra parte, Czermak se había preparado con entusiasmo para este encuentro; él es un psiquiatra de hospitales y tenía mucho interés por hablar con sus colegas ecuatorianos que trabajan en hospitales. Pero sus colegas ecuatorianos no quisieron hablar con él. Eso fue evidente. Sólo el Dr. Gustavo Matute se animó a proponer una pregunta que resultó pertinente.

Fue un gesto poco gentil. No se trata de esa manera al Dr. Marcel Czermak, maestro de psiquiatras y psicoanalistas. No se trata de esa manera a un invitado ilustre. No se trata de esa manera a ningún invitado.

Me pregunto por qué esa conducta de los colegas en pleno. La hipótesis más sencilla que me he planteado es la siguiente: Creo que las agudas observaciones del conferencista tuvieron el mismo efecto que un estilete dirigido al corazón del cuerpo doctrinario que sostiene nuestra práctica y nuestra identidad profesional. Eso no lo podemos soportar.

Esta hipótesis me llevó a otra pregunta. ¿Acaso algunas de las observaciones y cuestionamientos que nos planteó Czermak no coinciden con lo que yo he dicho en algunas ocasiones en nuestras reuniones? Lo que esa noche dijo Czermak respecto a nuestra práctica, ¿no se relaciona con algo de lo que denuncié en la parte final de mi conferencia plenaria e inaugural sobre « Mente y cerebro » en nuestro último congreso ecuatoriano en noviembre pasado? ¿No me felicitaron algunos por esa conferencia y me solicitaron fotocopia de mi documento? ¿No fue usted uno de mis festejantes en esa ocasión, señor presidente?

¿Por qué a mí nunca me han hecho el hielo como a Czermak? ¿Será porque él lo dijo de manera más incisiva, completa, magistral y brillante que yo?

Tengo una idea. Recordemos que los comentarios del embajador norteamericano fueron, no la causa, pero sí el detonante de los movimientos sociales que tumbaron a Abdalá Bucaram. Antes de eso, recuerdo que la presencia de una psicoanalista argentina invitada disparó la bronca en una institución a la que yo pertenecía hace algunos años. ¿Culpa del gringo? De ninguna manera. Simplemente la palabra del extranjero destapa el malestar que ya estaba allí, en nosotros y entre nosotros. A nuestra propia palabra, en cambio, podemos fácilmente acallarla y desestimarla. Yo, para usted y para los colegas psiquiatras, soy « amigo », « de confianza », « uno de nosotros ».

Por eso no invitamos con frecuencia a gente como Czermak. En nuestros congresos escucho mas bien a « profesores invitados extranjeros » de medio pelo, que nunca dicen nada nuevo ni interesante, y que se limitan cortésmente a elogiar nuestra amabilidad y la belleza de nuestros paisajes. No son todos, por cierto; admito que hay gran distancia entre alguien como Moisés Gaviria y tantos otros olvidables y descartables. Sin embargo, los Gaviria, por la misma naturaleza tan especializada de su campo de trabajo, jamás nos harán cuestionamientos como los que escuchamos esa noche.

El Dr. Marcel Czermak, psiquiatra de hospitales y psicoanalista es un maestro, si ese término significa algo para nosotros. El proviene de una genealogía importante, aclarando que todas las genealogías son importantes. Genealogía del saber, de la clínica y de la enseñanza. El se formó con Daumezon y Lacan, que aprendieron de Claude, de Clérambault, Sérieux y Capgras, que sucedieron a la generación de los Janet, Babinski, Charcot y Magnan, y así… hasta Esquirol y finalmente Pinel. ¿Reconocemos esos nombres? Sólo si alguna vez hemos leído a Henri Ey.

¿Y nosotros qué? ¿Qué somos? ¿Quiénes somos? ¿Acaso no tenemos también nuestros maestros? ¿No tenemos también una genealogía con nombres ilustres? ¿Acaso no son importantes todas las genealogías?

Por supuesto que sí. Tenemos todo ello, pero no lo asumimos. No le damos mayor valor y sobre todo, no nos preocupamos por ubicar el lugar de cada uno dentro de la genealogía. Todas las genealogías son importantes: familiares, del saber, de la enseñanza, del psicoanálisis y otras. De la misma manera: las genealogías de todos son importantes ¿Por qué es esencial todo esto? El psicoanálisis ha descubierto y las investigaciones de Czermak con sus pacientes le han permitido corroborarlo, que si uno no puede sostener su lugar en esta serie mediante la función del Padre simbólico, resulta ser un psicótico, o en el caso menos grave: un desubicado. Si uno es o está desubicado, no puede sostener su lugar frente al otro, o frente al extranjero; entonces, en vez de sostenerse allí a través de la palabra, uno se enoja y hace cualquier cosa.

Si los psiquiatras quiteños no asumimos todo esto, seguiremos manifestando nuestra intolerancia frente a los cuestionamientos que vienen de afuera, y « cerraremos filas » ante el Otro en virtud de lo que creemos es un « espíritu de cuerpo ».

En ese enojo, olvidamos que nosotros mismos nos hemos cuestionado algo de lo que Czermak vino a decirnos. ¿Acaso no hemos dicho varias veces, hablando bajito entre algunos, que los laboratorios farmacéuticos imponen la agenda de nuestros congresos? ¿Acaso no hemos manifestado sotto voce el malestar que nos produce un ejercicio clínico burocrático y empobrecido en su interés científico?

Aclaro, no tengo nada contra los fármacos ni contra los laboratorios farmacéuticos. Sería tonto ignorar el valor de los fármacos cuando están bien prescritos y administrados; yo no soy tonto, Czermak menos aún. Sería torpe, por otro lado, aducir que la culpa la tienen los laboratorios que nos seducen y nos pervierten con su dinero y sus regalitos. Creo sencillamente que los laboratorios hacen mejor su tarea que algunos de los psiquiatras la que les corresponde.

Por otra parte, no pretendo indisponer a los psiquiatras versus los psicoanalistas, o viceversa. Todo lo contrario. Deseo una larga y mutuamente enriquecedora relación de intercambio entre los psiquiatras y los psicoanalistas ecuatorianos, y estoy dispuesto a trabajar para ello. Creo que esta relación es posible si aprendemos a escucharnos y si cada uno, psiquiatra y psicoanalista, sostienen su respectivo lugar. Pero lugar no es lo mismo que territorio; el lugar es de palabra y el territorio es de poder. Los psicoanalistas saben cuál es su lugar, si no lo saben no son psicoanalistas. Los psiquiatras, ¿saben desde qué lugar hablan?

Pretendo que haya intercambio entre psiquiatras y psicoanalistas. Para ello hay una condición preliminar: que los psiquiatras se encuentren…con los psiquiatras. Para encontrarnos es necesario que examinemos nuestras diferencias: usted señor presidente, yo y todos los demás miembros de nuestra asociación. Mantenemos un clima de aparente cordialidad y amable enrasamiento que encubre nuestro malestar, disimula nuestros desacuerdos y oculta nuestras pequeñas rencillas parroquiales. Debemos encontrarnos en el campo de las ideas, los argumentos, la discusión política y el debate científico, por supuesto. Si lo hacemos, podremos darle fundamento más verdadero a nuestra cordialidad para seguir diciéndonos « colegas y amigos ».

Aquella noche de lo de Czermak, usted me invitó con mucho entusiasmo al evento que está organizando para fines de julio por las bodas de oro del hospital que lleva el nombre de uno de los maestros de la psiquiatría ecuatoriana. No pretendo disentir con su programación, pero ¿no sería esta una gran ocasión para plantearnos otro tipo de reunión entre los psiquiatras?

Le propongo que con este memorable motivo nos reunamos todos para retomar el hilo de una pregunta esencial que nos dejó Czermak: despojados de nuestros fármacos, de nuestros dogmas y de nuestros gadgets, ¿cuál es el objeto de nuestra práctica como psiquiatras?

He sabido que usted apreció mi discurso « Mente y cerebro », he sabido que se procuró una fotocopia y lo comentó favorablemente con algunas personas. Lo he sabido porque vivimos en una aldea e incluso a veces nos portamos como aldeanos. Si usted le da ese valor a mi palabra, y si usted y yo le damos valor a la suya, le propongo que dirija un movimiento histórico de reflexión sobre nuestra clínica a través de jornadas periódicas para esclarecer quiénes somos, qué historia tenemos y cuál es el fundamento de nuestro ejercicio como psiquiatras. Si usted está dispuesto a ello, cuente conmigo con una sola condición: que los psiquiatras lo paguemos con nuestro trabajo, nuestro tiempo y nuestro dinero. Sin laboratorios. Si usted no está dispuesto, cuente con otros.

De usted, y de los demás, atentamente,

Dr. Iván Sandoval Carrión
miembro de la Asociación